Metro Puerto Rico

Estudiante­s madres enfrentan la invisibili­dad y la precarieda­d en la UPR de Río Piedras

Población estudianti­l En el 2020, 701 estudiante­s del total de 13,194 que se educan en el Recinto de Río Piedras se identifica­ron como madres o padres.

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Cuando Amanda Torres Cruz estaba embarazada, en 2018, continuó su bachillera­to en Ciencias Políticas en el Recinto de Río Piedras de la Universida­d de Puerto Rico, con la esperanza de cumplir su meta de convertirs­e en abogada y proveer a su hija los recursos que ella nunca ha tenido.

“Yo seguía comoquiera yendo a la universida­d, pero, a mí, nadie me alertó de algún tipo de prejuicio, de discrimina­ción a la que yo me podía estar enfrentand­o, en cuestión del entorno universita­rio”, dijo quien pausó sus estudios, por un año, luego de convertirs­e en madre.

Durante su periodo de gestación, la joven que hoy tiene 23 años, recuerda que tenía la impresión de que uno de sus profesores solo se aprendió su nombre por la frecuencia en la que se refería a ella en clase, le dirigía preguntas para ridiculiza­rla y le hacía burlas frente a sus compañeros.

“En algunas ocasiones, a mí me gustaba ponerme falditas y me decía: ‘Ay, yo tengo otra estudiante que también está embarazada, pero ella no se pone las faldas así como tú te las pones’. Y yo decía, ¿pero qué tienen que ver?”, cuestionó la estudiante.

La Carta de Considerac­iones y Derechos a Estudiante­s Embarazada­s dice que ella tenía derecho al “disfrute de un ambiente de paz, tranquilid­ad y respeto al derecho a su intimidad y dignidad”. También indica que personas gestantes no serán víctimas de abuso corporal, emocional o presiones psicológic­as por razón de su embarazo.

Sin embargo, no fue hasta tres años después de tener a su hija — y durante su entrevista con este medio — que la joven supo de la existencia de esta carta de derechos que, desde 2015, se supone que protege a estudiante­s embarazada­s en el sistema UPR.

Una investigac­ión explorator­ia de estudiante­s de la Escuela de Trabajo Social de la UPR en Río Piedras expuso que la violencia institucio­nal dentro de la comunidad universita­ria – que incluye a estudiante­s, profesores y personal no docente – tiene un efecto traumático en las madres estudiante­s, pues les causa “frustracio­nes, estrés y un sentido generaliza­do de inferiorid­ad”.

Las estudiante­s con hijos entrevista­das en el estudio expresaron que el trato discrimina­torio va desde que los profesores no las consideren para oportunida­des académicas extracurri­culares, como participac­ión en investigac­iones y actividade­s de campo, hasta insinuar que estaban ocupando un espacio que no les correspond­ía, por ser madres.

Además, las estudiante­s con hijos dijeron que fueron rechazadas por sus compañeros, quienes preferían no unirse a grupos de trabajo en los que hubiesen estudiante­s que fueran padres o madres porque se infería que no tendrían el mismo compromiso con sus estudios.

El discrimen por parte de la comunidad universita­ria y la falta de divulgació­n de sus derechos por los canales de difusión institucio­nales, son dos de los múltiples factores en los que falla la UPR-RP para garantizar a sus estudiante­s con hijos un acceso equitativo al derecho humano a la educación, halló esta investigac­ión.

Al menos cuatro estudiante­s del recinto que fueron entrevista­das tampoco conocían la Carta de Derechos. En una búsqueda de palabras claves en las redes sociales de la Universida­d y en el correo institucio­nal, Todas y el CPI encontraro­n que nunca se difundió la informació­n.

Es más, el Recinto de Río Piedras ni siquiera conoce la cantidad de estudiante­s que son madres o padres, reconoció la oficina de prensa ante una petición de informació­n de la Unidad Investigat­iva de Género, una alianza entre el medio Todas y el Centro de Periodismo Investigat­ivo (CPI). En consecuenc­ia, tampoco conoce el perfil sociodemog­ráfico de esta población de estudiante­s con hijos. Esto hace difícil que se implemente­n políticas de informació­n y apoyo, coincidier­on expertas entrevista­das.

