A flor de piel: las mujeres y la cárcel
Ahora que el Departamento de Corrección y Rehabilitación tiene toda nuestra atención es momento adecuado para hacer una reflexión balanceada y ponderada sobre la población de confinados y confinadas del país. Ello nos ayudará a mantener el análisis objetivo, enfocados, sin olvidar que estos, junto a otras comunidades, son partes vulnerables y descartadas de nuestra sociedad. Que si bien es cierto, perdieron su libertad por la comisión de delitos, en ocasiones detestables e incomprensibles, no pierden la dignidad humana, respaldada por nuestro estado de derecho. Además, que conocemos historias de erradas convicciones, gracias a logros de la ciencia y del derecho, y otras de exitosa rehabilitación.
Hermes Ávila Vázquez nos ha llevado a sentir, con razón, repulsión, aversión, hostilidad, y también a cuestionarnos si tenemos legitimidad para considerar que hacer con una vida. Esa deliberación la dejaremos para otro espacio. No obstante, sería impermisible que Hermes nos lleve al extremo y nos haga insensibles frente a muchas otras realidades que se enfrentan en la prisión y que es obligatorio considerar.
La mirada sobre el grupo de personas privadas de su libertad nos permite sacar de la invisibilidad a las mujeres en la cárcel. Son madres, hijas, maestras, trabajadoras del arte y la belleza y mil cosas más, cuyas experiencias y dignidad también deben ser tomadas en consideración, más allá de su condición de prisioneras.
A Flor de Piel lo trae a la discusión pública ofreciendo otra mirada. Esta es una organización no gubernamental y sin fines de lucro, fundada en el 2002 para ayudar y apoyar a las mujeres confinadas y ex confinadas en su reintegración social. La hermosa frase que le da nombre evoca sensibilidad y emoción. Se dice que es sentir algo tan evidente que casi puede verse; el sentimiento, sin filtros ni barreras, ha florecido en la propia piel que como lienzo refleja lo que somos. En un evento, llamado Voces del Silencio, me encontré con ellas. Las participantes compartieron sus vivencias y reflexiones, creando un espacio de empatía y solidaridad entre quienes les atendíamos; un recordatorio de la importancia de escuchar y dar voz a quienes han sido silenciadas.
Cinco extraordinarias mujeres narraron sus historias, dos ya en la libre comunidad, una tercera con grillete, otra en un hogar intermedio y la última aún cumpliendo. Son vocales, fascinantemente expresivas y con muchas otras destrezas; con experiencias distintas, pero tan similares; con deseos de experimentar libertad plena y esa nueva oportunidad. Quieren gozar la maternidad, tener vivienda digna para ellas y su familia y ser vistas capaces de contribuir, no ser sentenciadas de por vida, pues ya están cumplidas. Aquellas todavía en prisión absorben lo que el sistema les da, soñando con la pronta libertad.
Los datos revelan que las mujeres representan alrededor de un 4% de la población confinada, es decir 246. El 80% son madres, más del 70% vivían bajo el nivel de pobreza. La mayoría tienen vidas marcadas por la adversidad, la agresión y la falta de oportunidades, lo que las llevó a cometer errores y delinquir. La realidad es que todas merecen una nueva oportunidad y el derecho a rehabilitarse.
Los recientes acontecimientos en el país claman por explicaciones, claridad y una urgente reforma del sistema penitenciario. Debemos exigir compromiso y acciones efectivas por quienes en año electoral buscan representarnos. Necesitamos propuestas concretas en sus plataformas para mejorar las condiciones y procesos carcelarios, pero también para las condiciones al salir. Si pudiéramos experimentar las emociones a flor de piel estaríamos más comprometidos con acciones que son inaplazables.