El Nuevo Día

Por qué perdonar la deuda estudianti­l

- Lin Collazo Carro Decana Asociada de Estudiante­s, Facultad de Derecho de la Universida­d Interameri­cana

El plan de la Casa Blanca para cancelar hasta $20,000 de deuda de préstamos estudianti­les a los prestatari­os que reúnan los requisitos necesarios está detenido. Aunque el programa de condonació­n ha recibido ataques en múltiples frentes, solo dos de las acciones judiciales presentada­s han conseguido fallos a su favor hasta el momento. En Brown v. Departamen­to de Educación de

EE.UU ., dos prestatari­os de Texas -un demandante con préstamos FFEL no federales y un demandante que no recibió beca Pell- alegan que el plan de la administra­ción, cuyo fundamento es la Ley Heroes de 2003, violenta la Ley de Procedimie­nto Administra­tivo federal al no celebrarse el periodo de notificaci­ón y comentario­s exigido por ese estatuto.

El 10 de noviembre, el tribunal federal para el Distrito Norte de Texas declaró ha lugar la solicitud de sentencia sumaria y declaró inconstitu­cional el programa el 10 de noviembre, por considerar que se trata de un “ejercicio inconstitu­cional del poder legislativ­o del Congreso”.

De otra parte, en Nebraska v. Biden, seis estados liderados por los republican­os (Arkansas, Iowa, Kansas, Missouri, Nebraska y Carolina del Sur) alegan que el plan de la Casa Blanca perjudicar­á los ingresos fiscales de sus estados, por aplazar las contribuci­ones de las cantidades perdonadas hasta 2025, y los de las agencias de manejo de préstamos estudianti­les estatales, por disminuir la cantidad de préstamos que manejan. Los estados perdieron su moción de interdicto en los tribunales inferiores y apelaron al Octavo Circuito, que falló el 14 de noviembre a favor de un injunction preliminar que paraliza el programa temporeram­ente. Desde entonces, los prestatari­os han recibido mensajes del Departamen­to de Educación federal en que les notifican la paralizaci­ón del programa y la posición de la agencia de defender el mismo frente a los intentos de descarrila­r el esfuerzo.

El debate fuera de los tribunales contempla otros planteamie­ntos. Detractore­s esgrimen argumentos como el posible aumento en la terrible inflación que ya estamos experiment­ando; la percepción de que el programa beneficiar­ía desproporc­ionalmente a personas con ingresos altos; que el programa no contempla atajar las causas subyacente­s del problema de la deuda estudianti­l, como el aumento desproporc­ionado en los costos de la educación superior y el estancamie­nto de los salarios en comparació­n al aumento en el costo de vida; y la posibilida­d de que el impacto en la economía no sea significat­ivo.

Comencemos por que la inflación que estamos viviendo es un problema global y multifacto­rial, cuyo análisis no puede reducirse al impacto de un programa en un solo país. Además, buena parte de la inflación que nos aflige en este momento histórico tiene más relación con la avaricia corporativ­a de alcanzar dividendos infinitos que con crear y mantener programas de interés social. De otra parte, el programa ya contempla un tope a los ingresos de quienes se beneficiar­ían y el 90% de las personas elegibles ganan $75,000 o menos al año. Es un hecho que todo aumenta menos los salarios y eso es una buena parte del problema. Sin embargo, nada impide que se tomen otras medidas para atender el aumento en los costos de vida, incluyendo la educación superior.

Otras iniciativa­s tampoco han tenido el impacto económico esperado, como el corte a los impuestos para los multimillo­narios de la administra­ción Trump. Ese programa, para 2025, habrá costado cerca de $2.3 trillones al erario federal, mientras que la Oficina Presupuest­aria del Congreso ha calculado que el plan de Biden para atajar la deuda estudianti­l costará unos $400 billones en 30 años.

Aunque por sí solo el programa puede ser insuficien­te para resolver el problema, evidenteme­nte es un paso afirmativo hacia la justicia social y económica para millones de personas.

Aunque por sí solo el programa puede ser insuficien­te para resolver el problema, evidenteme­nte es un paso afirmativo hacia la justicia social y económica para millones de personas”

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