CINE TAQUILLA
Durante prácticamente la mitad de la duración de Brooklyn predomina un halo de que algo -lo que sea, cualquier cosa-, tiene que estar a punto de ocurrir. Así, la película acabará de tirar el segundo cambio y le inyectará el más mínimo rastro de conflicto al tierno y empático romance que elaboran convincentemente los personajes interpretados por Saoirse Ronan y Emory Cohen. Que el filme del director John Crowley logre retener el interés por tanto tiempo alrededor de esta idílica relación es prueba del talento de ambos actores, pero ciertamente lleva a cuestionarse si hay algo más.
Afortunadamente, lo hay, y a pesar de que se toma su tiempo en llegar, eventualmente hace su entrada el drama que eleva, aunque solo levemente. lo que está en juego para “Eilis”, una inmigrante irlandesa que se muda a Brooklyn en la década del 50 tras no encontrar trabajo ni pareja en su patria. Allí conoce a “Tony”, un italiano que la invita a salir y pronto le confiesa su amor. Las trilladas reglas básicas de la redacción de libretos sugieren que algo saldrá mal, que “Tony” terminará siendo un abusador o resultará estar secretamente casado, pero no es así. Su idilio no podría ser más perfecto, tal como si estuviéramos viendo el tipo de romance que Nicolas Sparks jura que escribe, solo que bien actuado y sin giros risibles.
Pero entonces “Eilis” se ve obligada a retornar a Irlanda y dejar atrás a su pareja, enfrentándose a un proceso de reevaluación de sus circunstancias y prospectos en ambos lados del Atlántico. En vista de que el libreto de Nick Hornby -basado en la novela de Colm Tóibin- ofrece tan poco en términos de sorpresas y acontecimientos, sería prudente dejar ahí la sinopsis.
La película tiene su encanto. La cinematografía de Yves Bélanger es exquisita en la manera como captura la década del 50 en Nueva York, nítidamente reconstruida, aunque un tanto aséptica, a través de un excelente diseño de producción y vestuario. Como ha sido mencionado, el trabajo de los protagonistas es excelente, aunque cabe destacar el trabajo de Ronan, en cuyos hombros recae la efectividad del filme. En síntesis, un sencillo romance sin ínfulas de ser nada más que perfectamente adecuado.