CON MEMORAR
Con memorar este aniversario nos abre a la posibilidad de reunirnos y, en solidaridad, tratar de encontrar el sentido común y particular de esta experiencia
Hace un año, el huracán María atravesó la isla de Puerto Rico. Para los habitantes de la isla, la vida empezó a decirse antes y después de María. El huracán marcó el tiempo, tanto como marcó nuestras vidas. Desde las coordenadas de la teoría psicoanalítica, lo “traumático” de esta experiencia tiene que ver con la imposibilidad de encontrar un sentido. Con memorar este aniversario nos abre a la posibilidad de reunirnos y, en solidaridad, tratar de encontrar tanto el sentido común como particular de esta experiencia.
En los pasados meses, dos anuncios del remoto paso de un huracán nos hizo ver cómo opera aquello que se dice traumático. Corridas en los supermercados, compras compulsivas, ansiedades en las noches, imposibilidad de dormir, falta de planes del gobierno para atender este tipo de fenómenos atmosféricos propios de la geografía de la isla. Aquello que se dice “traumático” justifica el que se repitan actos que no encuentran explicación ni sentido.
Mucho se habla en estos últimos días del diagnóstico del desorden de “stress post traumático”. El orden es lo que nos da la posibilidad de anticiparnos correctamente a las cosas. Se produce un desorden cuando lo que esperamos es diferente a lo que sucede. Tres componentes tiene este desorden entre lo que se espera y lo que realmente sucede, (1) “el stress ”, (2) “lo post” o “lo que viene después de” y (3) lo “traumático”.
El stress , como se suele llamar también a la ansiedad, aunque ligado en el lenguaje común al futuro, conlleva un componente de lo que viene “después de”. Pensemos como ejemplo en Adán y Eva en el paraíso, siguiendo la propuesta de Kierkegaard de que la ansiedad está ligada al pecado ¿Qué stress o ansiedad podían sentir ellos en el paraíso? Siguiendo el pensamiento de este filósofo, la experiencia del pecado es aquella que permite al sujeto reconocer que el futuro, más que un paraíso, se plantea como un camino con obstáculos. De allí, que la ansiedad es para Kierkegaard un afecto primordial. Todos los seres humanos la sentimos. A pesar de ser en sí misma una dificultad, la ansiedad señala el camino. Ahora bien, ¿cómo pensar que una experiencia se quede fijada de tal manera en el psiquismo, o mente para usar el nombre de uso común, que la nostalgia del paraíso, la culpa por el pecado, o la insatisfacción eterna en las nuevas condiciones de vida enfrenten al sujeto una y otra vez al sufrimiento? ¿Qué es un trauma? ¿De qué se trata una experiencia traumática?
El dato clínico que aporta Freud y que constatamos una y otra vez en nuestros consultorios de psicoanalistas, es que cuando una persona habla de experiencias traumáticas para el discurso corriente, estas se asocian en sus palabras a experiencias singulares de su particular historia de vida. En la clínica, es como si cada uno contara su pecado original, o como se lo llama también: mortal. De allí que la ansiedad que señala lo traumático, a pesar de decirse generalizada, tiene una manifestación particular para cada cual, señala a cada cual su camino. Lo traumático tiene un componente de repetición de lo sabido que no se sabe, que es a la vez colectivo y singular. Mi propuesta es que para ir más allá de este trauma y repetición, tanto colectivo como singular, es importante con memorar. En este mes de septiembre, reunirnos, conversar, hacer unos minutos de silencio, dejar de lado nuestros teléfonos por unas horas y reflexionar sobre la experiencia vivida; ya que:
Conmemorar este año del huracán María, es una manera de ir más allá de esta repetición del dolor y el sufrimiento colectivo y singular.
l Conmemorar este año del huracán María es abrir una puerta a reunirnos a tramitar, elaborar y encontrar un sentido a la experiencia. Hablar de lo sentido trans- forma el sentido. Con sintiendo, sintiendo con otros y aun escuchar lo que los otros han sentido, plantea una posibilidad de aprender de los errores para poder estar con uno mismo y con el otro de manera sana.
Conmemorar este año del huracán María, es una posibilidad de hacer el duelo, de aquellos que perdimos, y lo que de nosotros perdimos con ellos.
Conmemorar este año del huracán María, es también reconocer la responsabilidad que tenemos como ciudadanos, y que cuando votamos y elegimos a aquellos que nos representan, son ellos los que tendrán un decidir sobre las cuestiones de vida y muerte que afectan a la población.
Conmemorar este año del huracán María, nos permite reconocer que por más “pegados” que estamos a la tecnología, hemos sabido vivir sin ella. Hemos vuelto a encontrarnos, mirarnos, hablarnos sin que medie pantalla de por medio, sin quedarnos sin batería. Hemos sido capaces de salir a la calle a ayudar a otros, hemos descubierto la satisfacción en la solidaridad, en el placer de cocinar y dar de comer a otros, de recibir el regalo de una invitación a comer de un vecino, de los juegos de mesa, de niños jugando en la calle nuevamente, de lo poco que necesitamos para lograr sonreír, reír “a pesar de”.
Conmemorar este año del huracán María, más allá de la resilencia, de volver a silenciar el sufrimiento, nos permite atravesar la dificultad de contar con un tejido simbólico que nos permita memorar con otros, y así volver a ser gente.
La autora tiene un doctorado de la Universidad de Puerto Rico. Ejerce su práctica privada en San Juan y con las comunidades de Villa Calma en Toa Baja.