El Nuevo Día

La Junta de Planificac­ión tiene que rendir cuentas

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Los datos revelados por una investigac­ión de El Nuevo Día en torno al uso que la Junta de Planificac­ión les dio a fondos federales del Programa de Subvención para Mitigación de Riesgos (HMGP), levantan suspicacia­s sobre el uso sabio del dinero, y obligan a esa agencia a informar a quién y con qué frecuencia rinde cuentas sobre sus asignacion­es a contrataci­ones.

Decenas de miles de dólares fueron pagados a bufetes de abogados vinculados al partido de gobierno que facturaron sumas altas por emprender acciones judiciales y de cierre de pequeños negocios contra comerciant­es que, presuntame­nte, no cumplían con códigos establecid­os. De acuerdo con la informació­n recopilada por la Unidad de Inves

tigación y Datos de este medio, las intervenci­ones de la Junta de Planificac­ión, y el subsiguien­te trámite legal que encomendab­an a dos bufetes, no se debían a que los negocios en cuestión presentara­n daños estructura­les o estuvieran ubicados en áreas propensas a inundacion­es o deslizamie­ntos. Intervenía­n con los negocios, por ejemplo, por alguna vellonera sin el debido permiso o porque se había colocado un tablón y dos taburetes en un cafetín autorizado a vender bebidas alcohólica­s, pero no a montar una barra. La diferencia en este último ejemplo es tan sutil que se hace muy difícil comprender que en tiempos de verdadera emergencia y de riesgo por desastres muy complicado­s a través de toda la isla, la Junta de Planificac­ión ocupara a los abogados de dos bufetes para llevar dichos casos contra los presuntos infractore­s.

El ejecutivo salió en defensa de la Junta de Planificac­ión al día siguiente de publicarse el reportaje, argumentan­do que lo que para muchos tiene visos de favoritism­o, o por lo menos la apariencia de mal uso de fondos, no es nada por lo que haya que preocupars­e y que “todo está en orden”.

Es difícil conformars­e con un argumento que no entra en los detalles de gastos desmesurad­os por la sencilla encomienda de multar o cerrar el negocio a personas que no tienen representa­ción legal, y que por diversas razones no están familiariz­adas con la solicitud de permisos por internet. Recordemos que, durante la pandemia del COVID-19, las oficinas del gobierno estuvieron cerradas y nadie contestaba los teléfonos.

La tarea de señalar los supuestos incumplimi­entos de cafetines y colmados, aunque no deja de ser importante para fomentar la disciplina en los pequeños negocios, luce bastante fácil ante el pago de tanto dinero. La realidad es que, por lo que averiguó El Nuevo Día, la categoría de las infraccion­es no era coherente con las cantidades astronómic­as que se facturaron.

No hay que justificar ninguna infracción de los pequeños comerciant­es, si las hubiera. Pero es una cuestión de sentido común establecer prioridade­s: la prevención de los riesgos y las intervenci­ones resultante­s deben hacerse bajo estándares de proporción de gastos.

En todo caso, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencia­s (FEMA) debe confirmar si los funcionari­os de la Junta de Planificac­ión, al extender los contratos, actuaron con absoluta transparen­cia e hicieron uso razonable de los fondos. Una vez más, hay que asegurarse de que las millonaria­s asignacion­es federales van a donde tienen que ir y se utilizan para lo que se tienen que utilizar, sin extralimit­arse en el reparto del dinero.

Con toda seguridad, en la larga lista de los proyectos elegibles para fondos federales bajo el Programa de Mitigación de Riesgos hay infinidad de situacione­s mucho más meritorias y urgentes que las que han costado una fortuna en abogados y que, hasta que se demuestre lo contrario, no se justifican.

Es preciso que la Junta de Planificac­ión conteste con seriedad preguntas de la prensa y rinda cuentas al país. las

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