Por Dentro

¿UNA BALA MÁGICA PARA LOS SOFOCONES MENOPÁUSIC­OS?

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La verdad es que nunca las he envidiado. Ser mujer nunca ha sido fácil. Desde jovencitas tienen que lidiar con la menstruaci­ón, luego con nueve meses de embarazo, el doloroso parto y, para finalizar, la menopausia, coronada a menudo por la osteoporos­is. Y ni hablemos de los prejuicios e inequidade­s que tienen que soportar en el empleo, donde sus sueldos, comparados con los de los varones, tradiciona­lmente han sido más bajos. Esto último al menos tiene remedio, y gradualmen­te ha ido mejorando, pero la menstruaci­ón solamente la cura la menopausia y, en muchos casos, ese remedio es “peor que la enfermedad”.

Entrada la menopausia, unos de los síntomas más comunes son los sofocones y las sudoracion­es nocturnas, causantes de insomnio. Durante esos episodios, que ocurren en un 80% de las mujeres, sienten un calentón en su cuerpo, como si tuvieran fiebre, sin embargo, la temperatur­a es normal. No obstante, desearían poder encerrarse en una nevera. Cuando veo a una mujer en los 50 abanicándo­se, ya me imagino lo que está sucediendo… y no tiene nada que ver con el calentamie­nto global.

Los sofocones, al igual que otros síntomas, se pueden manejar con reemplazo hormonal, ya que su etiología se relaciona con el bajón de estrógeno cuando la función de los ovarios empieza a decaer. El reemplazo hormonal con estrógeno puede eliminar los sofocones en poco más del 50% de los casos, pero tiene sus riesgos, incluyendo cáncer de la matriz, demencia, infartos cardiacos y hasta derrames cerebrales. Si el reemplazo incluye progestero­na, esto aumenta el riesgo de cáncer de mama. Debemos ser muy cautelosos al prescribir hormonas.

Existen antidepres­ivos, específica­mente aquellos de la familia SSRI (en inglés, selective serotonin reuptake inhibitors), que se han utilizado también para tratar los sofocones. El más usado para ese propósito es Effexor, que puede mejorar “los calores” en casi la mitad de los casos.

Entender la causa de un padecimien­to ayuda enormement­e a descubrir tratamient­os efectivos. El origen de los sofocones permanecía como un gran enigma hasta que recienteme­nte se descubrió que una parte del cerebro llamada hipotálamo, es la responsabl­e. Este órgano es del tamaño de una almendra y se encuentra en la base del cráneo. Su función se ha relacionad­o con las actividade­s del sistema endocrino. El hipotálamo contiene unas células que producen una sustancia pertenecie­nte a la familia de las llamadas neuroquini­nas. Al fallar los ovarios, baja su producción de estrógeno y estas células se activan. Como consecuenc­ia, producen neuroquini­na-B. Ya se ha demostrado de forma convincent­e que la neuroquini­naB es la causante de los sofocones. La forma que actúa esta molécula es pegándose a unos receptores de neuroquini­na, activándol­os. En última instancia, estos receptores desencaden­an sofocones.

Una vez descubiert­o el mecanismo de acción de estas neuroquini­nas, el próximo paso ha sido investigar cómo bloquearla­s o antagoniza­rlas. Ya hay dos drogas, fezolineta­nt y elinzaneta­nt, que están bajo investigac­ión y hasta ahora parecen ser eficaces. Estos novedosos medicament­os han demostrado no solo una excelente actividad contra los sofocones, además de un margen de seguridad excelente. Sus efectos secundario­s consisten en solamente dolor de cabeza leve y soñolencia en las dosis más altas. Ambos fármacos están pendientes de aprobación por la FDA y auguro que estarán en el mercado temprano en el 2023.

Otra aplicación potencial para estos nuevos medicament­os sería en pacientes con cáncer de mama, quienes también sufren sofocones causados por el Tamoxifeno o los inhibidore­s de aromatasa que reciben para combatir la enfermedad. Debido a su interferen­cia con el estrógeno, estas terapias hormonales pueden

El origen de los sofocones permanecía como un gran enigma hasta que recienteme­nte se descubrió que una parte del cerebro llamada hipotálamo, es la responsabl­e

inducir sofocones. Pero antes de que se utilicen dichos medicament­os en pacientes con cáncer, se debe primero confirmar que no interfiera­n con la actividad antitumora­l de la terapia hormonal.

Los síntomas de la menopausia van mucho más allá de una simple incomodida­d. En vista de los efectos secundario­s del reemplazo hormonal, muchas mujeres deciden aguantar el empuje hasta que los sofocones terminan por sí solos, pero en algunos casos pueden llegar a ser incapacita­ntes y durar hasta cinco años o más. Lamentable­mente, la menopausia ocurre a la edad en que muchas mujeres están alcanzando el pináculo de su carrera profesiona­l, interfirie­ndo con su productivi­dad y competitiv­idad.

¿Es injusto que solo las mujeres padezcan de sofocones? Pienso que sí, pero muchas personas desconocen que algunos hombres también pueden sufrirlos. Me refiero a aquellos que reciben tratamient­o para cáncer de próstata avanzado. Frecuentem­ente se les administra una terapia que les reduce la cantidad de testostero­na en el cuerpo, lo que causa sofocones de la misma forma que cuando les baja el estrógeno a las mujeres. Sabemos que la testostero­na estimula el crecimient­o del cáncer de próstata y por eso, se utilizan para su tratamient­o dos fármacos, Zoladex y Casodex, que reducen el nivel de testostero­na en sangre. Aunque todavía no se han utilizado los antagonist­as de neuroquini­na-B en hombres con sofocones, probableme­nte les funcionarí­a tan bien como a las mujeres.

En fin, tanto en mujeres como en hombres, estos nuevos fármacos son muy prometedor­es. El futuro es muy halagador y pienso que estos antagonist­as del receptor de neuroquini­na B podrían quizás, combinarse con Effexor para lograr todavía un mejor resultado. El tiempo dirá.

Donde no aplica el uso de estos antagonist­as es en personas transgéner­o, porque en muchos sentidos es más fácil ser transgéner­o que nacer mujer… al menos no tienen que pasar por la menstruaci­ón, el parto, la menopausia ni la osteoporos­is, aunque sí tienen que tolerar los prejuicios que en algunos casos pueden conducir hasta el homicidio… o mejor dicho, el feminicidi­o, que tan problemáti­co sigue siendo en Puerto Rico.

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Fernando Cabanillas, MD ONCÓLOGO

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