“Si yo no me iba, me iba a matar”
Dos mujeres que pasaron esta terrible experiencia cuentan los retos que enfrentaron, como la revictimización de las autoridades y la búsqueda de hogar
Han pasado casi 40 años desde que salió de una relación abusiva, pero Elizabeth Andújar aún recuerda muy bien lo difícil, y a la misma vez transformador, que fue contar con la red de apoyo de un albergue para sobrevivientes de violencia de género en su afán de sobrevivir y rehacer su vida.
Los retos actuales que enfrentan las mujeres no son los mismos, pero cada vez que ve el rostro de una sobreviviente se identifica profundamente porque estuvo en ese mismo lugar.
“Siempre digo que, si Casa Julia no existiera, tampoco yo, porque cuando yo me fui esa semana, él me iba a matar. (…) No es fácil cuando lo decides finalmente. Decides caminar y quemar las naves para no volver, pero es difícil con las agencias del gobierno, para conseguir vivienda, en las escuelas de tus hijos, conseguir trabajo, cuidados para tus menores…”, recordó Andújar, autora de “Las páginas de mi historia”, libro en el que cuenta sus experiencias como sobreviviente de violencia doméstica.
Salir de una relación de violencia doméstica es una decisión de vida o muerte, pero compleja para muchas mujeres, por los múltiples retos que enfrentan en el trayecto. Conseguir vivienda, trabajo o sustento para sus hijos; el estigma y la revictimización cuando van hacer la denuncia en la Policía o a buscar una orden de protección en el tribunal se suman al trauma de haber sobrevivido una relación abusiva y de control con personas machistas.
El Nuevo Día conversó con dos sobrevivientes de violencia doméstica. Son dos historias con algunas diferencias, entre ellas el tiempo transcurrido; sin embargo, tienen el mismo desenlace: dos mujeres que lograron salir. Con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, celebrado ayer, estas puertorriqueñas enumeraron las fallas del sistema, y motivaron a otras sobrevivientes a no callar.
“Visitando albergues, a través de 35 años, me he encontrado con muchísimas mujeres que me dicen: ‘Si yo no me iba ese día, me iba a matar’. Y sé que eso es así porque eso fue lo que me pasó”, expresó Andújar, conferenciante que ha motivado a muchas mujeres a lo largo de su vida.
Andújar comenzó una relación violenta desde muy joven, a los 17 años. “Hubo muchos micromachismos que yo no pude detectar a tiempo porque estamos acostumbrados culturalmente. (…) Cuando me di cuenta que estaba en una relación violenta, ya no podía salir”, dijo.
“Ya me había ido a vivir con él. La violencia era más fuerte. Estaba llena de terror. A este agresor, no le tenía miedo, le tenía terror porque él me torturaba”, contó.
El día que decidió establecer un detente, escapó muerta de terror. “No puedes esperar que se te quite el miedo que paraliza. En lo que esperas, puedes perder la vida. Tienes que hacerlo con miedo, pero hacerlo”, insistió la también diseñadora y decoradora de interiores.
A finales del 1982, no existía la Ley para la Prevención e Intervención con la Violencia Doméstica (Ley 54). A donde primero acudió, fue a la Casa Protegida Julia de Burgos, que era el único albergue en ese momento. Actualmente, Puerto Rico cuenta con la Red de Albergues de Violencia de Género que une a más de nueve centros para sobrevivientes alrededor de la isla.
“EL PEOR AÑO QUE VIVÍ”
Carmen, nombre ficticio para proteger su identidad, entró en una relación muy joven como le sucedió a Andújar. Fueron 10 años conviviendo con su agresor, en los que tuvieron tres hijos.
“Fui a convivir a mis 19 años de edad. Al principio, todo era color de rosa. Pero, al pasar el tiempo, comencé a notar cambios de comportamiento que no me agradaban. En varias ocasiones, él me llegó a faltar el respeto, me agredía físicamente”, narró.
Carmen expresó que se sentía muy amenazada y fue difícil escapar. “Aguanté ese maltrato hasta octubre del 2020. Ese fue el peor año que viví. (...) Lo único que yo les decía a mis nenes era: ‘Vamos a estar bien. Vamos a salir de esto’”, abundó.
Un día en que su pareja la golpeó tanto, que la dejó con múltiples moretones, decidió que tenía que huir. En ese momento, su expareja le rompió el teléfono. Quedó totalmente incomunicada.
“Donde vivíamos, no salió ningún vecino. No encontraba ayuda de nadie. Se me ocurrió ir a la casa de mi amiga a pedir ayuda. Caminé aproximadamente de 20 a 25 minutos para llegar a donde ella”, contó.
Al momento de llegar con su amiga, rápidamente llamó a la Policía. Sin embargo, el interrogatorio fue mucho más duro hacia ella porque los oficiales pensaban que era solo “un problema matrimonial”. Incluso, sus hijos pensaron lo peor cuando la vieron permanecer en una patrulla.
Al final, pudo separarse de su expareja, pero su historia siguió siendo de mucho terror. Vivía en una residencia de la familia de su agresor. Los familiares del padre de sus hijos le decían que no se podía quedar allí porque iban a vender la casa.
“Me sentía hostigada, y no encontraba qué hacer. Un día fui a una clínica que tienen trabajadores sociales y psicólogos y decido explicarles mi situación. La trabajadora social me explicó los diferentes tipos de ayuda y me dio el número de Hogar Nueva Mujer. Decidí llamar porque yo quería salir adelante con mis hijos. Quería hacer un cambio en mi vida y salir del maltrato”, narró la mujer de 31 años.
En Hogar Nueva Mujer, logró obtener recursos por dos años mediante el programa Rapid Rehousing, en el que ayudan a sobrevivientes y sus hijos a conseguir una vivienda de manera ágil.
“Me enseñó a no callar, a decirles a otras personas, mujeres, madres... que no callen, que sí existe ayuda y que el maltrato no es para siempre”, afirmó Carmen.
“Siempre digo que, si Casa Julia no existiera, tampoco yo, porque, cuando yo me fui, esa semana él me iba a matar. (…) No es fácil cuando lo decides finalmente. Decides caminar y quemar las naves para no volver, pero es difícil”
ELIZABETH ANDÚJAR SOBREVIVIENTE DE VIOLENCIA DOMÉSTICA