El esfuerzo máximo, ¡siempre!
“Después del huracán, aprendí a valorar más mi trabajo. Me estaba comenzando a pesar levantarme temprano, pero ahora no hace falta ni la alarma”, me comentó una joven de manera muy convincente durante un aparte que tuvimos el pasado sábado en el Ponce Hilton.
Compartía con los empleados del Centro Radiológico CIRT mi charla-stand up, donde nos reímos, pero también reflexionamos sobre cómo enfrentar los retos del nuevo Puerto Rico, post María.
Aquella joven daba testimonio sobre cómo la amenaza de perder su empleo la llevó a valorarlo aún más y a darse cuenta del privilegio que supone tener la oportunidad de ganarse la vida honradamente.
En tiempos donde, incluso haciendo las cosas bien, los empleos no están garantizados, poder trabajar y ganarnos la vida de manera honrada es una bendición que debemos valorar al máximo.
Los empleos se protegen cumpliendo con nuestra responsabilidad, trabajando duro, dando siempre la milla extra, estando siempre dispuestos a aprender y manteniendo una actitud correcta.
Además, es importante que te guste lo que haces, pues no hay forma de lograr rendimiento máximo si no disfrutas tu trabajo. Mencionaba que tratara por todos los medios, de evitar caer en rutina y repetición.
Como ocurre en las relaciones amorosas, en el trabajo tenemos que procurar innovar y añadirle elementos nuevos a lo que hacemos.
Por ejemplo, tomar cursos de mejoramiento profesional, alzar la mano cuando soliciten voluntarios para participar en los proyectos de responsabilidad social de la empresa y estar disponible para dar la mano en todo lo que se pueda. Limitar nuestra responsabilidad a un periodo definido de tiempo, como es el horario de 8:00 de la mañana a 5:00 de la tarde, o a lo que dice la hoja de tareas, puede volver monótono nuestro trabajo y resultar insuficiente para demostrar compromiso en tiempos de dificultad como los que vivimos.
Hay que estar dispuestos a trabajar más duro que antes y a garantizar rendimiento con nuestro esfuerzo.
El que vive pensando que se las sabe todas y mirando a los demás por encima del hombro, se inflige daño a sí mismo, pues limita sus experiencias y conocimiento.
En lo personal, me encanta leer las historias de quienes han echado adelante y conocer cómo superaron sus tropiezos y retos; siempre se aprende algo.
A pesar de esto, siempre hay dos o tres “cabeciduros” que no hay quien los haga cambiar la actitud.
Por fortuna, esa no fue mi experiencia en Ponce, el pasado sábado.
Allí, además de reírnos y gozar un montón, sacamos un rato para recargar baterías, reflexionar y compartir estrategias que nos ayudarán a todos a ser mejores en el trabajo, pero sobre todo en la vida.
“En tiempos donde, incluso haciendo las cosas bien, los empleos no están garantizados, poder trabajar y ganarnos la vida de manera honrada es una bendición que debemos valorar al máximo”