Metro Puerto Rico

Cuando duele el alma

- POR Juan Manuel Frontera Vicepresid­ente del Proyecto Dignidad

Sí, el alma puede llegar a doler, a resquebraj­arse y arroparse con un cinismo desesperan­zador. Como decía Paulo Freire, “la desesperan­za nos inmoviliza y nos hace sucumbir al fatalismo en que no es posible reunir las fuerzas indispensa­bles para el embate recreador del mundo”. Es por lo que en esos momentos de fragilidad profunda es imprescind­ible el abrazo solidario, la fuerza del prójimo, la presencia firme y silenciosa de quienes procuran nuestro bienestar. No son momentos de discursos, o de clichés o frases simplonas y felices. Mucho menos de micrófonos y cámaras. Son momentos en donde el dolor se comparte de tal manera que nos permite vestirnos de una empatía madura, que no minimiza, sino que llora ante el reflejo de nuestra propia fragilidad, no para que se quede allí, sino

para que nos movamos adelante.

El joven poeta granadino Fernando Valverde, en su poema dedicado a su hija Celia, escribe:

«La vida es una casa donde habita un extraño,/un jardín del pasado al que no volverás,/una orilla que buscas con miedo a los fantasmas./Pero también la vida/es una luz detrás de una ventana/ cuando la oscuridad/ ocupa cada hueco y cada continente».

Así, el poeta, al reflexiona­r sobre el sufrimient­o, el dolor y el daño, trata de convencer a sus lectores de que es la pérdida lo que causa el dolor. Y el recuerdo de las cosas perdidas siempre nos acompaña en el dolor. Por eso, para él, los recuerdos son el daño más obstinado, porque son el espejo interior que refleja la visión más clara de las cosas que amamos. Pero no podemos quedarnos allí,

mirando fijamente a ese espejo de dolor, exhorta el poeta, sino que de esas experienci­as dolorosas debe surgir la certeza que el camino hacia la felicidad es imposible hacerlo de nuevo, “no es posible perseguir un rastro sobre nuestras propias huellas”. Solo queda avanzar en busca de un futuro esperanzad­or, a esa “luz detrás de una ventana”.

Paulo Freire era fiel creyente en la esperanza, pero no en cualquier esperanza, sino en la esperanza enraizada en el caminar, concreta, palpable, capaz de ser abrazada por el corazón y con el intelecto. La esperanza para Freire no era un mero sentir. La esperanza es necesaria, pero no es suficiente solo sentirla.

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