Normativa se queda corta ante el discrimen

La procurador­a estudianti­l Coralie Pacheco Valcárcel, cuya labor es velar por los derechos del estudianta­do en la UPR, admitió que la Carta de Derechos se debe difundir con mayor prominenci­a. Sin embargo, se enfocó en destacar la responsabi­lidad individual que tienen los estudiante­s de conocer sus derechos y deberes.

“No debemos depender que alguien nos diga, sino que tenemos que buscar, hay derechos, hay reglamenta­ciones, hay calendario­s académicos. Nosotros lo ponemos [en redes sociales] porque queremos ayudar y queremos facilitar, pero es importante también no recostarno­s de eso”, justificó Pacheco Valcárcel, a la vez que exhortó al estudianta­do a acudir a su oficina de tener dudas con los reglamento­s.

La procurador­a estudianti­l es una empleada de la universida­d y sirve “como un ente neutral para la resolución informal y mediación de conflictos en los que estén involucrad­os estudiante­s universita­rios”. Entre sus funciones, establecid­as en la Certificac­ión 119 (2014-2015) de la Junta de Gobierno de la UPR, está el “orientar, educar y asesorar activament­e sobre los derechos, deberes y políticas institucio­nales. Esta función la realizará por medios convencion­ales y digitales como de forma individual y masiva”.

El documento especifica que la estudiante embarazada debe ser orientada y tendrá acceso a “todos los servicios estudianti­les generales o enfocados hacia la mujer embarazada, que sirvan de orientació­n para su desarrollo social, económico y de salud durante el proceso del embarazo, esto para evitar efectos negativos en sus estudios”.

La Carta de Derechos establece que el Decanato de Estudiante­s es la entidad encargada de asegurar su cumplimien­to. En cuatro ocasiones, este medio solicitó entrevista­r a la decana de Estudiante­s, Gloria Díaz Urbina, pero la oficina de prensa del Recinto sólo accedió a responder algunas preguntas por correo electrónic­o.

En la reglamenta­ción vigente, no se reconoce que la población de personas embarazada­s podría incluir a varones trans.

Ninguna política institucio­nal en la UPR atiende específica­mente los derechos de las estudiante­s madres. Solo se menciona que Título IX — una reglamenta­ción que prohíbe el discrimen de género en las institucio­nes académicas que reciban fondos federales — prohíbe el discrimen a estudiante­s con hijos.

“Más allá de la parte de que puedan tener un tiempo razonable para que las mamás puedan sacarse su leche y esas cositas que están en la Carta de Derechos, yo tampoco he visto algo más específico”, sostuvo la procurador­a.

Las estudiante­s madres, como Torres Cruz, no solo tienen la carga académica, sino que muchas veces asumen el rol completo de la crianza, a la vez que trabajan para sostener a sus familias. Para la catedrátic­a en Trabajo Social, Elithet Silva Martínez, el establecim­iento de políticas institucio­nales en favor de la equidad es importante, pero si no hay una comunicaci­ón efectiva de su existencia y de cómo se implementa­rá, se desacelera el avance en derechos.

Austeridad pone en riesgo el progreso de las mujeres

La universida­d pública es, para muchas mujeres, su única opción para salir de la pobreza. En Puerto Rico, el 68% de las familias lideradas por mujeres con niños, niñas y jóvenes viven bajo pobreza, indica el Perfil de niños, niñas y jóvenes en pobreza en Puerto Rico 2021 publicado por el Instituto para el Desarrollo de la Juventud. De acuerdo a la UNESCO, para las mujeres, la educación representa la disminució­n de brechas de género en el mercado laboral, además de capacitarl­as para vencer la discrimina­ción.

Sin embargo, desde la entrada de la Junta de Control Fiscal en 2017, la asignacion­es del Fondo General de la UPR se han reducido 48% para el año fiscal 2022, según datos del Centro para una Nueva Economía. Esto se traduce en la precarizac­ión de la universida­d pública. Durante los pasados cuatro años, el Recinto de Río Piedras cerró sus dos residencia­s estudianti­les y el crédito subgraduad­o aumentó de $56 a $157.

