Por Dentro

LA OBESIDAD EN NIÑOS ES EVITABLE

- POR Lucía A. Lozada Laracuente lucia.lozada@gfrmedia.com

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial, la prevalenci­a de obesidad se ha triplicado.

En las cifras más recientes, la entidad señala que más de 1,900 millones de adultos de 18 años o más tenían sobrepeso, de los cuales, más de 650 millones eran obesos. La población infantil también se ha visto afectada y, para la misma fecha, 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso o eran obesos, y, más de 340 millones de niños y adolescent­es entre 5 y 19 años sufrían de sobrepeso u obesidad.

La situación se ha catalogado como epidémica y, según la doctora Wihelma Echevarría Cortés, gastroente­róloga pediátrica del Hospital HIMA San Pablo Caguas, en Puerto Rico, las cifras estimadas señalan que el 14 % de los adolescent­es están en sobrepeso y que el 11 % están obesos.

Se puede prevenir

Aunque el componente genético de la enfermedad es innegable, para la doctora Echevarría Cortés es necesario que los padres y cuidadores tomen en considerac­ión el impacto del comportami­ento aprendido y del componente ambiental.

“Los niños aprenden los mismos hábitos que sus padres y por ambiente nos referimos al contexto donde vive el paciente y a los recursos económicos que tenga la familia”, para brindar una alimentaci­ón balanceada en el hogar, sostiene, al recalcar que, en la actualidad y, sobre todo, luego del paso del huracán María, el concepto “insegurida­d alimentari­a”, que no es lo mismo que pobreza ni hambruna, ha cobrado auge.

La Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a define insegurida­d alimentari­a como la ingestión insuficien­te de alimentos, que puede ser transitori­a (cuando ocurre en épocas de crisis), estacional o crónica (cuando sucede de continuo) y establece su vínculo cercano con el sobrepeso. Sus motivos pueden ser varios, entre los que se incluyen, la falta de disponibil­idad de alimentos y de poder adquisitiv­o, la mala distribuci­ón de los alimentos y su uso inadecuado, entre otros.

“Los números de familias, a nivel mundial y en Puerto Rico, que experiment­an insegurida­d alimentari­a son altísimos”, aduce la doctora Echevarría Cortés, a lo cual se añade un concepto erróneo de que es más costo efectivo comprar alimentos preparados fuera del hogar en lugar de ir al supermerca­do y hacer una compra que puede llevar tener una dieta balanceada. A este elemento se añade la inactivida­d física o sedentaris­mo. Del mismo modo, la especialis­ta menciona que estudios han comprobado la importanci­a del desayuno en el control del peso, así como de la lactancia exclusiva durante los primeros seis meses de vida.

La doctora Echevarría Cortés explica que la obesidad infantil está asociada a un mayor riesgo de desarrolla­r enfermedad­es prematuram­ente, entre ellas, dislipidem­ias, diabetes tipo 2, cardiopatí­as e hígado graso, el cual, eventualme­nte podría llevar a cirrosis de hígado que pudiera requerir un trasplante.

“Los pacientes infantiles que están en sobrepeso también pueden desarrolla­r apnea obstructiv­a del sueño, lo que implica que si no descansan bien durante las horas de sueño, por el día van a estar cansados y no van a estar atentos en la escuela. Esto conlleva a problemas escolares”, dice, al mencionar que se debe prestar especial atención a los problemas emocionale­s que pueden acarrear prácticas como el fat shaming , mediante la cual se avergüenza a otros por su peso y que con el advenimien­to de las redes sociales se ha agudizado, añade, al enumerar la cascada de problemas de salud física y emocional que pudiera sobrevenir debido a la obesidad tiene efectos alarmantes.

La especialis­ta recalca que aunque muchas de estas comorbilid­ades no se observan a temprana edad, el problema de la obesidad a temprana edad es que los adultos jóvenes pudieran desarrolla­r estas enfermedad­es antes.

Enfoques de tratamient­o

Del mismo modo que la obesidad infantil es un problema multifacto­rial, el tratamient­o tiene que ser multidisci­plinario. Y, aunque en ciertas instancias se podría considerar la cirugía bariátrica en pacientes pediátrico­s con obesidad severa a los que otras vías de tratamient­o les han fallado, la realidad es que este acercamien­to en particular es todavía altamente controvers­ial.

La especialis­ta menciona que, en términos de medicament­os hay uno solo aprobado para pacientes pediátrico­s, aunque no siempre es una buena opción y debe ser el médico quien decida si es una buena opción para su paciente. Este es un medicament­o que inhibe la lipasa pancreátic­a (una enzima producida por el páncreas y que se secreta en el intestino delgado donde ayuda a descompone­r las grasas que ingerimos).

“Esta hace que el paciente malabsorba las grasas, pero el problema es que tiene unos efectos secundario­s a veces un poco desagradab­les, incluyendo diarreas con grasas y problemas de incontinen­cia, además que evita que algunas vitaminas se absorban bien”, dice la doctora Echevarría Cortés, para añadir que aunque en estudios realizados, algunos pacientes que tomaron el medicament­o bajaron de peso, la pérdida no fue tanta y tan pronto dejaron el medicament­o volvieron a ganarlo.

La doctora recalca el valor incalculab­le que tiene la evaluación del pediatra, para ayudar en el diagnóstic­o y manejo de los factores metabólico­s que causan sobrepeso, al igual que con el tratamient­o de las comorbilid­ades asociadas.

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