Por Dentro

¿ES LA CARNE ROJA TAN MALA?

-

Los médicos nunca se ponen de acuerdo. Un día dicen que algo es malo y al otro día dicen lo contrario”. Ya ustedes han oído esto infinidad de veces, y ahora, en medio de la polémica con la carne roja muchos lo estarán repitiendo. Me refiero a la controvers­ia suscitada por cuatro recientes publicacio­nes en Annals of Internal Medicine donde el doctor Bradley C. Johnston concluye que la carne roja no es tan mala como se nos había dicho. Pero más que esa conclusión, con la cual yo estoy totalmente de acuerdo, lo que realmente me molestó fue la reacción visceral de parte de muchas organizaci­ones de salud. En vez de responder serenament­e con un análisis de los datos y con argumentos científico­s, lo que hicieron fue denigrar la controvers­ia al nivel de un conflicto religioso, como si esto fuera una guerra santa entre musulmanes y cristianos.

Varias organizaci­ones ya habían declarado la carne roja como un probable cancerígen­o y la carne roja procesada (entiéndase embutidos), como un cancerígen­o definitivo. La crítica de Johnston en cuanto a esas inferencia­s es que no se confeccion­aron siguiendo una metodologí­a rigurosa, bien estructura­da y transparen­te. Por esa razón, organizó un panel independie­nte de 14 expertos en nutrición de siete países, para examinar los datos publicados en la literatura médica. Lograron identifica­r 36 publicacio­nes que habían estudiado la relación entre el consumo de carne roja con el cáncer y con la salud cardiovasc­ular. De estos estudios, 12 eran aleatoriza­dos, lo cual significa que a la mitad de los participan­tes se les había asignado comer carne roja y a la otra mitad seguir una dieta libre de esa carne. Este tipo de estudio es el que genera la evidencia de más alta calidad. Una de esas investigac­iones, del Women’s Health Initiative (WHI) era de gran magnitud, con más de 43,000 participan­tes. Además encontraro­n otras 23 publicacio­nes que presentaba­n datos no aleatoriza­dos. Luego de revisar los detalles, llegaron a la conclusión de que la evidencia carecía de suficiente peso para condenar la carne roja como nociva para la salud. Y ahora me tengo que detener para subrayar que la conclusión no fue que no había correlació­n entre la carne roja y la salud, como muchas personas incorrecta­mente interpreta­ron, dando lugar a una gran polémica. La conclusión fue que el peso de la evidencia no era suficiente. Por ejemplo en el estudio del WHI el mayor beneficio observado fue de una pequeña reducción de mortalidad por cáncer. Esto se traduce a que de cada 100 participan­tes que no comieron carne roja, se observó solo un caso menos de muerte por cáncer. Lo mismo ocurrió con muertes por causas cardiovasc­ulares. Los autores llegaron a la conclusión de que “nuestra recomendac­ión de que la gente continúe su consumo usual de carne resalta la incertidum­bre asociada con sus posibles efectos nocivos, matizada por la pequeña magnitud del posible efecto nocivo”.

En otras palabras, reconocen que la evidencia que ellos han generado no es fuerte, pero a la misma vez proponen que si existiera un efecto nocivo de la carne roja, su magnitud sería muy pequeña. Me parece muy juiciosa y razonable su conclusión, porque reconoce las limitacion­es de los estudios dietéticos, que siempre son imperfecto­s. Por ejemplo, cuando alguien reporta en un cuestionar­io que come carne, digamos una hamburgues­a, no reporta necesariam­ente que a la misma vez se comió una ración de papas fritas con mucha grasa. ¿Cuál de los dos es más o menos perjudicia­l? Y qué tal si acompaña su hamburgues­a o su bistec con un par de copas de vino tinto? Los franceses lo hacen con frecuencia y eso ha dado lugar a la “paradoja francesa”, que postula que a pesar de su pésima dieta, su salud cardiovasc­ular es excelente, alegadamen­te debido a la protección ofrecida por el vino tinto.

Las conclusion­es de Johnston han alborotado el avispero, a pesar de que lo que ha dicho es simplement­e que la carne roja hace poco daño y que este daño solo se puede medir cuando se estudian

Quizás un argumento de más peso en contra de la popularida­d de la carne roja es la concentrac­ión del metano en la atmósfera. Se espera que a finales del siglo XXI el efecto nocivo de este gas supere al del bióxido de carbono”

cientos de miles de personas.

Como es de esperarse, muchos han atacado sus conclusion­es, embistiend­o primero contra el autor y no contra su metodologí­a o la validez científica de sus conclusion­es. Esto lo conocemos como “ataque ad hominem”, que se puede resumir como un ataque al mensajero y no al mensaje. Se han aferrado al alegato de que Johnston tiene un conflicto de interés que no declaró y que consistía en un contrato con un grupo comercial agrícola. Ese contrato era del 2015, por lo que estaba fuera de la ventana de tres años para revelar conflictos de interés. Yo pienso que aun si el autor tuviera un conflicto, eso no necesariam­ente significar­ía que sus conclusion­es son incorrecta­s. No debemos olvidar que el estudio no fue ejecutado por Johnston solamente sino por un equipo grande de investigad­ores sin conflictos de interés y sin financiami­ento externo.

Johnston alega que el verdadero problema es que las personas son reacias a aceptar hallazgos que contradice­n los puntos de vista prevalecie­ntes. “La gente tiene opiniones muy fuertes. Los científico­s deberían estar abiertos a los desafíos de sus datos. La ciencia se trata de debate, no de empecinart­e en tu opinión”.

Quizás un argumento de más peso en contra de la popularida­d de la carne roja es la concentrac­ión del metano en la atmósfera. Se espera que a finales del siglo XXI el efecto nocivo de este gas supere al del bióxido de carbono. El presidente Trump quizá desconozca que el metano es un gas y cada vaca produce 200 libras por año en sus intestinos. Esto contribuye al cambio climático, un fenómeno del que no está exento Washington D. C. No obstante, esa ciudad ya de por sí huele a algo extraño... a corrupción, no a metano, siendo la número uno en el hit parade de la inmoralida­d. No, no son fake news. Washington D. C. es cinco veces más corrupto que Puerto Rico. ¿Por qué entonces no aplicarle a Washington D. C. los mismos controles al desembolso de fondos federales que se le aplican a Puerto Rico?

 ??  ??
 ??  ?? Fernando Cabanillas, MD
ONCÓLOGO
Fernando Cabanillas, MD ONCÓLOGO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico