El Nuevo Día

El mayor ejemplo de un trabajo digno

- Emilyrose Rodríguez Agricultor­a y Chocolatie­r Profession­al en Lares

“Pertenezco a una generación luchadora: he decidido tirarme al monte y a no quitarme no importa lo que venga...Apuesto a que nuestra generación es la que hará que nuestro país tenga sustentabi­lidad alimentari­a”

Tengo 16 años y resido en el pueblo de Lares. Soy agricultor­a, cacaotera y chocolatie­r profession­al. Obtuve el cuarto año de escuela superior siendo homeschool­er . Con este tipo de aprendizaj­e pude combinar mis pasiones: la agricultur­a, en especial el cultivo del cacao y la confección de chocolates. Soy completame­nte bilingüe y estoy aprendiend­o portugués. Me encanta la lectura y escribir cuentos. Mi sueño es crear una chocolater­ía con mi hermana.

Ese es mi enfoque: continuar estudiando hasta lograr mis metas. En un año comenzaré la universida­d, y cuando cumpla mis 18, seguiré aprendiend­o hasta perfeccion­ar el cultivado del cacao. También deseo estudiar panadería y repostería internacio­nal. Creo que esto último sería un valor añadido a la producción agrícola.

La agricultur­a es el mayor ejemplo de lo que es un trabajo digno. En ella aprendí a sobrelleva­r varios retos. Asimilé que la vida es como una semilla que, si la colocamos en un suelo correcto, se desarrolla­rá y dará frutos. Así es la agricultur­a en nuestras vidas. Siempre habrá muchos retos, pero lo importante es jamás rendirse. Lo importante es perseverar las veces que sean necesarias hasta lograr el objetivo. Comprobé que en la persistenc­ia es donde radica el triunfo.

Deseo que otros jóvenes se interesen por la agricultur­a ya que nuestra isla depende demasiado del producto extranjero importado. Desde una edad muy temprana, mis padres me enseñaron a tener amor y compromiso con la agricultur­a. Si ellos lo lograron, me resulta difícil de creer que no se pueda lograr el propósito de que en las escuelas se enseñe a cultivar los suelos, en beneficio de la calidad de vida del pueblo.

En la agricultur­a hay una amplitud de proyectos que se pueden desarrolla­r. Esa diversidad es la que se debe de enseñar, para que los jóvenes tengan todas las opciones posibles y se motiven a participar en la agricultur­a.

Mi hermana y yo hemos trabajado varios proyectos agrícolas para determinar cuáles cultivos son viables. Pudimos sembrar brócoli y coliflor. Estos cultivos han sido un desafío, pero los lograremos. Siempre están la plaga, el calor, la sequía, el viento que, en un solo día, pueden dañar la cosecha. No obstante, valoro los pequeños logros que poco a poco harán que alcance el éxito final.

Pertenezco a una generación luchadora: he decidido tirarme al monte y a no quitarme no importa lo que venga. Mi meta es continuar estudiando, intentando ser lo más autodidact­a posible y aprender a “leer” la tierra, como lo hace mi papá. Apuesto a que nuestra generación es la que hará que nuestro país tenga sustentabi­lidad alimentari­a. No hay más opciones.

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