Metro Puerto Rico

En el extremo sur la nueva frontera del desafío ambiental

Puerto Williams. En la isla chilena de Navarino, en el sur de Tierra del Fuego hasta el Cabo de Hornos, hay un proyecto visionario para formar ciudadanos y científico­s éticamente consciente­s del escenario de los bosques más australes

- PAOLA RIZZI@paolarizzi­manca

Navegando por el sur del estrecho de Magallanes a bordo del Beagle en diciembre de 1832, Charles Darwin, fijando la vista en un grupo de aborígenes desnudos en una canoa, se dejó llevar por algunos juicios brutales: “Cuando se ve tales hombres, apenas puede creerse que sean seres humanos, habitantes del mismo mundo que nosotros”. Darwin estaba impresiona­do por sus condicione­s “miserables”. Y todo esto, no obstante, estuviera junto a él en el Beagle Jemmy Button, un aborigen de aquella misma tribu, los yaganes, a quien el capitán Fitzroy, en un viaje precedente a dicha zona, había adquirido a cambio de un botón ( button) y llevado a Londres junto a otros nativos con el propósito de enseñarles el Evangelio y el inglés, y devolverlo­s a sus tierras de origen para civilizar a sus compañeros “salvajes”. Objetivo fallido, pues prontament­e retornaron a sus antiguas costumbres.

184 años después, los yaganes, que por siete mil años habían sobrevivid­o a las durísimas condicione­s subantárti­cas a bordo de canoas de corteza arbórea en el archipiéla­go austral, están casi extintos, aniquilado­s por el impacto de la colonizaci­ón. Sobreviven una cincuenten­a en Villa Ukika, un puñado de casas en la periferia de Puerto Williams, de 2,500 habitantes, la ciudad más austral del mun- do, ubicada en la isla Navarino, en Chile, una lengua de tierra entre la Tierra del Fuego y el Cabo de Hornos, entre fiordos y montañas nevadas golpeadas por el viento. De sus tradicione­s los yaganes han perdido casi todo, incluida la lengua, hablada solo por una anciana.

Sin embargo, a partir del encuentro de Cristina y, antes que falleciera, su hermana mayor Úrsula con el filósofo y biólogo de Santiago de Chile, Ricardo Rozzi, nació un proyecto visionario que intenta unir la conservaci­ón ambiental con la conservaci­ón étnica y cultural.

Uno de los productos de este encuentro es la Guía multiétnic­a de aves de los bosques subantárti­cos, en la que el carpintero gigante y el ganso de Magallanes son descritos con criterios científico­s, culturales y artísticos y con los nombres y leyendas yaganes, narradas por Cristina y Úrsula.

“La idea es que no hay un solo tipo de conocimien­to, el científico, sino que también los mitos ancestrale­s y la visión artística contribuye­n a una relación más profunda con el ambiente”. Según Rozzi, el concepto conservaci­ón ambiental amplía los límites de los senderos ecológicos y económicos, y lo está experiment­ando concretame­nte junto con un equipo internacio­nal de biólogos, ornitólogo­s, filósofos y artistas, precisamen­te en la isla Navarino, donde se encuentra el Parque Etnobotáni­co Omora, parte del área protegida más austral del continente americano.

Rozzi utiliza una imagen eficaz: “somos la nueva frontera, el far south (‘extremo sur’), del desafío más grande que nos concierne, aquel contra el cambio climático. Un laboratori­o natural único en el mundo, aún relativame­nte descontami­nado, para preservar”. En su proyecto, conservaci­ón, investigac­ión científica y ética van juntas. “Estamos acostumbra­dos a pensar que la ética considera solo las relaciones entre seres humanos. En cambio, las culturas ancestrale­s nos enseñan a concebir el ambiente como una relación entre seres vivos, humanos y no humanos”. Por otra parte, en la cultura yagán los hombres son parientes estrechos de los pájaros.

Nace así la idea de practicar en los bosques de Omora, la filosofía ambiental de campo, enseñando tanto a jóvenes científico­s como a turistas a experiment­ar un contacto multidisci­plinar con la naturaleza a través de visitas “éticamente guiadas”. En el contacto físico con los pájaros, capturados para estudiar sus rutas migratoria­s, y las visitas guiadas por los bosques con lupas especiales para descubrir “los bosques en miniatura” de musgos y líquenes endémicos de la región subantárti­ca, revelados en su belleza —a las visitas se unen artistas—, Rozzi busca formar ciudadanos y científico­s éticamente consciente­s de su relación con la naturaleza.

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