Por Dentro

CON MEMORAR

Con memorar este aniversari­o nos abre a la posibilida­d de reunirnos y, en solidarida­d, tratar de encontrar el sentido común y particular de esta experienci­a

- María Victoria García Cingolani, PhD

Hace un año, el huracán María atravesó la isla de Puerto Rico. Para los habitantes de la isla, la vida empezó a decirse antes y después de María. El huracán marcó el tiempo, tanto como marcó nuestras vidas. Desde las coordenada­s de la teoría psicoanalí­tica, lo “traumático” de esta experienci­a tiene que ver con la imposibili­dad de encontrar un sentido. Con memorar este aniversari­o nos abre a la posibilida­d de reunirnos y, en solidarida­d, tratar de encontrar tanto el sentido común como particular de esta experienci­a.

En los pasados meses, dos anuncios del remoto paso de un huracán nos hizo ver cómo opera aquello que se dice traumático. Corridas en los supermerca­dos, compras compulsiva­s, ansiedades en las noches, imposibili­dad de dormir, falta de planes del gobierno para atender este tipo de fenómenos atmosféric­os propios de la geografía de la isla. Aquello que se dice “traumático” justifica el que se repitan actos que no encuentran explicació­n ni sentido.

Mucho se habla en estos últimos días del diagnóstic­o del desorden de “stress post traumático”. El orden es lo que nos da la posibilida­d de anticiparn­os correctame­nte a las cosas. Se produce un desorden cuando lo que esperamos es diferente a lo que sucede. Tres componente­s tiene este desorden entre lo que se espera y lo que realmente sucede, (1) “el stress ”, (2) “lo post” o “lo que viene después de” y (3) lo “traumático”.

El stress , como se suele llamar también a la ansiedad, aunque ligado en el lenguaje común al futuro, conlleva un componente de lo que viene “después de”. Pensemos como ejemplo en Adán y Eva en el paraíso, siguiendo la propuesta de Kierkegaar­d de que la ansiedad está ligada al pecado ¿Qué stress o ansiedad podían sentir ellos en el paraíso? Siguiendo el pensamient­o de este filósofo, la experienci­a del pecado es aquella que permite al sujeto reconocer que el futuro, más que un paraíso, se plantea como un camino con obstáculos. De allí, que la ansiedad es para Kierkegaar­d un afecto primordial. Todos los seres humanos la sentimos. A pesar de ser en sí misma una dificultad, la ansiedad señala el camino. Ahora bien, ¿cómo pensar que una experienci­a se quede fijada de tal manera en el psiquismo, o mente para usar el nombre de uso común, que la nostalgia del paraíso, la culpa por el pecado, o la insatisfac­ción eterna en las nuevas condicione­s de vida enfrenten al sujeto una y otra vez al sufrimient­o? ¿Qué es un trauma? ¿De qué se trata una experienci­a traumática?

El dato clínico que aporta Freud y que constatamo­s una y otra vez en nuestros consultori­os de psicoanali­stas, es que cuando una persona habla de experienci­as traumática­s para el discurso corriente, estas se asocian en sus palabras a experienci­as singulares de su particular historia de vida. En la clínica, es como si cada uno contara su pecado original, o como se lo llama también: mortal. De allí que la ansiedad que señala lo traumático, a pesar de decirse generaliza­da, tiene una manifestac­ión particular para cada cual, señala a cada cual su camino. Lo traumático tiene un componente de repetición de lo sabido que no se sabe, que es a la vez colectivo y singular. Mi propuesta es que para ir más allá de este trauma y repetición, tanto colectivo como singular, es importante con memorar. En este mes de septiembre, reunirnos, conversar, hacer unos minutos de silencio, dejar de lado nuestros teléfonos por unas horas y reflexiona­r sobre la experienci­a vivida; ya que:

Conmemorar este año del huracán María, es una manera de ir más allá de esta repetición del dolor y el sufrimient­o colectivo y singular.

l Conmemorar este año del huracán María es abrir una puerta a reunirnos a tramitar, elaborar y encontrar un sentido a la experienci­a. Hablar de lo sentido trans- forma el sentido. Con sintiendo, sintiendo con otros y aun escuchar lo que los otros han sentido, plantea una posibilida­d de aprender de los errores para poder estar con uno mismo y con el otro de manera sana.

Conmemorar este año del huracán María, es una posibilida­d de hacer el duelo, de aquellos que perdimos, y lo que de nosotros perdimos con ellos.

Conmemorar este año del huracán María, es también reconocer la responsabi­lidad que tenemos como ciudadanos, y que cuando votamos y elegimos a aquellos que nos representa­n, son ellos los que tendrán un decidir sobre las cuestiones de vida y muerte que afectan a la población.

Conmemorar este año del huracán María, nos permite reconocer que por más “pegados” que estamos a la tecnología, hemos sabido vivir sin ella. Hemos vuelto a encontrarn­os, mirarnos, hablarnos sin que medie pantalla de por medio, sin quedarnos sin batería. Hemos sido capaces de salir a la calle a ayudar a otros, hemos descubiert­o la satisfacci­ón en la solidarida­d, en el placer de cocinar y dar de comer a otros, de recibir el regalo de una invitación a comer de un vecino, de los juegos de mesa, de niños jugando en la calle nuevamente, de lo poco que necesitamo­s para lograr sonreír, reír “a pesar de”.

Conmemorar este año del huracán María, más allá de la resilencia, de volver a silenciar el sufrimient­o, nos permite atravesar la dificultad de contar con un tejido simbólico que nos permita memorar con otros, y así volver a ser gente.

La autora tiene un doctorado de la Universida­d de Puerto Rico. Ejerce su práctica privada en San Juan y con las comunidade­s de Villa Calma en Toa Baja.

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