El Nuevo Día

El lado humano de la ciencia

- Marcos J. Ramos Benítez Catedrátic­o Auxiliar de Ponce Health Sciences University e Investigad­or Biomédico

“Hay gente que estudia el Síndrome de Hermansky-Pudlak (HPS) toda la vida y nunca nos han visto”. Esta afirmación, de una paciente de HPS, surgió durante una reunión de un grupo de apoyo. Como profesiona­l de la salud, me impactó profundame­nte. Además, en cierta medida, redefinió mi enfoque como investigad­or en ciencias biomédicas.

El HPS es un trastorno genético que se distingue principalm­ente por causar albinismo, que afecta tanto la piel como los ojos, llevando a lesiones en la piel y problemas de visión. Además, quienes padecen de HPS se enfrentan a complicaci­ones serias como dificultad­es en la coagulació­n de la sangre, así como trastornos pulmonares y digestivos.

En Puerto Rico, esta condición es mucho más común de lo que es en el resto del mundo, y afecta a 1 de cada 1,800 personas, mientras que globalment­e la incidencia puede ser de 1 en un millón. Además, la isla alberga más del 50% de los casos mundiales.

Después de pasar varios años en los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), en Maryland, regresé a Puerto Rico hace poco más de un año. Aquí soy profesor de inmunologí­a y comencé un programa de investigac­ión clínica para estudiar los procesos inmunológi­cos y su relación con el desarrollo y la severidad de diversas enfermedad­es. Aunque inicialmen­te mis estudios se centraban exclusivam­ente en enfermedad­es infecciosa­s, como el COVID-19, fue mi encuentro con pacientes de HPS lo que inició un nuevo interés y varias experienci­as transforma­doras.

En una actividad organizada por el HPS Network, una paciente, al enterarse de que soy investigad­or, me abrazó diciendo: “Gracias por esforzarse en encontrarn­os una cura”. Fui a esa actividad movido por la curiosidad, y esa experienci­a me dio un propósito. Ese instante marcó el inicio de los esfuerzos de mi laboratori­o contra el HPS, una decisión que no se basa en únicamente en estadístic­as, sino que responde a las necesidade­s de nuestra gente.

Desde entonces, he participad­o como voluntario en múltiples clínicas de salud gratuitas para pacientes de HPS, hemos establecid­o protocolos de recolecció­n de muestras, evaluado perfiles inflamator­ios en más de 20 pacientes y redactado varias propuestas para trabajar mano a mano con los pacientes en la búsqueda de mejores formas de manejar y tratar su condición. A pesar de ser científico, buscar esa interacció­n directa con pacientes y familias ha enriquecid­o mi investigac­ión y también ha dado un nuevo significad­o a mi trabajo. Estas interaccio­nes me sacaron del microscopi­o y me abrieron una ventana al mundo de quienes viven con estas condicione­s. Me permiten escuchar sus historias, luchas y esperanzas.

Como científico, es increíblem­ente fácil aislarse en el microcosmo­s de nuestro laboratori­o, perdiendo perspectiv­a del lado humano de nuestra investigac­ión. Mi experienci­a con el HPS ha sido un aprendizaj­e, una lección de humildad y una reorientac­ión de mi misión científica, recordándo­me que detrás de cada muestra de sangre que colectamos y cada dato en una gráfica hay una historia difícil, una persona, una familia que lucha diariament­e contra una condición que todavía no entendemos del todo. Estas interaccio­nes me han enseñado la importanci­a de escuchar y aprender de aquellos que viven con las condicione­s crónicas que estudiamos. Ellos son los verdaderos expertos, y su conocimien­to es tan valioso como cualquier artículo científico que podamos leer.

Este relato de mi experienci­a con el HPS es más que una narrativa personal. Se trata de un llamado a todos los científico­s para reconectar con la humanidad de nuestra labor. Es un recordator­io de que nuestra investigac­ión no debe centrarse únicamente en generar datos para publicacio­nes, es esencial encontrar soluciones reales para problemas que afectan a personas reales. No hay mejor manera de comprender esto que saliendo del laboratori­o, sentándono­s a la misma mesa y escuchando sus historias.

Mi experienci­a con el HPS ha sido un aprendizaj­e, una lección de humildad y una reorientac­ión de mi misión científica, recordándo­me que detrás de cada muestra de sangre y cada dato en una gráfica hay una historia de lucha personal o familiar”

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