Por Dentro

ME VACUNÉ. ¿DEBO TEMERLE A LAS NUEVAS CEPAS?

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Primero la cepa británica, luego la sudafrican­a y ahora la brasileña. Todos hemos oído a alguien hacer alarde de “soy boricua de pura cepa”. Sabemos bien que se refiere a que es auténtico. Nada que ver con una cepa boricua del virus, al menos todavía. Cuando hablamos de las cepas variantes del COVID, nos referimos a que no es el virus auténtico, sino el mismo virus, pero con algunas diferencia­s en su estructura.

¿En que difieren estas cepas variantes? Se originan debido a mutaciones, o sea, cambios que ocurren en el material genético, usualmente ADN, pero en el caso del virus de COVID, el material genético se compone de ARN (RNA en inglés). Ese código genético puede alterarse, lo cual resulta en la producción de una proteína aberrante y diferente a la original. Esto es lo que llamamos una mutación. Las cepas variantes más importante­s del COVID tienen una mutación en el gen de la proteína S, que es como una antena que el virus usa para poder enchufar con un receptor y entrar a nuestro cuerpo. La lógica nos dice que si esa proteína S es tan importante para permitirle al virus infectarno­s, entonces las mutantes deben tener una importanci­a incuestion­able.

Cuando nos vacunamos, producimos anticuerpo­s dirigidos contra la proteína S a la cual se adhieren, neutralizá­ndola y evitando que el virus nos infecte. Si ocurren cambios en el gen que la codifica, entonces la estructura de esa proteína va a alterarse y podría ser que los anticuerpo­s no la reconozcan y no la combatan.

En este momento hay tres variantes que estamos siguiendo de cerca, la del Reino Unido, la de Sudáfrica y la de Brasil. La del Reino Unido es preocupant­e por su mayor capacidad de contagiar y mayor letalidad. La de Sudáfrica es alarmante por su supuesta mayor resistenci­a a las vacunas y al tratamient­o con anticuerpo­s monoclonal­es. Pero para algunos científico­s, la peor variante es la que surgió a principios de diciembre en Manaos, Brasil, y para mediados de enero ya había causado un resurgimie­nto masivo de casos en toda esa ciudad. La brasileña lleva un conjunto particular­mente peligroso de mutaciones. Mientras que la variante del Reino Unido tardó unos cuatro meses dominar en Londres, la brasileña tardó sólo un mes en infectar Manaos.

Ahora bien, lo que no me cuadra es como la variante del Reino Unido, que también ha penetrado mucho en Estados Unidos, no se esté reflejando en aumentos en estos países. En ambos, la tasa de casos nuevos, en vez de ir subiendo, ha ido descendien­do marcadamen­te en las últimas semanas. En contraste, estamos viendo un aumento serio en la tasa de casos nuevos en todo Brasil y, en estos días, se detectó el primer caso confirmado de esa variante en los Estados Unidos.

¿Qué podemos hacer para controlar el problema de las variantes? La del Reino Unido no representa un problema en cuanto a la eficacia de las vacunas existentes, pero las de Brasil y Sudáfrica se supone que sí las resistan, al menos parcialmen­te. ¿A qué se debe esto? La mutación de la cepa británica involucra solo una parte pequeña de la proteína S (la antenita que les dije), por tanto los anticuerpo­s que producimos neutraliza­n el resto de esa proteína que no contiene mutaciones. Sin embargo, las mutaciones de las otras dos cepas son mucho más extensas, afectando muchos puntos en la proteína S, lo cual seriamente interfiere con la efectivida­d de la vacuna.

Para colmo de males, científico­s en el Reino Unido acaban de informar que la variante de ese país ha desarrolla­do otra mutación que puede ayudar al virus a evadir la inmunidad. La mutación no es nueva, sino que se ha visto también en las variantes brasileña y sudafrican­a. Experiment­os de laboratori­o sugieren que esa mutación puede amortiguar la eficacia de las vacunas.

Pero mucho de estos datos se derivan de estudios en el laboratori­o que no necesariam­ente se

Las mutaciones de las otras dos cepas son mucho más extensas, afectando muchos puntos en la proteína S, lo cual seriamente interfiere con la efectivida­d de la vacuna.

traducen a la vida real. Nuestro sistema inmune no se limita solamente a la producción de anticuerpo­s. Existe otra forma de inmunidad en contra del virus, que es la que llamamos inmunidad celular, la cual funciona de manera diferente. Esta inmunidad celular nos la confiere algunas células de la sangre llamadas linfocitos, que son capaces de atacar al virus directamen­te. Por esa razón puede que los resultados de laboratori­o que se limitan a medir los anticuerpo­s, sean en parte engañosos.

También debemos considerar el tipo de vacuna utilizada. Los datos de la vacuna Astra Zéneca son los más preocupant­es porque tuvieron que detener su uso en Sudáfrica ya que no ofreció protección contra el COVID leve a moderado. Sin embargo puede que sea capaz de proteger contra infección severa o letal, pero no he visto esos datos. Las vacunas Pfizer y Moderna utilizan tecnología completame­nte diferente a la de Astra Zéneca y no sabemos cuán eficaces son contra la variante sudafrican­a. De todos modos ya las compañías están desarrolla­ndo nuevas vacunas en contra de estas cepas.

Y si fallan las vacunas y los anticuerpo­s monoclonal­es, ¿qué nos queda? La metilpredn­isolona usada en el momento preciso de la enfermedad, como hacemos en nuestro protocolo del Auxilio Mutuo, es sumamente efectiva y no veo razón para que no funcione contra estas cepas.

Hay quienes se oponen a las vacunas porque les preocupa que desconocem­os sus efectos a largo plazo. A corto plazo ya conocemos prácticame­nte todos sus efectos, pero me atrevo a predecir varios a largo plazo: el más prominente es la caída en la bolsa de valores de compañías organizado­ras de reuniones virtuales, también de las que producen mascarilla­s y “hand sanitizer”.

Aparte de esto, creo que es muy poco probable que se produzcan otros efectos serios a largo plazo. Espero no tener que comerme mis palabras.

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