Primera Hora

DOÑA AIDA AGUAYO NO COMÍA CUENTOS

- OSMAN PÉREZ MÉNDEZ osman.perez@gfrmedia.com

VEGA ALTA. En unas semanas, el próximo 11 de junio, doña Aida Aguayo Concepción alcanzará una hazaña que muy pocas personas pueden conseguir: cumplir los 100 años de vida.

Y por si fuera poco, llega a ese mítico cumpleaños con buena salud tanto física como mental. Es más, todavía se pone a cocinar para su extensísim­a familia, que asegura no hay nadie que haga pasteles o majarete más sabrosos que los confeccion­ados por esta dulce abuelita.

Doña Aida se nota llena de felicidad, rodeada de un sinnúmero de familiares en su casa en Vega Alta. Apenas termina de recibir besos de uno y ya está en fila otra de las nietas para abrazarla. Y los parientes que no están allí, le envían su cariño a través del celular.

Uno tras otro, doña Aida atiende a sus descendien­tes. Parece no tener fin. Y no es para menos, pues tiene cinco hijos (uno de ellos falleció), 14 nietos, más de 20 biznietos, 16 tataraniet­os y dos choznos.

“Ya estoy vieja”, dice doña Aida y suelta con una carcajada, al tiempo que asegura estar “contenta” de tener junto a ella a sus hijos, y no tener ninguna receta secreta para la longevidad.

“Yo como de todo. Y bebo de todo, menos ron y cerveza, porque eso nunca me gustó”, cuenta, todo el tiempo sonriendo. “Cómanse todo lo que aparezca… El lechón, la morcilla… ¡Ave María! A mí me encanta el lechón”, afirma con carcajadas.

“Trabajé 35 años en los comedores escolares, con 800 y 900 muchachos. Imagínese usted, con toda esa muchacherí­a, malcriados”, detalla con claridad. “Trabajaba subiendo y bajando las cuestas de Mavilla. Todo eso yo lo andaba a pie, y corriendo por esas cuestas, huyéndole a las vacas”, dice sobre el barrio de Vega Alta.

Para lo que sí parece tener una fórmula precisa, que luego han repetido sus generacion­es subsiguien­tes, es para la crianza de los hijos. La enorme familia asegura con orgullo que todos sus integrante­s son

Como de todo. Y bebo de todo, menos ron y cerveza... Cómanse todo lo que aparezca… El lechón, la morcilla…” AIDA AGUAYO CONCEPCIÓN

CUMPLIRÁ 100 AÑOS

VEGA ALTA

Esta feliz centenaria de Vega Alta relata cómo crió a sus hijos en tiempos en lo que decir “no puedo” estaba descartado para ella

gente respetuosa y de bien para la sociedad.

“Los crié, los eduqué (a sus hijos). El que está aquí es secretario. Ella es maestra. Tengo otro que es maestro y uno que es enfermero. Con lo poquito que yo ganaba, pagaba sus estudios. Y salieron todos adelante, trabajando”, afirma. “Y no encontré nada, nada difícil. Porque eran mis hijos. Los eduqué. Todos tienen universida­d. No hubo obstáculo. Para mí, ninguno”.

Eso sí, era severa en la crianza y exigía respeto.

“Yo no les daba fuete, pero los castigaba. ‘A ver si te atreves’. Ellos respetaban a todo el mundo. Por eso, ellos estudiaron”, recuerda.

“Ahora (a los niños) usted le dice cualquier cosa y se lo quieren tragar a usted”, lamenta. “No sé qué pasó. Esa culpa la tienen las mai, porque consienten demasiado a los hijos. Yo los consentía, pero les enseñaba respeto. ¿De qué vale que usted los consienta y que ellos no la respeten?”, cuestiona.

Para las jóvenes madres de hoy, doña Aida tiene un consejo tan sencillo como certero: “Que quieran a sus hijos. Eso es lo importante. Si los tienen, que los quieran. Como yo crié a los míos, que los llevaba y los traía todos los días a la escuela”.

De sus cinco hijos, dice, el más travieso era “el que se me murió. Pero era bueno. Nunca robó ni nunca hizo nada que uno pudiera abochornar­se de él”.

Los llevaba derechitos

“En casa ella era la cacique, la que mandaba. Era la que repartía el bacalao”, aseguran sus hijos Rubén y Carmen Santana Aguayo.

“Era bien recta, bien severa con nosotros. No hasta el maltrato, pero nos educó con severidad, como debía ser”, afirma Rubén.

bien estricta”, reitera Carmen. “Ella tiene un noveno grado de escolarida­d. Pero eso es un cuarto año de ahora. Fue encargada de comedores escolares por más de 35 años. Y subiendo y bajando las cuestas, como dice ella, así nos llevaba a la escuela y se iba a trabajar”, resalta.

Sus hijos han seguido sus pasos. Carmen admite que también ha sido severa en la educación de sus hijos. Rubén reconoce que daba “sus regañi“Era tos de vez en cuando”.

Los nietos dan fe, y han repetido la fórmula. “Aquí hay respeto… si no, la chancleta voladora”, dice una nieta. “Rápido venía la correa. ¡Ven acá! ¡Muévete! ¡Respétame!”, dijo otro nieto, riendo e imitando la voz de la abuela.

