DE LA PSORIASIS
Los años universitarios son un periodo de desafíos en la vida del estudiante. Y si a estos les sumas las consecuencias del peor evento atmosférico que ha trastocado la existencia de cada insular —como fue el huracán María— no es de extrañar que hayan surgido diagnósticos de diversas condiciones, en especial, una visible y permanente: la psoriasis.
Así fue la historia de Pedro (nombre ficticio), pero probablemente haya otros que lleven la “procesión por dentro”.
“Tenía unas “capitas” (escamas) en la piel, pero pensaba que era resequedad”, recuerda. Llegó, entonces, el huracán... Luego, el regreso a la rutina ahogada en experiencias nunca antes vividas... Las clases se reanudaron, pero todo cambió. El universitario, como la inmensa mayoría de los locales, no tenía luz, “tenía mil exámenes, las clases terminaban en diciembre, cada día tenía que buscar un lugar dónde comer” y, entre muchas otras vicisitudes que estaba enfrentando, su estrés alcanzó un nivel que nunca había sentido.
Fue, entonces, que se fijó más en la resequedad que exhibían sus codos. “Estaban superresecos. De la nada, me empezaron a salir unos callos en las palmas de las manos y en los dedos; en la cabeza, cuando me rascaba, se me salía la piel”, detalla.
Pedro se preocupó, habló con su mamá y visitaron a un dermatólogo, quien le confirmó el diagnóstico.
¿Psoriasis? “Ni sabía lo que era”, dice. El dermatólogo le explicó los pormenores de la condición, entre los que el universitario destaca, que era de por vida y autoinmune.
Le inyectaron el medicamento en las áreas afectadas, logrando una mejoría.
Sin embargo, el estrés continuaba y empeoró. “Me salió en las rodillas, en los dedos, fue más complicado; se ponían bien resecos y sangraban. En las partes que uno mueve, como las manos, se rompía la piel”, ilustra.
A su progenitora le dijo que lo que estaba sintiendo no era calidad de vida. “Mami, me duele demasiado; hasta escribir me duele” y “no me veía saludable”, explica. Volvieron al dermatólogo, comenzaron a inyectarlo mensualmente y “mejoré muchísimo”.
Los cambios a su estilo de vida
Si hay algo que empodera a un paciente es conocer. Pedro tomó acción para controlar la enfermedad, siguiendo las instrucciones médicas y educándose. Porque sabe que la psoriasis, al igual que el tratamiento que recibe, compromete el hígado, así que apenas consume alcohol; también maneja su estrés, usa jabones especiales y cambió su dieta. Opta por quinua, pollo, leche de almendras, bajó dramáticamente las grasas y eliminó los lácteos.
“Hay mucha gente que la 'siente', pero no es el fin del mundo, hay soluciones. Edúcate, sigue el tratamiento y realiza cambios en tu estilo de vida” Pedro
El apoyo es un aliciente
A medida que sus familiares, amigos y su novia se fueron enterando, Pedro quedó en shock con la cantidad de personas conocidas que también la padecen; entre estos una prima y dos amigos. Es, precisamente, esta red de apoyo la que lo mantiene informado sobre noticias y estudios sobre la psoriasis. “Me estaba descascarando todo y ha significado mucho para mí, en especial, mi novia, el que estén conmigo, me apoyen y entiendan que es una condición que no tiene cura, pero sí hay soluciones para controlarla”, expresa.