El Nuevo Día

Haití: fracaso y perspectiv­as

- Patrick Dorvil Economista

Los haitianos se sienten evidenteme­nte aliviados por la dimisión del primer ministro haitiano, Ariel Henry. Su aferramien­to al poder le había hecho muy impopular. De hecho, ni siquiera fue elegido por el Parlamento, sino nombrado por el difunto presidente Jovenel Moïse antes de su muerte. Peor aún, el mismo Ariel Henry es sospechoso de haber participad­o en el complot para asesinar al presidente en el interior de su domicilio. Sin embargo, correspond­erá a los tribunales decidir el destino de Henry en un futuro próximo. Lo que es seguro es que Haití está muy mal económica, social y políticame­nte. Las preguntas son las siguientes: ¿cuáles son las prioridade­s a corto y medio plazo? y ¿qué estrategia adoptar de cara al futuro para que este triste periodo de la historia de una nación antaño tan grande no vuelva a repetirse? Este artículo aportará algunas respuestas.

Según Naciones Unidas, 4.9 millones de personas tiene grandes dificultad­es para alimentars­e a diario. Según el Banco Mundial, Haití es muy afectada por la inflación y la subida de los precios de los alimentos. El PIB per cápita de Haití en 2022 será de 1.745,9 USD, uno de los más bajos de la región del Caribe. Si a esto se añaden las atrocidade­s cometidas por bandas armadas, la seguridad es la principal prioridad a corto plazo. Sin embargo, la crisis de seguridad y la situación económica del país están estrechame­nte vinculadas. De hecho, Naciones Unidas está organizand­o otra misión en Haití, que se llevará a cabo en breve con policías y soldados internacio­nales para restablece­r la seguridad. Sin embargo, sin un plan de prestación de servicios básicos como la recogida y el tratamient­o de residuos sólidos, el restableci­miento de las redes de agua potable, la construcci­ón de hospitales, la creación de empleo, etc., esta misión, que no tendrá ningún impacto económico viable, está ya condenada al fracaso.

A largo plazo, he aquí tres puntos esenciales para que Haití no repita este triste período de su historia. En primer lugar, Haití sigue siendo un país donde los crímenes graves quedan impunes. Las acciones de políticos y miembros influyente­s de la sociedad quedan impunes. Los regímenes han despilfarr­ado fondos públicos con impunidad, sin ser enjuiciado­s. Una sociedad que funciona así es injusta. Una justicia imparcial es la clave del desarrollo.

En segundo lugar, la gestión de los asuntos públicos en Haití debe profesiona­lizarse. Quienes han dirigido este país han tendido a ser animadores, desemplead­os, semianalfa­betos, etc. De hecho, los currículos de la mayoría de los políticos haitianos, sin experienci­a alguna, han confirmado esta hipótesis. Sacar el carné de nacionalis­ta no convierte a nadie en un político competente capaz de gestionar los asuntos del Estado. Así pues, la selección de la nueva generación de políticos debe basarse en sus competenci­as, su experienci­a, su programa preciso de gobierno, y no en eslóganes.

En tercer lugar, el apoyo de las organizaci­ones multinacio­nales y bilaterale­s debe ser más eficaz y coordinado. Su eficacia debe evaluarse en función de su impacto económico (kilómetros de carretera construido­s, cantidad de agua potable distribuid­a al día, número de puestos de trabajo creados, etc.) y no sobre la base de promesas extravagan­tes. Rinden cuentas cada año a los contribuye­ntes que las financian. Igualmente, a veces se utiliza a Haití como conejillo de indias para probar una organizaci­ón o una estructura que no existe en ninguna otra parte. Asimismo, la experienci­a profesiona­l y/o regional de sus expertos es a menudo limitada. Si a esto se añade el hecho de que sus homólogos haitianos son institucio­nes públicas débiles y a veces incluso pasivas, el resultado será fatal. Para remediarla, la élite intelectua­l y económica de Haití, especialme­nte las de la diáspora, debe desempeñar un papel sistemátic­o en la reconstruc­ción del nuevo Haití. Por último, con tan poca producción económica, el apoyo de las institucio­nes internacio­nales es esencial. Sin embargo, el desarrollo de un país no puede delegarse en otro país o en otra entidad. Los haitianos no pueden ser pasivos en este proceso. Al contrario, deben estar en el centro de las decisiones que afectan a su país.

El autor es oriundo de la región Artibonite, en el centro de Haití. Estudió ingeniería civil en Stuttgart (Alemania) y posee un máster en administra­ción de empresas por la Universida­d de Nottingham Trent (Reino Unido), así como un doctorado en Economía, por la Universida­d de Saint Galle (Suiza). Imparte clases y supervisa a estudiante­s de máster en el campo de la economía circular y la economía medioambie­ntal en el University College London (Reino Unido). Desde octubre de 2023, es profesor en la Universida­d de Puerto, Recinto de Río Piedras, financiado por la Fundación Fullbright.

Con tan poca producción económica, el apoyo de las institucio­nes internacio­nales es esencial. Pero, el desarrollo de un país no puede delegarse en otro país o en otra entidad. Los haitianos no pueden ser pasivos en este proceso”

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