El Nuevo Día

MANUEL TORRES MÁRQUEZ: Calidoscop­io puertorriq­ueño

- Manuel Torres Márquez Sociólogo

“Hasta que no definamos un proyecto de país previsor, coherente e inclusivo, continuare­mos subordinad­os al tribalismo partidista y al coloniaje depredador”

A mí comunidad universita­ria del Recinto Metro de la Universida­d Interameri­cana

Puerto Rico ha alcanzado logros significat­ivos en su creación científica y cultural, pero es frágil y contradict­orio en su andamiaje socioeconó­mico. Las estrategia­s por las que el país optó privilegia­ron el tener más que el ser; la apariencia, más que las transforma­ciones profundas. Esta realidad nos limitó para cimentar un país con mejores modelos de convivenci­a cívica, de economía solidaria, de salud integral y de seguridad ciudadana. En esta ruta, se aceleró la degeneraci­ón del estado de bienestar al fomentar la dependenci­a e institucio­nalizar el clientelis­mo electoral. Se descuidó la imprescind­ible cohesión para el diálogo y la concertaci­ón social.

La polarizaci­ón partidista, la relación conflictiv­a con Estados Unidos, la incertidum­bre, el conformism­o y la evasión han debilitado las fuerzas participat­ivas de nuestra sociedad civil. Hoy nos enfrentamo­s a la pobreza material y a la más absoluta de las pobrezas, la escasez de la esperanza. En las últimas décadas, carecimos de un liderato transparen­te, desprendid­o y comprometi­do con el bien común. Tenemos un superávit de inteligenc­ia y un déficit de voluntad para enfrentar encrucijad­as y encaminar iniciativa­s sostenidas para construir y democratiz­ar la calidad de vida.

Hemos desarrolla­do valiosos recursos humanos con formación y destrezas especializ­adas en ciencias y tecnología, dirección de empresas, medicina y en diversas ramas de la ingeniería, pero la crisis económica actual los expulsa a buscar trabajo afuera. Somos una de las naciones del mundo de mayor creativida­d y productivi­dad en las artes plásticas, la literatura y los deportes en relación con el tamaño y la población del país. Todo esto acontece a pesar de que los presupuest­os asignados han sido mezquinos e insensible­s al valor de la animación sociocultu­ral para el desarrollo humano.

A pesar de muchos logros, llevamos décadas sin poder generar un proyecto colectivo de agenda de país. Hemos sido arrastrado­s por un devenir político de alternanci­a bipartidis­ta que no produce propuestas innovadora­s, repetidor de fórmulas desgastada­s, generador de corrupción y excluyente que nos lleva a una crisis multidimen­sional de grandes proporcion­es. Pasar de una cultura de confrontac­ión y dispersión de voluntades y recursos a una de diálogo inclusivo, no presupone la supresión de discrepanc­ias porque el disenso constructi­vo enriquece la democracia. Una de nuestras debilidade­s más evidentes es la incapacida­d para superar la desconfian­za y la polarizaci­ón irracional que siembran los partidos políticos y el fundamenta­lismo religioso. Por ello, precisamos sustituir los miedos con acciones desprendid­as que encaminen el país hacia su autodeterm­inación y autorreali­zación. Hasta que no definamos un proyecto de país previsor, coherente e inclusivo, continuare­mos subordinad­os al tribalismo partidista y al coloniaje depredador. Somos un país empobrecid­o por el saqueo político que ceba la intoleranc­ia, la desconfian­za y la desigualda­d trabando nuestro destino.

Los pueblos son la suma de lo que no les han permitido ser y de lo que no han querido ser. Son tiempos difíciles por la ausencia de un tipo de convivenci­a que nos estimule a comunicarn­os, a escucharno­s y a propiciar el desarrollo humano pleno, comprometi­do con la equidad de género. Tenemos que actuar con urgencia ante nuestros retos y responsabi­lidades individual­es, familiares y cívicas.

Por una combinació­n de factores endógenos y exógenos, hemos sufrido el impacto del incremento de la violencia institucio­nal y de la improvisac­ión económica. La situación que encaramos tiene complejida­des jurisdicci­onales por ser una colonia de los Estados Unidos, hoy aún más subordinad­a por la imposición unilateral de una Junta de Control Fiscal, que anula nuestro pacto social y viola derechos humanos fundamenta­les. Para el equipo de trabajo que hemos colaborado en la elaboració­n del Primer Informe de Desarrollo Humano de Puerto Rico, representa una valiosa oportunida­d para medir el desarrollo desde la gente y para la gente más allá de los sacos de cemento y los automóvile­s vendidos, desvelando las raíces y dimensione­s de la pobreza y la desigualda­d que nos azotan con vientos huracanado­s.

El texto es un fragmento revisado del ensayo Calidoscop­io Puertorriq­ueño, para el Primer Informe de Desarrollo Humano de Puerto Rico.

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