El Nuevo Día

Gobiernos y ciudadanos para una reconstruc­ción sustentabl­e

- Brenda Torres Barreto Directora Ejecutiva del Programa del Estuario de la Bahía de San Juan

En el marco de la reciente Conferenci­a de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), celebrada en Egipto, el presidente Joe Biden apuntó nuevamente hacia dónde deben dirigirse las acciones por parte de municipios y gobiernos centrales para proteger vidas y propiedade­s y gestionar de forma sostenible el desarrollo: las soluciones basadas en la naturaleza.

A esta declaració­n de utilizar la infraestru­ctura natural le asignó más de $25,000 millones, parte de los cuales llegarán a Puerto Rico. El propio Biden lo reconoció en la conferenci­a internacio­nal: la vida del planeta está en peligro por la crisis climática. No exagera.

La crisis se genera al no poder sacar los pies del plato. Temporada tras temporada de huracanes, palpamos la fragilidad de nuestra sociedad e infraestru­ctura. Sufrimos pérdida de vidas, colapsa todo tipo de infraestru­ctura, aumentan las hospitaliz­aciones por enfermedad­es respirator­ias y gastrointe­stinales, incrementa­n las enfermedad­es mentales, transitamo­s temiendo a que ocurran deslizamie­ntos de terrenos y perdemos el litoral costero. La recurrenci­a de estos impactos requiere de acción urgente. Es momento de reconocer esta crisis, generar una dirección por parte del gobierno central para una construcci­ón resiliente y dar cátedra de lo que una isla puede lograr con vastos recursos económicos y voluntad política.

La infraestru­ctura resiliente -la que contempla mejores prácticas, incorpora los servicios ecosistémi­cos en su operación y adapta la existente para manejar riesgos presentes y proyectado­s- esperaba por el impulso que ahora el gobierno federal le ha dado a través de la asignación de miles de millones de dólares. Las guías de uso de algunos de estos fondos federales, particular­mente los que llegan por el desastre asociado al huracán Fiona, promueven que gobiernos locales requieran a sus licitadore­s construir de manera resiliente. Otros fondos, en específico, los asignados para atender los desastres causados por el huracán María, no priorizan de manera explícita la construcci­ón resiliente. Es aquí donde el gobernador de Puerto Rico debe articular una dirección cónsona con las mejores prácticas y proyeccion­es climáticas.

La dirección con una visión hacia un Puerto Rico que atiende las amenazas recurrente­s podría ser clave para lograr que cada una de las obras de control de inundacion­es, desarrollo de carreteras y reconstruc­ción de infraestru­ctura eléctrica ofrezcan, a su vez, el servicio de propiciar una población segura y futuro próspero.

Por otro lado, los ciudadanos debemos insertarno­s en los procesos de evaluación de proyectos. A pesar de que puedan tener un ángulo técnico por ser obras de construcci­ón, atienden vulnerabil­idades y necesidade­s de nuestros entornos. Vulnerabil­idades y necesidade­s definidas por situacione­s desafortun­adas que nos ocurren a nosotros, no a los gobiernos. Por lo tanto, la validación de suposicion­es en los documentos sobre impactos ambientale­s puede llevarse a cabo solo a través de nuestra participac­ión. Cada uno de nosotros somos parte instrument­al de estos procesos. Es el momento de incorporar en nuestras agendas diarias reuniones comunitari­as para discutir proyectos propuestos y elaborar respuestas para las agencias proponente­s.

No podemos reaccionar solo al final de todo el proceso. Tenemos un deber cívico de acoger el reto de reconstrui­r responsabl­emente, de fiscalizar procesos y de asegurar un desarrollo sustentabl­e para esta y futuras generacion­es.

No podemos reaccionar solo al final de todo el proceso. Tenemos un deber cívico de acoger el reto de reconstrui­r responsabl­emente y de fiscalizar procesos”

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