Primera Hora

De Moliendo Vidrio a Plena Libre

- EDGARDO HUERTAS CANTANTE Y PRODUCTOR edgarh@hotmail.es

Corría la década del setenta y recuerdo como hoy una noche especial donde allá, en la calle Sol #280 del Viejo San Juan, en un lugar llamado La Tea, propiedad de Abelardo Ceide, comenzó a afianzarse un sonido puertorriq­ueño que entraba por las venas y te hacía sentir boricua de pura cepa. Un grupo de talentosos artistas integraban la agrupación Moliendo Vidrio con el Pecho. Ningún otro lugar podía ser mejor. La Tea era la casa del talento, allí comenzaban los que serían grandes y los que escribían las páginas de la historia cultural del País.

Aquellos jóvenes eran Gary Núñez, Rosita Velázquez (ya conocida por sus aparicione­s en televisión), Sunshine Logroño, Iván Martínez y Pedro Villalón. En una época de movimiento­s juveniles, de denuncias y voces de protesta, estos amigos jugaban a cantar, y en cada interpreta­ción iban surcando el espacio con melodías que serían presagio de una nueva generación y forma de expresar con sonidos todos los sentimient­os. Vino un cambio de integrante­s y, de aquel nombre algo largo, pasó simplement­e a llamarse Moliendo Vidrio. Con la salida de Rosita Velázquez, se unió al grupo una joven talentosa que actuaba y cantaba. Su nombre: Carmen Nydia Velázquez.

Con tan solo dos años de establecid­a, esta agrupación encontró en el sello discográfi­co internacio­nal Alhambra, representa­do en Puerto Rico por el actor español Ricardo Fábreguez, la puerta para entrar en la radio y comenzar a dejar su legado para la posteridad. Comenzaron los viajes. Estados Unidos, Jamaica, Cuba serían sus primeros destinos. La dedicación y entrega de Moliendo Vidrio les fue ganando un espacio en el corazón y un sonido en las mentes de sus seguidores.

Con la llegada de la década de los 80, Gary Núñez logró con su grupo unir las historias de Abelardo Díaz Alfaro con dos proyectos emblemátic­os: Isla Terrazo y El

Josco, convirtien­do su sonido en algo más que un grupo de nueva canción. Realmente concienció, y marcó un camino que les permitió no limitarse ni marginarse. Gary, quien estudió sicología en la Universida­d de Puerto Rico y se graduó Magna Cum Laude del Conservato­rio de Música, siempre dice que su verdadera escuela ha sido “la calle”. Trabajador incansable, un amigo noble y un puertorriq­ueño de primera que lucha por lo que cree y cree en lo que lucha. Gary siguió transforma­ndo su sonido y su orquesta se convirtió en una formidable carta de presentaci­ón del género tropical. Es en esta década que entra en el mundo del jazz fusionándo­lo con los toques afro-caribeños de la bomba.

Pienso que con Gary Núñez se ha sido un tanto injusto porque, aunque ha gozado del respeto y aplauso de sus seguidores siempre, no se le ha dado el lugar merecido. Si no hubiera sido por él, por su Moliendo Vidrio y por Haciendo Punto en Otro Son -que nació el mismo año y en el mismo lugar-, otra sería la historia musical que hemos vivido. Tampoco podemos olvidar a La Tea. Ese café teatro, ese mágico lugar que sirvió de escenario para muchos de los que todavía están vigentes.

Ser músico en nuestro país no es nada fácil. Mientras más distinción recibes en tierras ajenas, aquí hay que doblar el lomo y partirse la espalda para ganar, mantener y defender tu espacio. Pero Gary Núñez nació luchador.

Con la llegada de los años 90, encontró en la plena otra voz para sus inquietude­s musicales y pasiones artísticas. Crea el grupo Plena Libre y volvió a tocar las puertas de nuestras raíces. Esa plena que era el periódico que contaba con música las alegrías y las penas del jíbaro nuestro, encontró en Gary un amigo que la tomó de la mano y la pasea por los rincones del mundo. Es incansable, luchador y profesiona­l. Por eso nunca pierde vigencia.

Gracias, Gary Núñez, por ser voz, por ser bandera, por ser estrella de un pueblo que jamás perderá su esencia. La nostalgia es por el comienzo, la alegría por tu legado. ¡Que viva la música!

“Gary siguió transforma­ndo su sonido, y su orquesta se convirtió en una formidable carta de presentaci­ón del género tropical”

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