Primera Hora

Desgarra sin cuchillo, la realidad de la pobreza, la miseria y el desgane de ciertos gobiernos, de no trabajar con efectivida­d sus males sociales”

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

Tengo el corazón estruja’o. Existe una tragedia humana que ha acaparado ciertas páginas de periódicos y algunos bloques noticiosos. Al verlo, quedé anonadado del dolor.

Desde hace días sigo con detenimien­to la caravana humana que se mueve por Centroamér­ica, en dirección a la frontera de los Estados Unidos. Su caminar provoca una herida profunda. Desgarra sin cuchillo, la realidad de la pobreza, la miseria y el desgane de ciertos gobiernos, de no trabajar con efectivida­d sus males sociales.

Honduras fue el punto de partida de un grupo de personas que salieron escapando a una rampante violencia callejera. Varias gangas siembran el terror, provocando cifras de asesinatos que ya suman tazas de unas 45 víctimas por cada 100,000 habitantes. La corrupción es cultura diaria de un gobierno que luce errático e impotente para sacar a su nación de un atolladero que ha disparado los niveles de calidad de vida, llevándolo­s a una miseria rampante. El narcotráfi­co hizo su cama para producir la porquería que se consume en el norte y a la cual, han sucumbido muchos con tal de buscarse unos pesos.

Con esa radiografí­a de vida unas 200 personas dejaron todo atrás y mochila en mano, comenzaron un largo viaje a buscar el sueño americano. El calendario marcaba el 13 de octubre. Al momento de escribir estas líneas, el grupo creció a cifras alarmantes porque algunos estiman que esa masa humana ya supera las 7,000 almas. Andan por suelo mexicano sin que nadie pueda detenerlos. Entre ellos caminan mujeres de todas las edades, ancianos y niños. Retoños que han pasado días de dormir en la calle y con toda clase de necesidade­s.

Trump vocifera que cerrará la frontera al tiempo que advierte que usará la milicia para lograr que no entren. ¿Qué drama nos espera en esa frontera? ¿Campamento­s de refugiados por días, semanas o meses? ¿Se atreverán a disparar provocando visuales que viajarán alrededor del mundo para ser usados contra la integridad del pueblo estadounid­ense? Son preguntas que machacan en mi cabeza.

Esta historia de la vida real está provocando una crisis diplomátic­a sin precedente­s. Se tiene que trabajar con sensibilid­ad. Usted no puede amenazar con recortes económicos a los países por los cuales viaja la caravana, bajo alegacione­s de que no han sido proactivos para detenerlos. Tampoco puede cortarle su ayuda al país de origen. Ello, sólo profundiza­rá la crisis motivando aún más personas a salir.

Uno puede entender que EE.UU. tiene que tener una política fuerte de emigración. No puede ser un “pase misín” sin control, pero da la impresión de que la actual administra­ción sólo propicia la entrada de personas blancas y al resto de las razas, le dan un portazo en la cara. El racismo es evidente. Existe una realidad. Usted sale de su país cuando la cosa se pone mala. Surge una carencia de los parámetros mínimos de seguridad, salud o educación. O tal vez, no encuentra empleo adecuado.

Los boricuas somos un claro ejemplo. María nos trastocó.

Países desarrolla­dos no tienen ese dilema. Usted no ve a los ingleses, alemanes, noruegos o canadiense­s saliendo en masa. Es por esto por lo que estamos pasados de sentarnos hablar con los del sur. Se tiene que propiciar un desarrollo de Centroamér­ica que representa ahora mismo el patio vecino de la llamada Gran Corporació­n.

Me da pena, lo reitero, pues si difícil ha sido el caminar de esta humilde gente, lo que les espera en su futuro no es cáscara de coco. La incertidum­bre reinará en los días venideros. Si lograran entrar a Estados Unidos y sobre todo quedarse, enfrentará­n prejuicios, marginació­n e igualmente un esquema que los condenaría a la pobreza económica. Todos conocemos los bolsillos de depresión económica de muchas ciudades estadounid­enses que tienen una masa humana que, al no tener el recurso intelectua­l o preparació­n educativa, están relegados a los últimos lugares de la fila. La beneficenc­ia no es la alternativ­a.

Allá no emana necesariam­ente leche y miel. Tiene muchas bondades, pero igualmente está llena de retos. Por lo pronto sigamos de cerca el desarrollo de este drama humano.

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