Por Dentro

EL PROBLEMA DE NEUROCIRUG­ÍA: RESPETO MÁS QUE DINERO

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Comienzo esta columna de forma atípica: agradecién­dole al gobernador Pierluisi el haber asignado rápidament­e fondos al Centro Médico de Puerto Rico para resolver el aprieto serio por el cual atraviesa la Isla con la desacredit­ación del programa de residencia de neurocirug­ía. Pero, en este caso, aunque el dinero sin duda es parte del problema, no es el único factor en esta complicada ecuación.

Aunque es poco común, no es insólito que se desacredit­e un programa de adiestrami­ento en neurocirug­ía. En 2020, dos programas perdieron la acreditaci­ón, el de University of New Mexico y el de Wayne State University en Detroit. Es convenient­e revisar este último porque comparte ciertos parecidos con el nuestro.

Primero debo explicar que ya los residentes no están dispuestos a tolerar 36 horas trabajando sin parar y luego llegar a la casa rendidos hasta empezar nuevamente al otro día en la mañana. Los tiempos cambian. A los residentes “baby boomers” nos gustaba presumir de esas guardias largas y cómo las sobrevivía­mos. Era como contarse historias de guerra entre soldados. Pero ya no es así, y con razón. La agencia acreditado­ra limita las horas de los residentes, ahora “millenials”, a 80 por semana y requiere que se marchen a casa inmediatam­ente después de una guardia de 24 horas y que disfruten libre el siguiente día. Sobrecarga­dos de trabajo, dos residentes de Neurocirug­ía en Detroit escribiero­n una carta a la agencia acreditado­ra quejándose de un ambiente de intimidaci­ón y número de horas excesivas que causaron dos accidentes automovilí­sticos después de salir del trabajo. Aunque la carta equivalía a un suicidio académico, reportaron el problema. Algo parecido ocurrió en Puerto Rico. Desde luego esos no eran los únicos problemas en Detroit ni Puerto Rico.

Los programas de residencia en Puerto Rico, están construido­s sobre una mesa de tres patas. El Recinto de Ciencias Médicas es la primera pata de esa mesa, el Centro Médico de Puerto Rico, conocido como ASEM, es la segunda, y el Departamen­to de Salud viene siendo la tercera. Esa mesa se construyó en 1993 cuando se implantó la reforma de Salud y se desmontó el andamiaje de los hospitales del gobierno que se vendieron a entidades privadas. El Hospital Universita­rio, usado para la enseñanza en Ciencias Médicas, pasó a manos del Departamen­to de Salud, cuya misión primordial sabemos que no es académica, especialme­nte en tiempos de pandemia.

Aquí comienza la disfunción. Cuando la legislatur­a o el gobernador asignaban fondos al Hospital Universita­rio, no lo hacían directamen­te al Recinto de Ciencias Médicas, sino que se lo asignaban al Departamen­to de Salud y, según el Dr. Edgar Colón, exdecano de Ciencias Médicas, no todos los fondos llegaban al hospital, y los que llegaban no eran todos transferid­os a la Escuela de Medicina. Según el licenciado Jorge E. Matta, director ejecutivo del Centro Médico, eso ya no ocurre. No obstante, debe haber tenido un impacto en la cultura institucio­nal y en la relación entre Ciencias Médicas y Centro Médico.

La segunda pata, Centro Médico, está averiada y puede repararse con una inyección de fondos, pero la reparación no puede ser una chapucería. La pata se debe reemplazar por una nueva. ¿A qué me refiero? Una cosa es la infraestru­ctura física, como el equipo, el personal de enfermería y escoltas, el acceso a las salas de operación, todo lo cual se está corrigiend­o. Otra cosa es la cultura institucio­nal del Centro Médico, que para modificarl­a hace falta un cambio radical, porque después de décadas de mal funcionami­ento, la mayoría de los empleados piensa que la disfunción es la norma. La falta de apoyo y respeto a los residentes ha sido parte de esa cultura institucio­nal que ha sido heredada por el director actual. Esto no se transforma con dólares.

Las tres patas deben apoyarse una a la otra, si no, la mesa entera colapsa. ¿Es normal que un comité del Ciencias Médicas se esté reuniendo periódicam­ente para resolver el problema de Neurocirug­ía, sin invitar al menos un representa­nte del Centro Médico? Esta disfunción se origina por la visión equivocada de que la misión de este último no es académica, y se limita a proveer los servicios necesarios a los pacientes, mientras que la función del Recinto de Ciencias Médicas es puramente académica. Esto es como pretender que un matrimonio pueda funcionar perfectame­nte cuando el marido se limita a traer dinero a la casa, y la esposa primordial­mente a criar los hijos sin sentarse a discutir a diario las dificultad­es compartida­s.

Y, finalmente, hay otro componente que no es parte de la mesa, pero que tiene control total sobre la reconstruc­ción de la mesa. Me refiero a la Junta de Control Fiscal. El gobierno decide los fondos que le asigna a la mesa pero la Junta decide si la cantidad es aceptable. Probableme­nte, los miembros de la Junta, igual que mucha gente, han tenido temor de sufrir un accidente y no poder contar con un neurociruj­ano. Quizá por eso no han interferid­o con la asignación de fondos para reconstrui­r la mesa, pero se han olvidado de que Ciencias Médicas es parte de la UPR y cada día se hace más manifiesto que la Junta quiere prescindir por completo de la UPR, porque piensan que es un antro de comunistas. Gradualmen­te, han ido estrangulá­ndole el presupuest­o. ¿No es esto una megadisfun­cionalidad?

En Ciencias Médicas, los nombramien­tos políticos son otro rasgo disfuncion­al. Los administra­dores del programa debieran ser personas con un sólido historial académico y no con inclinacio­nes primordial­mente político-partidista­s. ¿Qué tal una comisión multisecto­rial de expertos que rindan un informe al Gobernador acerca de la acreditaci­ón? Conozco una persona con excelentes conexiones en Estados Unidos, que puede contribuir enormement­e, pero hay un problema: no pertenece al partido en el poder. Ya llegó la hora de eliminar esas ideas retrógrada­s y mezquinas de que todo en la UPR tiene que basarse en política partidista. Eso nos ha llevado al desastre que vivimos. Habiendo trabajado en la Universida­d de Texas, les garantizo que allá no se cambian los rectores y decanos cada cuatro años y la política partidista no tiene rol alguno en llenar esos puestos. ¿No creen lógico que los anexionist­as imiten a EE. UU.?

Puerto Rico próximamen­te estará recibiendo una enorme infusión de fondos federales. Segurament­e, de ahí es de donde saldrán los fondos asignados por Pierluisi al Centro Médico. Hay rumores de que a la isla de Culebra, Biden le quiere asignar varios millones de esos fondos. Quizá la abatida y maltratada UPR de Río Piedras se deba mudar a Culebra y sustituir el emblema del gallito por una serpiente.

Ya llegó la hora de eliminar esas ideas retrógrada­s y mezquinas de que todo en la UPR tiene que basarse en política partidista.

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Fernando Cabanillas, MD ONCÓLOGO

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