Marisol Malaret, nuestra eterna reina
Tenía apenas 11 años cuando Marisol Malaret se coronó Miss Universe en 1970. Recuerdo ese concurso, esa llegada, ese pasar por la vida. Jamás pensé que algún día, ya de adulto, pudiese conocer esa bella persona, esa calma, esa dama, esa sonrisa eterna.
Marisol es un vivo ejemplo de la mujer puertorriqueña, de la mujer luchadora, del ser humano al que se le presentó una oportunidad en la vida y ganó, se mejoró, se creció y triunfó en múltiples facetas.
En sus fracasos no se arrinconó y culpó a otro(a). No se amilanó. Se reinventaba según el pasar de los años y de las circunstancias, de la sociedad y costumbres de su público, con una visión única de lo que quería y cómo lo quería.
Seguí su trayectoria como directora de la revista más importante en temas sociales que había en Puerto Rico, Imagen . Luego fundó la revista Caras. Entre sus múltiples facetas fue coanimadora de “Noche de Gala” junto a Eddie Miró.
De los 1970-80 me transporto a mayo de 2001, cuando yo fungía como director general para American Airlines. Ese año, contra viento y marea, nos convertimos en el principal auspiciador de Miss Universe en Puerto Rico, que de paso celebraba sus 50 años.
En American Airlines, a nivel nacional, no querían auspiciar el concurso, pues no estaban de acuerdo. Acá nosotros sí y terminamos auspiciándolo con gran éxito para la empresa. Años más adelante, la empresa, al ver el éxito que habíamos obtenido en Puerto Rico, lo auspició en Latinoamérica.
Como parte de esa celebración tomamos la decisión de hacer un evento en el Admirals Club de American Airlines para nuestros VIP. Nuestra meta era tener a las tres Miss Universe puertorriqueñas: Marisol Malaret, Deborah Carthy Deu y Dayanara Torres.
Esa coordinación me llevó a conocer a Marisol, visitarla en una tienda de muebles que acababa de abrir en la avenida Roosevelt y compartir con ella.
Al igual que tuve la oportunidad de conocer a su hija, a su luz, Sasha.
La noche del evento fue magistral. Ella se robó el “show” con su mensaje, su tranquilidad y resplandeciente personalidad.
Marisol, aparte de todos los retos, obstáculos y dificultades que representa ser una Miss Universe a tan temprana edad, fue mucho más allá que una belleza externa. Tenía un don de gente, una brillantez, una calma maravillosa.
Luego se le dio el reconocimiento merecido en vida con su estrella en el paseo de las estrellas en Condado. Que, dicho sea de paso, fue creado por otro gran puertorriqueño, Santiago Villar. Sí, yo sé, él nació en Cuba, pero quería esta tierra más que muchos.
Si miramos hacia atrás, Marisol Malaret se hizo más grande después del concurso de belleza al desarrollar varios talentos que la mantenían muy activa, trabajando, creando, pensando y a la vez motivando.
Dando ese ejemplo de lucha incansable, optimismo natural y dedicación a su hija. Ese gran ejemplo de que “no solo triunfé en la vida por mi belleza natural, por ser una persona resplandeciente, sino porque lo luché y me lo gané”.
Toda esa lucha se produjo en un mundo completamente distinto al que vivimos hoy, un mundo dominado por los hombres. En ese mundo y ante esa adversidad, Marisol Malaret fue reina de reinas.
La belleza de su rostro no solo mostraba lo lindo, lo natural, sino también las batallas de la vida. Las victorias, las cicatrices internas, las derrotas, como también la perseverancia de darle lo mejor a su hija y a su familia.
Luchadora incansable a quien hoy le rendimos tributo. Nuestra eterna reina, Marisol Malaret, descansa en paz.
¡Juzgue usted!
“Marisol es un vivo ejemplo de la mujer puertorriqueña, de la mujer luchadora, del ser humano al que se le presentó una oportunidad en la vida y ganó, se creció y triunfó”