Y sin hacer nada en la casa no se quedaba nadie. El mayor de los hijos de doña Aida dejó la escuela en algún momento, y su mamá le exigió que trabajara. “O estudias o trabajas. Aquí (en la casa) no te quiero, ni quiero vagos”, le dijo. Así que trabajó en el campo y luego acabó en el Ejército.

Además, la familia se tiene que sentar a la mesa a la hora de comer, sin celulares, “porque ese tiempo es de compartir, de hacer chistes”. Cuando hay actividade­s se reúnen todos, y si alguien tiene una situación también se reúnen. Así se aseguran tener “una familia muy unida”.

Pero doña Aida ha sido mucho más que una buena madre.

“En el barrio era la que le ponía inyeccione­s a todo el mundo. Ella santigua, ella soba, si tienes el estómago malo, una pierna torcida… ella es la que soba. Y todo el mundo la busca”, resalta Carmen.

También es fanática incondicio­nal del béisbol y de los Yankees de Nueva York.

Uno de sus nietos organizaba equipos de pelota y cuando iban al parque, cuenta Rubén, “ella era la primera que va con nosotros. Y si algún niño se lastimaba, ella iba y le enderezaba lo que sea y el nene podía jugar otra vez”.

“Ella es tía-abuela de Bernie Williams. Y cuando Bernie estaba en Pequeñas Ligas a las 5:00 de la mañana ella se levantaba a hacer un caldero de arroz. Y ellos venían a buscarla, se la llevaban al parque. Y cuando ella llegaba él decía: ‘llegó nuestro ángel de la guarda, la madrina llegó’. Y siempre iba cargando con el caldero de comida para los muchachos en el parque”, rememora Carmen, destacando que en la familia también hay otros peloteros reconocido­s.

Y no es todo. Doña Aida también trabajó mucho en la iglesia de su comunidad y “fue catequista con el padre Delgado”, al que corría a buscar cada vez que se enteraba que había alguien agonizante, para asegurarse “que se fueran tranquilos”.

En casa ella era la cacique, la que mandaba.

Era la que repartía el bacalao. Era bien recta, bien severa con nosotros. No hasta el maltrato, pero nos educó con severidad, como debía ser”

RUBÉN SANTANA AGUAYO HIJO DE DOÑA AIDA AGUAYO “

En el barrio era la que le ponía inyeccione­s a todo el mundo. Ella santigua, ella soba, si tienes el estómago malo, una pierna torcida… ella es la que soba. Y todo el mundo la busca”

CARMEN SANTANA AGUAYO HIJA DE DOÑA AIDA AGUAYO

Metida en la política

La abuela fue fundadora del Partido Popular Democrátic­o en Vega Alta y trabajó en colegios electorale­s. Su opinión de los políticos actuales, sin embargo, no es muy positiva, pues cree que “la política ha cambiado, pero para peor. Ahora son charlatane­s”. Su presidente favorito fue John F. Kennedy, y sobre el actual, Donald Trumpo, opina que “es un viejo loco, no piensa lo que hace”.

Doña Aida está bastante bien de salud. Pero al momento se recupera de un derrame cerebral que sufrió en los días posteriore­s al azote del huracán María.

Su hija Carmen atribuye el percance al estrés por la falta de electricid­ad, teléfono, televisión, y porque no podía salir a pasear. “A ella le gusta salir, le gusta la gasolina. No puede estar encerrada. Hay que salir, aunque sea a dar una vuelta”, dice la hija.

“Gracias a Dios que me la ha dejado tanto tiempo. Le pido a Dios que si algún día se la va a llevar, que sea en un sueño y no me la haga sufrir en una cama. Porque somos bendecidos por haberla tenido tantos años con salud”, pide Carmen.

“Ya ella dijo que iba a hacer pasteles esta semana, y un majarete, porque aquella se antojó también que le hiciera. Todavía ella, sentadita ahí, sigue… porque los mejores pasteles los hace ella. Pasteles, majarete, alcapurria­s, bacalaítos”, añade orgullosa de quien le dio la vida.

“Para mí es una felicidad que Dios me la haya dejada vivir hasta ahora, con las cosas tan malas que están. Pero estoy agradecido de Dios que me la haya dejado vivir, saludable. Porque aunque tenga ese pequeño problema que ha tenido en estos últimos meses, todavía está saludable, conoce, tiene su mente clara. Y no fallo un día en venirla a ver”, asegura Rubén.

Doña Aida escucha atenta todo lo que hablan de ella. La sonrisa, la felicidad, no se le van en ningún momento del rostro.

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Si en algo están de acuerdo los integrante­s de la numerosa familia, es que la matriarca tiene la receta de los mejores pasteles y majarete, los que todavía confeccion­a.
SU SAZÓN. Si en algo están de acuerdo los integrante­s de la numerosa familia, es que la matriarca tiene la receta de los mejores pasteles y majarete, los que todavía confeccion­a.
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MIMADA. Arriba, doña Aida se mantiene pendiente de los suyos gracias a la tecnología. A la izquierda, sus hijos Rubén y Carmen le demuestran su amor.
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LA REINA DEL HOGAR Carmen corona a su mamá y todos estallan en risas en la familia Santana Aguayo. La longeva mujer se enorgullec­e de la crianza que ha dado a los suyos, un ejemplo que su descendenc­ia ha emulado.

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