Un refrescante encuentro con la naturaleza
Buscando alternativas para disfrutar en familia durante el verano, recibí la invitación de una buena amiga y su esposo para acampar al lado del Río Tanamá en la falda de una montaña en Utuado.
De inmediato le dije que sí y se lo dije a mis hijos. Error decírselo tan temprano. Desde ese momento, cada cinco minutos me recordaban que teníamos que comenzar a prepararnos para asegurar que no faltara nada. Así lo hicimos.
La emoción de los nenes era tanta que decidí hacer un programa diario. Fuimos poco a poco llenando los bultos, aunque sabrán que por más que uno trata de incluir todo lo necesario, siempre se queda algo.
Bueno, llegó el tan esperado día. En caravana las tres familias salimos hacia Utuado, haciendo cuentos de camino sobre las experiencias previas en camping, que en mi caso no eran muchas, y sobre lo que esperábamos de este.
La ruta no podía ser más hermosa, nada como el verdor del centro de nuestra isla. Al llegar nos recibió don Toño, un simpático abogado utuadeño que transformó poco a poco el amplio patio de su casa que colinda con el río, en un maravilloso espacio para camping.
Nada de lujos ni de construcción en cemento, solo un rancho en madera y unos pequeños baños con ducha que deja sin excusas a todo el que va con la mala intención de apuntársela.
Don Toño y su esposa fueron parte de la aventura, pues nos trataron como si fuéramos familia. Como estaba lloviendo, don Toño estuvo atento todo el tiempo para garantizar nuestra seguridad. De vez en cuando bajaba a darse la cervecita con nosotros y traía de una vez los frutos de su huerto: guineos verdes, calabazas y lo que apareciera.
A esto se le añaden las pomarrosas que podíamos coger directamente del árbol. Hacía años que no me comía una pomarrosa.
Cantamos, bailamos, jugamos soccer, “kicking ball”, contamos chistes. Preparamos comida en leña, hicimos fogata, caminamos monte arriba y muchas cosas más.
Como el río estaba crecido y no se pudieron utilizar los inflables en él, los convertimos en yaguas para tirarnos por una colina. De más está decir que esta fue la actividad más disfrutada por los chicos.
La verdad es que lo gozamos, pero sobre todo, aprovechamos aquel escenario mágico para compartir e intimar en familia. No hace falta gastar mucho dinero, ni largas horas de vuelo para pasarla bien. Con una buena actitud y disposición, encontraremos muy cerca todo lo que necesitamos.
Fue muy poco lo que gastamos, hicimos un serrucho y algo más, que nos sirvió para picar, cenar, comer y al que le gusta el trago, dárselo. No les voy a decir que los niños dejaron de usar por completo sus equipos tecnológicos, pero sin dudas limitaron su uso a un mínimo.
De más está decirles que ya estamos planificando el regreso, intercambiamos teléfonos con don Toño y estaremos llamándolo pronto para volver, esta vez con un grupo aún más grande.
No importa cuánto haya corrido por la isla, siempre quedan espacios por descubrir. El tiempo de vida no será suficiente para conocerlos todos, así que comienza a llenar tu calendario.
“No hace falta gastar mucho dinero, ni largas horas de vuelo para pasarla bien. Con una buena actitud y disposición, encontraremos muy cerca todo lo que necesitamos”