Consumidores endeudados y ahorros estancados
Hablemos de economía
En columnas previas hemos analizado la evolución del consumo desde el impacto del COVID en el 2020 hasta el presente, en el contexto de la liquidez artificial que han creado en la economía la inyección de las ayudas federales asociadas a los desastres naturales y la pandemia. La cifra mágica a la que continuamente hago referencia es de $34,000 millones, que es el efecto agregado de las ayudas anteriormente descritas.
Esa “lluvia de dinero federal” que se ha derramado sobre Puerto Rico ha sido esencial para expandir los gastos de consumo a niveles históricos entre el 2021 y el 2023, a pesar de la quiebra del gobierno y los efectos destructivos de tres huracanes y los terremotos del 2020.
Entre 2014 y el 2023 el gasto de consumo personal de los puertorriqueños aumentó de $61,889 millones a $94,265 millones. En el 2023, el gasto de los consumidores representó el 115% del Producto Nacional Bruto (PNB).
Lo que estoy diciendo, en palabras sencillas, es que gastamos $12,715 millones por encima del valor de la producción agregada de Puerto Rico (PNB). ¿Cómo es posible esto? En gran medida, gracias al dinero provisto por el Tío Sam a través de los diversos programas de asistencia por los eventos anteriormente mencionados.
Sin embargo, en el furor de la bonanza transicional que vive la isla, se ha prestado muy poca atención al comportamiento del ahorro de los consumidores y su nivel de endeudamiento.
Entender estas dos variables es indispensable porque la salud del consumidor y la relación de deuda e ingreso determinará la capacidad real que tendrá para tomar decisiones importantes como la compra de un hogar, otros artículos duraderos o los gastos ordinarios. Las inyecciones pandémicas han creado una falsa sensación de riqueza no orgánica que gradualmente se irá evaporando, según se acabe el efecto de las ayudas.
La sección de Negocios de este periódico ha reportado que desde hace varios meses, la radicación de quiebras lleva una tendencia al alza, lo que puede ser un primer indicio de la normalización económica que hemos advertido, comenzaremos a ver en el 2024. Los consumidores y las empresas siguen operando en un contexto de altas tasas de interés, inflación y costos onerosos de hacer negocios.
Como parte de nuestros análisis, nos consta, que ya algunos sectores comienzan a ver una gradual desaceleración en las ventas, como es el caso de los autos, las casas y el consumo discrecional. Dentro del contexto, de una economía que camina despacio hacia la normalidad, analizaremos cómo el nivel de deuda de los consumidores muestra una tendencia al alza y cómo simultáneamente la capacidad ahorrativa se comienza a estancar.
Cae el ahorro y aumenta la deuda Para estimar la capacidad de ahorro y la formación de deuda a nivel individual, utilizamos los activos financieros totales de los individuos como proporción del ingreso personal. Según la Junta de Planificación de Puerto Rico, los activos financieros lo integran los ahorros en los bancos comerciales, cooperativas locales y federales, planes de pensiones, y los ahorros en la Asociación de Empleados del ELA
(AEELA), así como ahorros en seguros de vida.
Desde el 2014 al 2023, esos activos han aumentado en dólares nominales de $43,314 millones a $61,670 millones.
Durante ese mismo periodo, el ingreso personal tuvo un incremento de $63,115 millones a $86,948 millones. Cuando analizamos la relación de activos financieros a ingreso personal para ese período, vemos que mientras en el 2014, la relación fue de 72%, esta aumentó a 76% en el 2020, justo en el momento que llegó el COVID, y desde ahí, al presente comenzó a reducirse hasta llegar a 71% en el 2023.
O sea, en la medida en que han comenzado a reducirse los estímulos, la capacidad de formación de ahorro de los consumidores comienza a reducirse.
Para estimar la deuda, usamos todas las obligaciones financieras de los individuos como proporción del ingreso personal. La deuda está definida como los compromisos financieros con bancos, cooperativas federales y locales, aseguradoras, préstamos estudiantiles, y con AEELA, entre otras.
Entre el 2014, la deuda de los individuos aumentó de $22,785 a $29,478 millones y los mayores componentes de deuda se contrajeron con bancos ($7,503 millones) y cooperativas de ahorro y crédito locales ($6,724 millones).
Al analizar la tendencia de la deuda como proporción del ingreso personal, vemos una tendencia al alza. Para el 2014, la deuda de los consumidores representó el 36% del ingreso de las personas, pero durante los años 2017, 2018 y 2019, esa relación comenzó a reducirse a 33% para los tres años, respectivamente, y para el 2020 y 2021, cayó a 31% y 30%, en orden similar. Sin embargo, a partir del 2022 y el 2023, comienza a subir a 32% y 34%, respectivamente. Nuestra interpretación es que en la medida en que salen del sistema, los efectos de los estímulos económicos recibidos, los consumidores han aumentado el uso del crédito para sostener parte de su consumo.
Para concluir, entendemos que el consumidor ya comienza a mostrar cierta fatiga a pesar de cierta reducción en la inflación y aumentos orgánicos en los salarios.
Las posibles reducciones que se anticipan en las tasas de interés pueden mejorar, en algo, la situación del consumidor durante la segunda mitad del 2024. Pero urge cautela y planificación.