Desasosiego y tristeza por el futuro de Guánica
Qué poderosos y débiles son los conceptos de ciudadanía, libertad, derechos, democracia, bienestar, empatía, salud, ambiente, ante situaciones que reclaman acción inmediata, sabias y valientes decisiones.
¡Me duele Guánica! Todo lo perdimos en un momento cuando supieron que se ocasionaba daño al terreno y a la bahía. Se guardó silencio y ahora con $10 millones se espera crear una burbuja de “accountability” que no es real. El daño es grave y en detrimento a la salud y ambiente. Tiro al fondo de nuestra bahía la posibilidad de un desarrollo económico que hubiese hecho la diferencia en este pueblo que se muere poco a poco.
Hay urgencia y obligaciones que cumplir antes de que los dueños de lo que se conoció como Caribe Nitrogen se olviden de este pueblo sentenciado a enfrentar en solitario las consecuencias de la contaminación. Hay una obligación que ha llegado tardía, arrastrando preguntas. ¿Por qué ahora? ¿Para qué? y ¿Quiénes?
El daño está allí, de la mano de la responsabilidad de los causantes y responsabilidad de nosotros, las víctimas, de reclamar nuestro derecho a la salud, ambiente, bahía. Los $10 millones que paga la compañía contaminante a la EPA en un Superfondo no son suficientes para la limpieza de terrenos y bahía contaminada de manera que se garantice la salud física y ambiental de nuestros habitantes, pueblo, bahía en el presente y futuras generaciones. No resuelve el problema.
No podemos permitir un plan a medias, lo que se puede considerar un lavado de cara. Guánica merece respeto, acción e intervención de muchas agencias gubernamentales, cívicas, comunitarias, abogados, de salud, economistas, prensa, laboratorios y pruebas de terreno, seguridad. Un plan real que atienda nuestro problema y la profundidad de esta situación. Solo así podremos rescatar nuestro pueblo.
Es hora de rendir cuenta de esta crónica de un pueblo que se ha afectado no solo por huracanes y terremotos. Pensemos en la gran probabilidad de que la contaminación posiblemente sea responsable de la muerte de cuántos habitantes afectados. Eso es una carga emocional que no podemos callar.
No se puede esperar al futuro. El momento es en el presente. El tiempo de hablar agarrados a la esperanza de que los que podían harían algo ya quedó atrás. Necesitamos valientes que se atrevan a enrollarse las mangas por un pueblo que necesita un mañana saludable. Las palabras vacías mueren en el fondo de la bahía y la brisa nos relata que el cáncer, enfermedades pulmonares y otras son los monstruos que acechan a diario. No somos noticia pasajera ni relatos de aniversario. Guánica es mi pueblo y mi bahía la más hermosa. Te invito a salvarla.
Ada Vélez Guánica