Vocación boricua sin fronteras
La temporada navideña se reconoce como la época de regalar a los seres queridos. Muchos se enfocan en obsequiar artículos materiales. Sin embargo, la Navidad es una época para dar amor y apoyar a los más necesitados. Esa ha sido mi vocación.
Crecí en un hogar católico, humilde, de familia numerosa (tengo 24 tíos y 108 primos), así que aprendí con ellos lo que es el amor familiar, el darnos a los demás, compartir, y que nacimos para ser felices y sobre todo para servir.
Desde pequeña estaba segura de que deseaba ser una profesional de la salud. Por eso mi bachillerato es en enfermería, donde aprendí que se trata a cada paciente como si fuera tu familia o tú mismo. Trabajé por dos años con pacientes de SIDA, una experiencia inolvidable, en la que crecí mucho como profesional, espiritualmente y como ser humano. Luego decidí terminar mi Doctorado en Medicina Dental, ya que tenía un grado asociado en Asistente Dental. Amo mi profesión, pero más amo el servicio.
Graduada en el 1998, ya en el 2000 tuve mi primera experiencia misionera internacional a República Dominicana. Desde entonces no he parado, tanto en Puerto Rico como en Centro y Sur América. En unión a otros grupos misioneros como Alianza de Médicos al Rescate e Iniciativas de Paz, viajamos a varios países como República Dominicana, Guatemala y Haití.
En el 2002 fue mi primera misión a Guatemala y desde entonces la hemos visitado todos los años por 20 años, con excepción de los últimos dos años, por la pandemia. Ya estamos planificando para regresar en Semana Santa 2023. En el 2011 decidimos crear Dentistas Misioneros de Puerto Rico para formalizar más el grupo dental misionero con una entidad sin fines de lucro. Desde entonces hemos viajado anualmente a muchos países de Caribe, Centro y Sur América. Solo nos falta Belice para poder decir que hemos impactado toda Centroamérica.
Guatemala es el país que me ha robado el corazón desde el día uno. Es un país hermoso, con gente maravillosa, una cultura impresionante y sobre todo, con mucha necesidad de salud oral en poblaciones indígenas. No tengo hijos, pero tengo muchos al mismo tiempo por todos los países que he visitado. El mejor ejemplo de esto es Anita….
La más reciente de mis experiencias se dio recientemente. Es una hermosa historia de amor que dio inicio en octubre del 2014, durante una de las misiones a Guatemala. En esa ocasión tuve el placer de conocer a una hermosa niña de siete años, que junto a su madre y familia son vendedores en la calle del Arco en la Antigua, Guatemala.
Esa niña se llama Ana Gricelda Sam González y tenemos una foto que tomó mi amigo Néstor Julius ese día.
Me robó el corazón inmediatamente. Le pregunté su nombre, le dije el mío y que siempre que regresara a Guatemala la buscaría en esa calle.
Así ha sido desde entonces. Hace como dos años me escribió por WhatsApp y por Facebook . Desde entonces mantenemos una comunicación más frecuente y hasta acordamos vernos cuando visito Guatemala.
¡Cuál fue mi sorpresa que en septiembre envía un texto por WhatsApp para saludar e invitarme a su fiesta de quince años!
Mi corazón se paralizó por unos minutos de la emoción y alegría. ¡Inmediatamente mi corazón dijo “sí, iré a su celebración de los quince”!
Le ayudé a preparar la invitación a sus quince, pero no le avisé que iría. Llegué de sorpresa a su fiesta. Fue una celebración cristiana muy hermosa. Compartí en buena camaradería con su familia, amigos, y pasamos un rato inolvidable.
Gracias Anita por el privilegio de esa invitación. ¡Te quiero mucho! Eres lo más bello que tiene Guatemala.
“Guatemala es un país hermoso, con gente maravillosa... No tengo hijos, pero tengo muchos al mismo tiempo. El mejor ejemplo de esto es Anita”