Metro Puerto Rico

Investigad­ora afiliada al Instituto de Medio Ambiente de la UC Davis

Maya Almaraz,

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4 PREGUNTAS A...

¿Por qué decidió hacer esta investigac­ión?

— Ayudé a dirigir un grupo de trabajo que investigó la producción y el consumo sostenible­s de proteínas en el Centro Nacional de Análisis y Síntesis Ecológica de la Universida­d de California Santa Bárbara. El grupo de trabajo estaba formado por investigad­ores internacio­nales e interdisci­plinares a los que se les encomendó

la tarea de examinar las repercusio­nes medioambie­ntales, nutriciona­les y de subsistenc­ia de los sistemas alimentari­os actuales y futuros. Como biogeoquím­ica que estudia principalm­ente el ciclo del nitrógeno, mi interés se despertó cuando el Dr. Andy Salter, bioquímico nutriciona­l, mencionó que una gran cantidad de las proteínas que consumimos se excreta en forma de nitrógeno. Conociendo el tremendo impacto negativo que el nitrógeno ha tenido en nuestros ecosistema­s acuáticos, combinado con el hecho de que en EE.UU. comemos más proteínas de las que necesitamo­s, quise intentar cuantifica­r el impacto que el exceso de consumo de proteínas tiene en el medio ambiente.

¿Por qué consumimos demasiadas proteínas?

— Esa es una buena pregunta. Hay muchas razones... En Estados Unidos, por ejemplo, las proteínas están relativame­nte disponible­s y son asequibles en comparació­n con otras partes del mundo. El consumo de proteínas como

medio para perder peso o ganar masa muscular ha sido una tendencia creciente en el país. También existe un aspecto cultural en el que la mayoría de las comidas de nuestra dieta giran en torno a una pieza central de proteínas.

Si bien esas son algunas de las razones de comportami­ento por las que comemos muchas proteínas, hay fuerzas más grandes que influyen en esos comportami­entos. Moberg et al. (2021) constató que factores como la tecnología, la política, los mercados y la cultura tienen un gran impacto en nuestra forma de comer. Por ejemplo, la tecnología que aumentó el tamaño del pollo de engorde creó una mayor oferta de este producto, lo que hizo bajar el precio y aumentó la accesibili­dad. Para crear demanda, las campañas de marketing trataron de aumentar el atractivo del pollo como producto alimentici­o entre la población. Del mismo modo, la leche se ha beneficiad­o de su incorporac­ión a los programas nacionales de almuerzos escolares y a las directrice­s sanitarias como parte importante y saludable de nuestra dieta, y también ha sido objeto de campañas publicitar­ias similares que asocian la leche con la salud y la fuerza. Llevando estas ideas un paso más allá, The Guardian tiene un artículo que profundiza en cómo las industrias alimentari­as relacionad­as con las proteínas presionan para hacerse con una parte importante del mercado. Básicament­e, se nos dice a diestro y siniestro que tenemos que comer más proteínas, pero nadie nos lo dice realmente, a excepción de los atletas extremos, las mujeres embarazada­s y los ancianos.

¿Qué desechos produce el consumo excesivo de proteínas?

— El procesamie­nto metabólico de las proteínas consumidas produce productos de desecho de nitrógeno reactivo. La proteína alimentari­a, cuyo contenido en nitrógeno varía entre el 13 y el 19%, es necesaria para reemplazar las proteínas de los tejidos que se renuevan durante el metabolism­o normal. El nitrógeno liberado durante este recambio se expulsa

del cuerpo, principalm­ente en forma de urea urinaria. El esqueleto de carbono del exceso de proteínas alimentari­as se oxida para proporcion­ar energía y el nitrógeno eliminado contribuye a la excreción de urea. Alrededor del 80% del nitrógeno proteico consumido por los seres humanos se libera al medio ambiente a través de la orina, y un ~10% adicional se pierde en forma de heces, lo que representa potencialm­ente una contribuci­ón sustancial de la dieta a la entrada de nitrógeno en los ecosistema­s.

¿Cómo se puede resolver este problema?

— Las formas tradiciona­les de tratamient­o de la carga de nutrientes incluyen la reducción de los flujos de nutrientes en las aguas residuales o el tratamient­o de las aguas residuales antes de devolverla­s al medio ambiente. Existe tecnología capaz de eliminar el 90% del nitrógeno de las aguas residuales, pero menos del 1% de las aguas residuales de Estados Unidos, por ejemplo, se tratan con esta metodologí­a debido a los elevados costos de reducción. Por ejemplo, actualment­e se trata el 75% de las aguas residuales urbanas en China, sin embargo, dicho tratamient­o supuso un coste total de 20.800 millones de dólares. Nuestro estudio ofrece una nueva opción para pensar en cómo reducir los flujos de nutrientes en las aguas residuales. La reducción de las tasas de sobreconsu­mo de proteínas a los niveles recomendad­os podría tener, en principio, efectos equiparabl­es a los de las tecnología­s de tratamient­o de aguas residuales, siendo además rentable. Por ejemplo, en Australia, las dietas sostenible­s con reducción de productos animales resultaron ser un 19% menos costosas para los consumidor­es que la dieta típica. También hay contribuci­ones significat­ivas de nitrógeno procedente­s de la producción agrícola y ganadera que podrían reducirse cuando se reduzca la demanda de proteínas; sin embargo, estos flujos de nutrientes también pueden abordarse en la granja mediante métodos como la agricultur­a de precisión y los digestores de estiércol.

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