EL COVID EN LOS PACIENTES VACUNADOS
Días atrás me llegó una de esas noticias de última hora que me envían periódicamente al celular. La noticia decía que más de 600 puertorriqueños ya vacunados contra el COVID se habían infectado. Noticias de ese tipo tienen como consecuencia que muchas personas se desilusionen y se abstengan de vacunarse, alejándonos de la inmunidad de rebaño.
No estoy proponiendo que se oculten esas cifras, pero hay que ponerlas en el debido contexto. Sabemos que las vacunas Pfizer y Moderna tienen un 95% de eficacia, lo cual significa que 5% de un millón de puertorriqueños vacunados (ya alcanzamos el millón), podrían infectarse. Un 5% de los vacunados equivaldría a 50,000 personas que uno esperaría que se infecten a pesar de la vacuna. Si la noticia es correcta y solo son 600, entonces la vacunación ha sido un éxito rotundo, mucho más de lo que se esperaba.
Pero una cosa es infectarse y otra es infectarse de gravedad. Hace un mes me enteré de que una persona vacunada, estaba entubada a causa de una pulmonía por COVID. Esto ya es más preocupante y a los médicos nos debe hacer levantar las cejas, porque según los estudios clínicos, infección grave no debiera ocurrir después de la vacuna. Sin embargo, hay dos posibles explicaciones. La primera es que la infección sea debido a una cepa variante. Sabemos que algunas variantes pueden comprometer, al menos en parte, la eficacia de la vacuna. La cepa sudafricana es menos susceptible a la vacunación, aunque no totalmente resistente. La otra posible explicación es que el enfermo haya tenido alguna comorbilidad o enfermedad que lo haya vuelto más susceptible a complicaciones serias. Esta última parece ser la explicación porque el paciente es mórbidamente obeso. La cepa identificada en este caso fue la británica, y sabemos que esta cepa no es resistente a las vacunas.
¿Exactamente que es una cepa variante? Estas surgen debido a mutaciones que ocurren cuando el virus se replica y comete algún error al duplicar su contenido genético. Estos errores ocurren al azar y algunos son ventajosos para el virus, mientras que otros los destruye. Quiere decir que algunas mutaciones causan que el virus eventualmente desaparezca, mientras que otras provocan que el virus se propague más. Cuantas más oportunidades tiene un virus de propagarse, mayor la probabilidad de desarrollar mutaciones adicionales. Por esa razón es que es tan importante controlar la pandemia, para evitar que ocurran más mutaciones que favorezcan su transmisión o aumenten la gravedad de la infección.
El Dr. Carlos Mellado me ha facilitado unas estadísticas del Departamento de Salud en cuanto a las cepas variantes. Ya desde el 7 de febrero se están recolectando datos sobre la frecuencia y tipo de las cepas variantes. Para el 1 de mayo se había secuenciado el material genético de 391 casos. Lo primero interesante es que ya en Puerto Rico no existen las llamadas “cepas silvestres” (comunes y corrientes o “wild type” en inglés). Al principio de la pandemia, la cepa predominante era la silvestre, pero para febrero de 2021 ya no quedaba ni un solo caso. Lo segundo es que a partir del pasado diciembre, el grupo de edad predominante pasó a ser el de 20-29 años, mientras que antes era de 50-59. Esto ocurrió antes de la vacunación, por tanto no podemos atribuirlo a las vacunas. Pienso que los jóvenes eran más resistentes a la infección original, pero no así a las nuevas variantes, porque algunas son más contagiosas.
De los 391 casos estudiados, 265 (68%) fueron causados por la cepa británica, que se ha convertido sin duda en la dominante, ya que por ser más propensas a contagiar, se ha diseminado rápidamente. Esta cepa es fácilmente controlada por las vacunas.
Se pensaba que era más virulenta, pero datos recientes indican que este no es el caso. La segunda más común en Puerto Rico es el conjunto de “las cepas de Nueva York” que fueron detectadas por primera vez en EE. UU. en noviembre del año pasado y representan 93 casos (24%) de todas las variantes en Puerto Rico. No se ha demostrado de forma convincente que estas cepas sean ni más contagiosas, ni más virulentas.
La tercera más común es la de California, que tampoco se ha probado que sea más peligrosa. Se detectó en 12 (3%) de los casos de la muestra, y resiste los tratamientos con anticuerpos monoclonales tradicionales, pero el uso de un coctel de anticuerpos es efectivo.
En la página de la Universidad Johns Hopkins se puede encontrar una gráfica de “secuenciación por país” donde detallan el porcentaje de casos que cada nación ha secuenciado. Puerto Rico no aparece en la gráfica, no sé si es porque nos consideran parte de EE.UU., o simplemente no existimos para ellos. De todos modos, de acuerdo con mis cálculos, nosotros secuenciamos 3 de cada 1,000 casos, una cifra similar a Sri Lanka. Si nos comparamos con Islandia, el líder mundial, ellos secuencian 790 de cada 1,000 casos. Comparándonos con EE.UU., allá secuencian 106 de cada 1,000, o 35 veces más que nosotros. Tenemos un gran trecho por delante.
En mi opinión, es importante no solo identificar las cepas, sino también correlacionar las causantes de aquellos que se infectan a pesar de estar vacunados, al igual que los casos vacunados que desarrollan infecciones graves. La idea debe ser determinar si hay alguna cepa que predomine en esos casos. También debiéramos estudiar las características clínicas de los enfermos infectados con las diferentes cepas.
En Holanda, han entrenado abejas para oler COVID en muestras de pacientes infectados. Colocan la abeja en un arnés y cuando esta identifica correctamente un caso, saca la lengua. Luego la recompensan con una solución de agua y azúcar. Sé que ustedes pensarán que esto es un chiste, pero no lo es.
Secuenciar un virus toma 10 días y cuesta $120. Si tuviéramos en promedio unos 500 casos de COVID diariamente, esto se traduciría en $60,000 al día. Una de mis hijas es apicultora por afición. Tengo una sugerencia para el Secretario de Salud: yo le consigo gratis las abejas y los arneses, y Salud las entrena para identificar las cepas variantes, que supongo huelen diferente a las demás. Si detectan la variante británica deben sacar la lengua dos veces, la sudafricana tres veces… Lo mucho que disfrutarían estos animalitos, y el dinero que nos ahorraríamos.
¡Hasta podemos vender la miel para endulzarnos la vida en estos días amargos!
No estoy proponiendo que se oculten esas cifras, pero hay que ponerlas en el debido contexto