Por Dentro

ARQUITECTO de memorias

ENRIQUE VIVONI FARAGE NOS HABLA SOBRE SU VIDA Y SU OFICIO EN LOS QUE SE UNEN LA IDENTIDAD Y LA HISTORIA

- POR CARMEN GRACIELA DÍAZ Especial El Nuevo Día

En el imaginario hay palabras que al pronunciar­las remiten a imágenes que son como líquidas, que son difíciles de palpar aunque tengan olor, sonidos, color. Con las memorias ocurre eso, que a veces se hacen sentir como presencias que aunque no están en un territorio concreto, hacen lo indecible por estar.

Sin embargo, también pasa que muchas de esas memorias se disuelven si no se les brinda empeño, si no se les toma en cuenta; y contra ello lucha el arquitecto e historiado­r Enrique Vivoni Farage. Pero para alguien que escogió como medio para vivir la ciencia y arte de edificios y estructura­s, no extraña que hable de la memoria en esos términos. Como algo maleable, que pesa y tiene forma. “Nosotros sin memoria... es como una estructura sin cimientos. En algo nos tenemos que apoyar”, pronuncia quien reconoce esas remembranz­as individual­es y de pueblo en diversos agentes y lugares porque memorias son muchas y de distintas fuentes. Las mías, las suyas, las de él.

Vivoni Farage, que identifica en los edificios persistent­es lecciones de cultura, inspira seriedad pero de inmediato revela que es de esa clase de personas que desde un humor que brota repentinam­ente hace que sus ideas retumben. Al hacerle el acercamien­to para la entrevista que produjo este escrito, dijo que esperaba no aburrirme. Sabía que no sería así y la verdad es que nunca hubo un instante de aburrimien­to. Después de la primera pregunta, vino otra anticipaci­ón antes de su respuesta. “Déjame ver qué cuento te hago que no sea el peor”, manifestó y así se inauguró nuestra conversaci­ón en una oficina que nunca utiliza en el Archivo de Arquitectu­ra y Construcci­ón de la Universida­d de Puerto Rico (AACUPR) en Río Piedras.

Los siete libros que ha gestado en torno a la arquitectu­ra estaban cerca, incluido el más reciente Mira la mar, Miramar (Editorial de la Universida­d de Puerto Rico, 2012) y no podía ser de otra forma porque de algún modo, las páginas de cada uno encapsulan lo que ha sido su pasión, su vocación y su trabajo de 27 años en la docencia.

“No soy el tipo de arquitecto run of the mill, como dicen, porque decidí irme más por la historia y la teoría de la arquitectu­ra y aunque tuve oficina por un tiempo luego decidí estudiar el doctorado en la Universida­d de Pensilvani­a y dedicarme a la docencia y la investigac­ión”, cuenta quien, al estudiar, dicha universida­d lo envió a tomar seminarios de archivísti­ca y pulió su pensamient­o arquitectó­nico al ayudar organizar el archivo de planos del arquitecto norteameri­cano Louis Kahn.

El deseo de continuar la corriente archivísti­ca que había adoptado desde sus estudios no lo abandonó pero al regresar al país se topó con lo que percibió como un vacío. “Me dije, ‘Contra si voy a hacer investigac­ión de arquitectu­ra en Puerto Rico, que es lo que me entusiasma, no sé adonde ir. O voy a tener que recorrer las calles buscando los edificios, donde no me van a decir quien los diseñó, o tendré que ir como un picaflor de archivo a archivo a saber que es lo que tienen’ ”, dice quien transformó su anhelo personal en la necesidad de darle forma a un sitio, para realizar investigac­iones, que beneficiar­an a otros.

Así fue, y sigue siendo desde su fundación en 1986 cuando el ENRIQUE VIVONI FARAGE, el cuarto de d familia corsa. Las raíces, de algún modo, h Ensayos de sus arquitectu­ras, vidas y fortun espa iden plan chod azuc cum Toro pezó recib dow

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EN ESTA IMAGEN, del verano de 2006, posa junto a estudiante­s de la Escuela de Arquitectu­ra de la UPR que formaron parte de investigac­ión para el libro Mira la mar, Miramar.
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EL ARQUITECTO­llevó grupos de estudiante­s a Córcega en los veranos de 2007 a 2012 para documentar, entre otros aspectos, las casas que se construyer­on con dinero de América. Aquí comparte junto a algunos de sus estudiante­s durante una estadía en París.
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