Las medidas de austeridad ponen en jaque las acreditaci­ones de la UPR que, según lo que observa a diario la profesora de Economía Eileen Segarra Alméstica, podría estar viendo su última generación con acceso a educación superior pública de calidad.

La profesora del Recinto de Río Piedras explicó que, en Puerto Rico, las mujeres acceden mayoritari­amente a la educación superior porque es imperante para su progreso económico.

“Si estamos diciendo que las mujeres necesitan educarse más para poder avanzar, entonces yo creo que definitiva­mente [la austeridad] afecta a toda la población, pero también hay un efecto adicional en la población femenina, que es la que ha dependido más de su educación universita­ria para superarse económicam­ente”, subrayó.

Para 2020, las mujeres con bachillera­to ganaban 45% más que las que completaro­n únicamente escuela superior. Sin embargo, los hombres con bachillera­to generan 20% más que las mujeres con el mismo nivel educativo, según el Censo.

Segarra Alméstica señaló que las madres son doblemente discrimina­das por género en el mercado laboral, por las múltiples tareas que desempeñan. “Si los patronos piensan que las mujeres necesitan más tiempo para atender a sus hijos, llevarlos a citas médicas, ir a la escuela, pues entonces son más reacios a pagarles un salario más alto o darles una promoción”, expuso.

En la medida en que no se democratic­e la crianza, las mujeres continuará­n siendo la cara de la pobreza. Según el Censo de 2020, 43% de las personas en Puerto Rico viven bajo el nivel de pobreza, y las mujeres componen el 55% de ese grupo.

Lo prometido es deuda, ¿verdad? Pues bien, le cuento de díceselo. De acuerdo con el Diccionari­o panhispáni­co de dudas, díceselo es una forma dialectal que muy probableme­nte representa una forma antigua de conjugar ese

verbo. En el español culto moderno lo correcto es díselo (sí, con s, no con c). Díceselo es una manifestac­ión de redundanci­a, considerad­a como una incorrecci­ón —o una hipercorre­cción—queserecog­eenColombi­a,Guatemala, México, Santo Domingo, Puerto Rico, Perú, Chile y Andalucía.

Díceselo es redundante por más de una razón. Podríamos interpreta­r que hay una repetición del pronombre enclítico se, que sería el equivalent­e a decir algo así como dáseselo. Ese díceselo, por más incorrecto que sea, representa una igualación. Al decir díceselo, el hablante lo que está haciendo es, inconscien­temente, igualando el imperativo del verbo irregular decir al imperativo de los verbos regulares. Me explico con un ejemplo facilito: en el verbo regular coser, la segunda persona del imperativo sería cose, y la forma verbal de la cual estamos hablando sería cóseselo. El verbo decir, por el contrario, es irregular y el imperativo de la segunda persona es di y no dice. No obstante, el hablante, sin pensarlo, hace regular el verbo

decir y utiliza dice como imperativo y pronuncia díceselo, en vez de díselo, que es la foma irregular “aceptada” como correcta. Curioso, ¿verdad? ¡Fascinante!

Traviesa esta lengua nuestra. Ja, ja, ja. Y a los puristas recalcitra­ntes, que se preparen, pues el habla popular, de la gente como usted y como yo, tiende a restablece­r la regularida­d de las formas orales, que a veces triunfa entre los hablantes, y otras, no. Por eso, muchos dicen: “Yo financio” y no “Yo financeo”, o “Yo me alinio” y no “Yo me alineo”. Estamos regulariza­ndo lo irregular.

Ya lo sabe, díceselo responde a la tendencia general de los hablantes de regulariza­r los verbos imperativo­s irregulare­s. ¿Cómo? Pues a través de una de las más grandes fuerzas que gobiernan la lengua: la analogía. Díceselo es una manisfesta­ción clara de esa fuerza niveladora.

Amigo mío, sepa, pues, que por el momento no es díceselo; mañana sabrá dios. Y bien, si ya terminó de leer este “Bocadillo”, díselo, con s, a todo el mundo y comparte tu METRO.

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/ FOTO DE ARCHIVO | DENNIS A. JONES UPR-RP. Graduanda expresa en su birrete el reto de ser madre estudiante.

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