LO QUE EL BÉISBOL LE ROBÓ A BELTRÁN
Carlos Beltrán mencionó en su carta de retiro en The Players’ Tribune el amor que le tuvo al voleibol en sus años de juventud. También dejó establecido que era bueno en ese deporte.
Pues resulta que quienes le vieron jugar voleibol en Manatí afirman que de verdad era un matador en el deporte de la malla alta. De ello da fe su dirigente y maestro de educación física en la escuela superior Fernando Callejo, Leo Echevarría.
“Era un excelente jugador. Tenía un gran brinco para el voleibol. Por eso lo amaba”, dijo Echevarría a Primera Hora.
Su despegue era tan bueno, recuerda Echevarría, que el salto hablaba por él.
“(Carlos) Era tan pasivo como persona que no se notaba entre los demás jugadores hasta que brincaba. Cuando empezaba a ejecutar, los demás tenían que mirar”.
Beltrán se distinguía también por su dominio en los fundamentos del pase, servicio, acomodo y el bloqueo.
“Si lo fuera a comparar, lo haría con Julio (Figueroa) porque era de ese tipo de jugador all around. Tenía todas las herramientas”, contó haciendo referencia sobre el atleta al que muchos consideran sino el mejor, el más completo jugador de voleibol de todos los tiempos en Puerto Rico.
Por cierto, tal como Figueroa fue un jugador de múltiples herramientas en el voleibol, Beltrán fue un pelotero de cinco herramientas en el béisbol.
Para Echevarría, Beltrán pudo haber tenido una gran carrera en el voleibol superior is-
leño y tal vez a nivel internacional. A la larga, quienes sí jugaron en ese nivel isleño, fueron sus hermanas gemelas, que lo hicieron con las Ganaderas de Hatillo para el dirigente Miguel Rossy.
Pero Echevarría reflexionó que el cuerpo que desarrolló Beltrán, una característica de los genes de su familia, le hubiese traicionado a la larga en el voleibol, en donde los físicos son esbeltos para resistir el impacto a tantos saltos y caídas.
Por tal razón, y sin considerar el aspecto económico que le dio el béisbol a Beltrán, Echevarría considera que Beltrán tomó la decisión correcta de dedicarse a jugar pelota.
“A los 15 años lo perdimos en el buen sentido de la palabra. Yo lo hubiese querido tener tres años más. Pero fue la decisión correcta”, concluyó.