LA CURIOSA HISTORIA DE LOS ANTICUERPOS MONOCLONALES
Temprano en la mañana fui sorprendido por un titular noticioso: “Los anticuerpos monoclonales podrían reducir las hospitalizaciones por COVID, ¿por qué no se usan?” La noticia continuaba así: “Es la primera vez durante la pandemia que nuestros recursos superan con creces la demanda”. ¿Exactamente a qué se referían? Me imagino que todos recordarán cuando el ya expresidente Trump (muchos dudábamos si algún día podríamos llamarle ex), se “auto dio de alta” del Hospital Walter Reed a pocos días de haber sido hospitalizado. Se bajó del helicóptero frente a Casa Blanca, con actitud desafiante… pero no podía ocultar su dificultad respiratoria. Su tratamiento incluyó, entre varios medicamentos, un anticuerpo monoclonal que en ese momento era experimental. El “experimento” funcionó bien, pues a los pocos días ya se había recuperado. El ex gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, y el ex alcalde de la ciudad de Nueva York, Rudy Giuliani, también recibieron anticuerpos monoclonales como tratamiento cuando se infectaron con COVID.
En un ensayo clínico de la compañía Regeneron, se demostró que un coctel de dos anticuerpos, casirivimab e imdevimab, redujo el número de hospitalizaciones relacionadas con el virus. Eventualmente la FDA autorizó su uso para tratar pacientes con COVID recién diagnosticados, no hospitalizados, con enfermedad de leve a moderada. Los resultados de otro anticuerpo monoclonal de la compañía Lilly, conocido como Bamlanivimab, también fueron positivos y la FDA lo aprobó. Ambos anticuerpos están dirigidos contra la proteína S del virus.
El pasado 27 de septiembre, en otra columna, toqué este tema y planteé la siguiente pregunta: ¿les parece lógico tratar a todos lo que tienen enfermedad de leve a moderada para mejorar el pronóstico de solo un 6%...? Mi contestación fue: “depende de cuánto cueste el tratamiento. Si estamos hablando de un tratamiento barato y sin toxicidad, pues entonces sí, vale la pena. Aunque todavía no sabemos cuánto costará, me atrevería a augurar que, basado en el costo de otros anticuerpos, costará unos $6,000 o más”.
Pues el costo al paciente todavía lo desconocemos, pero por el momento, el gobierno de los Estados Unidos lo está ofreciendo gratis. El gobierno compra estos medicamentos a las compañías farmacéuticas. Ya ha comprado unas 950,000 dosis de Bamlanivimab, el anticuerpo monoclonal de Lilly, para un total de más de $1,000 millones. A Puerto Rico se le ha asignado aproximadamente la misma cantidad que a Rhode Island, cuya población es la tercera parte de la nuestra. Pero no importa, ya verán porqué.
El gobierno además firmó un contrato para comprar 1,250,000 dosis de los anticuerpos casirivimab e imdevimab a la compañía Regeneron por un valor de casi $3,000 millones. Si combinamos la compra a Regeneron con la de Lilly, tenemos un gran total de casi cuatro “billones” de dólares invertidos en estos anticuerpos monoclonales.
Ya que estos monoclonales pueden salvar muchas vidas, no es nada escandaloso para un país del primer mundo invertir esta cantidad por el “bienestar de sus ciudadanos”. Desde luego, uno esperaría que como todas estas dosis están disponibles libre de costo, encima de la publicidad favorable que les hizo Trump, se hubiese agotado el suplido de los medicamentos. Para mi asombro y pasmo, aproximadamente solamente cerca de 10% de las dosis disponibles para todo Estados Unidos y Puerto Rico se han utilizado. ¿Por qué, a pesar de eso, el gobierno firmó con Regeneron en enero 2021 un segundo contrato para producir una inmensa cantidad adicional de anticuerpos? ¿Porque los médicos no están prescribiendo estos anticuerpos? No es por falta de enfermos, eso debe estar claro: enfermos sobran.
Antes de contestarles, un poco de trasfondo. Estos tratamientos están destinados a ser utilizados en las primeras etapas de la infección, idealmente durante los primeros 7-10 días para tratar aquéllos con alto riesgo de desarrollar enfermedad grave. Los anticuerpos fueron aprobados para tratar pacientes no hospitalizados, con síntomas leves a moderados.
Los anticuerpos monoclonales no son muy fáciles de administrar. La infusión intravenosa tarda una hora, y los pacientes tienen que ser monitoreados durante otra hora adicional. En Puerto Rico, los infectólogos o los neumólogos son los que usualmente manejan estos casos. Son muy pocos los infectólogos que tienen oficinas privadas. Casi siempre manejan los casos dentro de los hospitales. Los neumólogos sí tienen oficinas, pero usualmente no cuentan con un área de infusión. La solución sería administrarla en el hogar del paciente, pero por temor a las reacciones anafilácticas muy pocas compañías en Puerto Rico administran este medicamento en la casa.
En su novela Catch-22, John Heller describe una situación ficticia en la Fuerza Aérea: a un hombre que voluntariamente continúa volando misiones de combate sumamente peligrosas, lo considerarían loco, pero si hace una petición formal para ser relevado de tales misiones, el acto mismo de radicar la solicitud demostraría que está cuerdo y por lo tanto no sería posible relevarlo.
La solución más lógica para facilitar la administración de estos anticuerpos, sería ingresar a los pacientes al hospital, ya que ahí contamos con todas las facilidades para manejar estas reacciones adversas, pero caeríamos en un razonamiento circular, típico de “Catch 22”. El medicamento entonces se debiera administrar dentro del hospital, pero la FDA ordena que los pacientes deben ser manejados fuera del hospital para poder ser elegibles al tratamiento con estos anticuerpos.
Hay un problema adicional, y es que no sabemos cuán efectivas serán las vacunas contra COVID en personas que han recibido tratamiento con uno de esos anticuerpos monoclonales. Esos anticuerpos están dirigidos en contra de la proteína S y por tanto la remueven de la sangre. Sabemos que la eficacia de las vacunas contra Covid depende de que el cuerpo produzca sus propios anticuerpos naturales en contra de esa proteína. Entonces, al remover la proteína S de la sangre, las vacunas no serán capaces de evocar la producción de anticuerpos naturales. Por lo tanto, si alguien recibe uno de esos anticuerpos monoclonales, debe retrasar la administración de la vacuna por tres meses con la idea de darle tiempo al cuerpo para que los elimine.
¿Será pura casualidad que Trump prefirió favorecer el anticuerpo de la compañía Regeneron, a pesar que Lilly estaba más avanzada en sus investigaciones? Es de conocimiento público que el CEO de Regeneron, Leonard “Lenny” Schleifer, es amigo de Trump y pertenece al Trump National Golf Club. Aunque estemos colaborando con Trump y “Lenny” a salir de esa mercancía muerta que está desperdiciándose, no obstante es mercancía salvavidas. Busquemos una forma de usarla. Recuerden mi consejo: no metan la política en la ciencia… pero sí la ciencia en la política.
Para mi asombro y pasmo, aproximadamente solamente cerca de 10% de las dosis disponibles para todo Estados Unidos y Puerto Rico se han utilizado.