“NO SOY NI ESCRITOR NI ARTISTA. Simplemente pongo las manos ahí y todas estas cosas empiezan a ocurrir”
años de soledad”, de Gabriel García Márquez, y en estos días ha retomado “El Gíbaro”, de Manuel Alonso.
“No leí muchas novelas, excepto las que me dieron en la escuela, pero me pude nutrir de mucha historia. A veces pienso que en Puerto Rico escribimos mucho hacia el ombligo como si el mundo no existiera. Y creo que desde el ombligo es que yo me voy a proyectar”, apunta sobre el deseo de escribir desde su país hacia el mundo.
Adelanta que en esa dirección ya tiene escritas dos novelas inéditas, “Las islas nacen libres” y “Mansión Georgetti”, en la que se desnudará como autor al presentar una historia cercana a su vida, inspirada en la demolida casa santurcina, diseñada por el arquitecto Antonín Nechodoma, la cual estaba forrada de mosaicos y vitrales.
“Ahí fue que yo los vi”, dice para así regresar a las manos y hablar de ese otro gran amor que siente por el trabajo en cristal.
Es entonces cuando Ferraioli traza algunas de las similitudes entre esos dos mundos artísticos que lo habitan y que lo acercan a otra dimensión donde el tiempo deja de existir.
“No sé cómo explicarlo, pero yo digo que no soy ni escritor ni artista. Yo soy interlocutor. Yo no digo, 'wao, Eddie el vitralista'. No. Yo simplemente pongo las manos ahí y todas estas cosas empiezan a ocurrir”, expresa sobre los misterios de la creación, para luego decir que la similitud es la alteración de la conciencia.
“La creatividad es la misma. Igual que con la mano, igual que con la palabra”, concluye sin advertir que está rodeado de sus obras y que sus codos están apoyados sobre ese manuscrito artesanal, que es un acto de fe y amor, que es lo más parecido a la poesía que había perdido y que encontró entre mosaicos.