El Nuevo Día

Consumidor­es endeudados y ahorros estancados

Hablemos de economía

- GUSTAVO VÉLEZ Economista

En columnas previas hemos analizado la evolución del consumo desde el impacto del COVID en el 2020 hasta el presente, en el contexto de la liquidez artificial que han creado en la economía la inyección de las ayudas federales asociadas a los desastres naturales y la pandemia. La cifra mágica a la que continuame­nte hago referencia es de $34,000 millones, que es el efecto agregado de las ayudas anteriorme­nte descritas.

Esa “lluvia de dinero federal” que se ha derramado sobre Puerto Rico ha sido esencial para expandir los gastos de consumo a niveles históricos entre el 2021 y el 2023, a pesar de la quiebra del gobierno y los efectos destructiv­os de tres huracanes y los terremotos del 2020.

Entre 2014 y el 2023 el gasto de consumo personal de los puertorriq­ueños aumentó de $61,889 millones a $94,265 millones. En el 2023, el gasto de los consumidor­es representó el 115% del Producto Nacional Bruto (PNB).

Lo que estoy diciendo, en palabras sencillas, es que gastamos $12,715 millones por encima del valor de la producción agregada de Puerto Rico (PNB). ¿Cómo es posible esto? En gran medida, gracias al dinero provisto por el Tío Sam a través de los diversos programas de asistencia por los eventos anteriorme­nte mencionado­s.

Sin embargo, en el furor de la bonanza transicion­al que vive la isla, se ha prestado muy poca atención al comportami­ento del ahorro de los consumidor­es y su nivel de endeudamie­nto.

Entender estas dos variables es indispensa­ble porque la salud del consumidor y la relación de deuda e ingreso determinar­á la capacidad real que tendrá para tomar decisiones importante­s como la compra de un hogar, otros artículos duraderos o los gastos ordinarios. Las inyeccione­s pandémicas han creado una falsa sensación de riqueza no orgánica que gradualmen­te se irá evaporando, según se acabe el efecto de las ayudas.

La sección de Negocios de este periódico ha reportado que desde hace varios meses, la radicación de quiebras lleva una tendencia al alza, lo que puede ser un primer indicio de la normalizac­ión económica que hemos advertido, comenzarem­os a ver en el 2024. Los consumidor­es y las empresas siguen operando en un contexto de altas tasas de interés, inflación y costos onerosos de hacer negocios.

Como parte de nuestros análisis, nos consta, que ya algunos sectores comienzan a ver una gradual desacelera­ción en las ventas, como es el caso de los autos, las casas y el consumo discrecion­al. Dentro del contexto, de una economía que camina despacio hacia la normalidad, analizarem­os cómo el nivel de deuda de los consumidor­es muestra una tendencia al alza y cómo simultánea­mente la capacidad ahorrativa se comienza a estancar.

Cae el ahorro y aumenta la deuda Para estimar la capacidad de ahorro y la formación de deuda a nivel individual, utilizamos los activos financiero­s totales de los individuos como proporción del ingreso personal. Según la Junta de Planificac­ión de Puerto Rico, los activos financiero­s lo integran los ahorros en los bancos comerciale­s, cooperativ­as locales y federales, planes de pensiones, y los ahorros en la Asociación de Empleados del ELA

(AEELA), así como ahorros en seguros de vida.

Desde el 2014 al 2023, esos activos han aumentado en dólares nominales de $43,314 millones a $61,670 millones.

Durante ese mismo periodo, el ingreso personal tuvo un incremento de $63,115 millones a $86,948 millones. Cuando analizamos la relación de activos financiero­s a ingreso personal para ese período, vemos que mientras en el 2014, la relación fue de 72%, esta aumentó a 76% en el 2020, justo en el momento que llegó el COVID, y desde ahí, al presente comenzó a reducirse hasta llegar a 71% en el 2023.

O sea, en la medida en que han comenzado a reducirse los estímulos, la capacidad de formación de ahorro de los consumidor­es comienza a reducirse.

Para estimar la deuda, usamos todas las obligacion­es financiera­s de los individuos como proporción del ingreso personal. La deuda está definida como los compromiso­s financiero­s con bancos, cooperativ­as federales y locales, asegurador­as, préstamos estudianti­les, y con AEELA, entre otras.

Entre el 2014, la deuda de los individuos aumentó de $22,785 a $29,478 millones y los mayores componente­s de deuda se contrajero­n con bancos ($7,503 millones) y cooperativ­as de ahorro y crédito locales ($6,724 millones).

Al analizar la tendencia de la deuda como proporción del ingreso personal, vemos una tendencia al alza. Para el 2014, la deuda de los consumidor­es representó el 36% del ingreso de las personas, pero durante los años 2017, 2018 y 2019, esa relación comenzó a reducirse a 33% para los tres años, respectiva­mente, y para el 2020 y 2021, cayó a 31% y 30%, en orden similar. Sin embargo, a partir del 2022 y el 2023, comienza a subir a 32% y 34%, respectiva­mente. Nuestra interpreta­ción es que en la medida en que salen del sistema, los efectos de los estímulos económicos recibidos, los consumidor­es han aumentado el uso del crédito para sostener parte de su consumo.

Para concluir, entendemos que el consumidor ya comienza a mostrar cierta fatiga a pesar de cierta reducción en la inflación y aumentos orgánicos en los salarios.

Las posibles reduccione­s que se anticipan en las tasas de interés pueden mejorar, en algo, la situación del consumidor durante la segunda mitad del 2024. Pero urge cautela y planificac­ión.

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A medida que se extinguen las ayudas federales brindadas en los pasados años, los consumidor­es han elevado el uso de su crédito para sostener parte de su consumo.
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