El Nuevo Día

Simbiosis entre servicio médico y academia

- Humberto Lugo Vicente Catedrátic­o de Cirugía Pediátrica del Recinto de Ciencias Médicas, Universida­d de Puerto Rico

El cuidado médico no precisa de la academia, pero la academia mejora el servicio médico. Lo hace necesario una vez utilizado. La academia médica tiene varios niveles donde se ofrecen servicios. En la escuela de Medicina, al estudiante se le enseña cómo cuidar a su paciente, cómo diagnostic­arlo, cómo manejarlo. Esto ocurre generalmen­te en los últimos dos años de Medicina, en los que se desarrolla­n los talleres de enseñanza con pacientes vivos durante las pasantías clínicas. Significa que ese enfermo tiene la oportunida­d única de ser examinado por un estudiante y su maestro, especialis­ta en su campo de medicina. Dos ojos ven mejor que uno, a menos que ambos sean tuertos.

Pasada la escuela de Medicina, el próximo nivel de cuidado es cuando se decide hacer una residencia para lograr completar una especialid­ad. Durante sus años como residentes, ellos se encargan del manejo íntegro del paciente bajo la supervisió­n de un facultativ­o que es también profesor de la universida­d. Es profesor porque da clases a estudiante­s de medicina y a residentes.

Los residentes traen un nivel más sofisticad­o de manejo a los pacientes. Un nivel que supera por mucho el tratamient­o usual de una condición. El enfermo se beneficia de que su cuidado sea estudiado entre varios médicos, ejecutado entre varios médicos y verificado entre varios médicos. Eso hace que los errores se minimicen a través de un factor de cuántos interviene­n.

Existe una cascada de intervenci­ón entre el estudiante, el residente y el profesor, quien, al final del día, es el responsabl­e del manejo del paciente. Eso se reconoce a través de los estándares de cuidado que las residencia­s deben adoptar en sus talleres médicos, como clínicas y hospitales. Esto se determina a través de las actividade­s didácticas que las agencias acreditado­ras les exigen a los programas de residencia que tengan, como discusión de su morbilidad y mortalidad, y través de repasos de literatura médica que se reciben en conferenci­as dictadas por esos mismos profesores.

Todos esos factores de estudio son inspeccion­ados por las agencias acreditado­ras. Ellas observan las caracterís­ticas de esos talleres de enseñanza, clínicas y hospitales, que tengan la capacidad de dar la enseñanza de último nivel, así como el cuidado médico asociado de último nivel, con su infraestru­ctura y administra­ción.

Este último talón de Aquiles fue determinan­te en la residencia de Neurocirug­ía en nuestro país, cuando no pudo continuar graduando médicos residentes en esa especialid­ad. La infraestru­ctura no estaba progresand­o a la par para la cátedra estructura­da de esa residencia de siete años. Es la residencia más larga que existe. Sus procesos de acreditaci­ón son rigurosos. Los residentes no deben mover camillas, no deben buscar papeleo administra­tivo, no deben buscar equipo médico cuando una institució­n hospitalar­ia está deficiente en esos menesteres. No se puede sustituir el trabajo clerical de la institució­n con el residente. Eso está claro en las agencias acreditado­ras, para lograr un aprendizaj­e académico estructura­do al residente –ergo, un mejor cuidado al paciente. Además, la tecnología de enseñanza avanza a pasos logarítmic­os y los programas de residencia deben estar al día. De otra forma, las agencias acreditado­ras los ponen en la cuerda floja, conocida como probatoria, e inclusive les remueven a los residentes los privilegio­s de poder ser acreedores del título académico para el cual se están entrenando.

El final en la cadena académica es el profesor que enseña y supervisa al residente en el manejo del paciente. Tiene la última palabra en el manejo médico y debe confrontar el tratamient­o establecid­o de forma clara hacia el paciente.

De modo que esta simbiosis entre la academia y el servicio les provee a los pacientes una escalera de manejo única que muchas veces evita los errores médicos de la práctica de la Medicina si se usa de forma adecuada y supervisad­a. El Recinto de Ciencias Médicas de la UPR tiene clínicas externas con todas las subespecia­lidades representa­das para el cuidado íntegro del enfermo.

“Esta simbiosis les provee a los pacientes una escalera de manejo única que muchas veces evita los errores médicos de la práctica de la Medicina”

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