In Memoriam: Máximo Cerame Vivas
El doctor Máximo Cerame Vivas, eminente científico que en la década del 1960 insertó al Departamento de Ciencias Marinas de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez en la lucha ambiental del país, deja un legado profesional importante que no debe ser ignorado.
Cerame Vivas, quien falleció el pasado miércoles, fue también educador, escritor y pintor. Aunque durante su larga trayectoria, tanto el sector económico como ambientalista tomaron excepción con sus posturas respecto a proyectos específicos, conviene resaltar sus aportaciones en su etapa de guerrero ambiental.
Recuerdo, cuando estaba recién graduado, la acérrima oposición de Cerame Vivas al desarrollo de las minas de cobre. En esa época era muy peligroso oponerse al desarrollo económico de Puerto Rico.
Además, recuerdo claramente cuando radicó un mandamus en la corte para obligar al Departamento de Salud a tomar medidas por el incumplimiento ambiental de la Commonwealth Oil Refining Company (CORCO, por sus siglas en inglés) y las demás industrias en el tercer complejo petroquímico más grande de las Américas, enclavado entonces en el sur del país. Imaginen la rabia de las autoridades y la “todopoderosa” CORCO ante el atrevimiento de este pionero ambientalista.
Su nombre se mencionaría de forma destacada en las principales noticias locales e internacionales, a partir del 3 de marzo de 1968, cuando el buque cisterna Ocean Eagle se partió en dos en la entrada de la Bahía de San Juan. Se derramaron 3.7 millones de galones de petróleo, lo que afectó gran parte de la costa norte de Puerto Rico, desde San Juan hasta Isabela e incluso hacia el Este.
El derrame de combustible, en ese momento fue el segundo más grande a nivel mundial, después de la emergencia del Torrey Canyon, en Inglaterra, en 1967.
Al momento del referido derrame, no existían en Puerto Rico la Junta de Calidad Ambiental ni el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales. A nivel del gobierno estadounidense tampoco existía la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés). Además, no teníamos experiencia atendiendo este tipo de emergencia que, en mi opinión, ha sido la mayor catástrofe ambiental de Puerto Rico.
Cuando se confirmó el gran derrame de petróleo, Cerame Vivas, inmediatamente, trasladó a San Juan el Laboratorio del Departamento de Ciencias Marinas y comenzó a documentar el impacto adverso de lo ocurrido en la vida marina y otros recursos naturales como los mangles.
Junto a los ingenieros Rafael Cruz Pérez y Hamilton Ramírez, el geólogo Pedro A. Gelabert y el licenciado Nicolás Jiménez, asumieron el liderato para responder al reto de remover el petróleo de nuestras playas y aguas costaneras.
Cinco años después, en marzo de 1973, el buque cisterna Zoe Colocotronis encalló cerca de La Parguera. El capitán de la embarcación ordenó descargar allí casi millón y medio de galones de petróleo para poder desencallar la nave. Lo logró y siguió hacia la CORCO. Sin embargo, nuevamente otro derrame afectó nuestras costas, esta vez en el litoral de Lajas a Cabo Rojo.
También, nuevamente, Cerame Vivas integró el grupo de trabajo que se activó para atender la emergencia ambiental. En esta occasion, se concentró en estudiar un área similar no afectada para establecer comparativas. El trabajo fue clave para crear un precedente mundial de exigir y obtener pago por daños ambientales en estos casos. Hasta entonces, solo se pagaba por los costos de limpieza e impactos económicos sobre hoteles, industrias, comercios y pescadores afectados.
Puerto Rico debe reconocer estas importantes aportaciones del doctor Máximo Cerame Vivas, a quien debemos recordar con enorme gratitud.
Cuando se confirmó el gran derrame de petróleo, el doctor Máximo Cerame Vivas, inmediatamente, trasladó a San Juan el Laboratorio del Departamento de Ciencias Marinas y comenzó a documentar el impacto adverso de lo ocurrido en la vida marina y otros recursos naturales como los mangles"