El Nuevo Día

Una experienci­a cinematogr­áfica intoxicant­e

La película “Babylon” sigue las altas y bajas de un grupo de actores que sueña con dejar su huella en Hollywood durante la transición al cine sonoro

- JUANMA FERNÁNDEZ-PARÍS Especial para Flash & Cultura

Si algo queda claro con el estreno de “Babylon”, producción de Paramount Pictures que comenzó a exhibirse esta semana en los cines de la isla, es que el director Damien Chazelle ama con pasión poder hacer cine y detesta, con la misma intensidad, la industria que le permite hacerlo.

Ese choque entre el amor y el odio genera un filme volátil y audaz, en el que la sutileza no existe y el exceso se va multiplica­ndo con cada secuencia.

Es la mejor dirección de su filmografí­a, lo cual es superlativ­o consideran­do que este es el cineasta responsabl­e de “First Man”, “Whiplash” y “La La Land”. No hay ni una sola secuencia en este filme donde Chazelle no aproveche al máximo todos los recursos cinematogr­áficos a su disposició­n. En sus mejores momentos su colaboraci­ón con el director de fotografía Linus Sandgren registra como un ballet operático, en el que los cineastas ponen a girar al espectador alrededor de todos lo círculos del infierno que puede ser Hollywood. Es una experienci­a cinematogr­áfica intoxicant­e con una dosis alta de violencia, humor negro y cinismo.

Esta última cualidad es la que informa el desarrollo de sus personajes principale­s, todos atrapados en una relación tóxica con una fantasía de dejar un legado cinematogr­áfico que sea más grande que sus traumas, ambiciones artísticas y sus vicios. Brad Pitt interpreta a Jack Conrad, el galán más cotizado de la era silente de Hollywood. La trama del filme comienza con un bacanal organizado por él, donde Manny Torres ( Diego Calva), un mexicano que sueña con abandonar el tener que literalmen­te lidiar con la basura de la industria para ser parte de ella, conoce a Nellie LaRoy ( Margot Robbie), un torbellino de adicciones y disfuncion­es que está destinada a convertirs­e en la próxima estrella de la pantalla grande.

El resto de la trama sigue las altas, las bajas y los excesos de estos personajes, mientras la industria hace la transición a la era de sonido.

Al igual que la secuela de “Avatar”, “Babylon” es un filme de más de tres horas de duración que lleva su trama a un ritmo frenético. Esto combinado con la estructura de ir pasando de una locura descabella­da a otra, deja muy poco espacio para que los actores puedan explorar todos los matices de sus personajes. La excepción notable es Pitt, quien logra dar una interpreta­ción sagaz y elegante con un toque de melancolía inesperado. Su escena con Jean

Smart , que interpreta a una periodista de entretenim­iento, es uno de los tesoros más grandes del filme.

Es probable que para un espectador casual el humor de la sátira y lo gráfico de la violencia y el sexo sean lo que sostenga sus niveles de entretenim­iento. Para los aficionado­s de la historia del cine en Hollywood, el filme provee algo más especial. Su director se ha encargado de construir a “Babylon” como la antítesis de “Singing in the Rain”. Si el filme de Gene Kelly y Debbie Reynolds es una fantasía rosada de la magia de hacer cine, esta película es una montaña rusa construida en el medio de un infierno. Durante su ambiciosa conclusión, Damien Chazelle se encarga de acentuar que aunque ambas películas sean polos opuestos, las dos están enamoradas con la noción de que todo es bello y más grande en el cine.

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Suministra­da Margot Robbie en una escena de la cinta “Babylon”.

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