Hopkins y Ali

Bernard Hopkins, quien el mes próximo cumplirá 52 años, ha acumulado un récord de 55-7-2 y 32 nocauts, triunfos sobre Félix “Tito” Trinidad, Oscar de la Hoya y Roy Jones, Jr., entre muchos otros, y un largo historial como campeón peso mediano y semipesado.

Pero lo cierto es que nunca fue una superestrella y sus peleas nunca generaron millones cuando él era la figura principal, como las hacían precisamente las de Tito, Oscar y Roy. Hopkins era un peleador dominante, pero no tenía carisma ni un estilo atractivo, y su imagen era la de un mañoso expresidiario que recurría incluso a acciones ilegales para ganar sus peleas. O a acciones de mal gusto –como tirar al piso la bandera de Puerto Rico– para promocionarlas.

En fin, mañana, después de 25 meses de inactividad tras haber recibido la paliza de su vida ante Sergey Kovalev, estará haciendo lo que se ha promocionado como su gran despedida, cuando pelee en el Forum de Los Angeles con el semicompleto Joe Smith, Jr., un peleador joven y de buen récord (22-1 y 18 nocauts) que, probablemente, fue escogido porque tiene tanto chance de ganarle como tenían los Washington Generals contra los Harlem Globetrotters.

“Quiero despedirme haciendo una pelea que deje a los fanáticos pidiéndome más”, dijo el autodenominado Verdugo.

A mí, que siempre he estado obsesionado con Muhammad Ali, todo esto me recuerda la pelea que hizo El Más Grande el 11 de diciembre de 1981 en Bahamas ante Trevor Berbick, 14 meses después de haber recibido la paliza de su vida ante Larry Holmes.

Ali aseguraba que había tenido serios problemas físicos para su pelea con Holmes y que no quería despedirse del boxeo dejando como recuerdo una de sus peores peleas.

Pero aunque lució mejor ante Berbick, un futuro campeón de 26 años, lo cierto es que volvió a perder por decisión.

“Si Berbick hubiese tenido 39 años no hubiese podido ganarme”, diría el siempre elocuente Ali al anunciar después su retiro definitivo.

De perder, ¿tendría Bernard la elegancia de decir algo parecido mañana?