EDGAR LO PENSÓ DOS VECES PARA FIRMAR
El posible nuevo miembro del Salón de la Fama tuvo que ser convencido a firmar por su primo Carmelo Martínez, pues solo le ofrecieron $4,000
Los diamantes sin pulir se encuentran en los sitios en que menos se esperan. Solo hay que tener ojo para identificarlos y estar en el lugar correcto en el momento preciso.
Al parecer eso fue lo que hizo el expelotero ponceño José Alberto ‘Coco’ Laboy, quien tras sus años como pelotero de los Expos de Montreal pasó en la década de los 70 a ser escucha de los Marineros de Seattle, a quienes les consiguió a Edgar Martínez, un jugador de calibre del Salón de la Fama, por tan solo $4,000.
Así lo recordó Laboy, quien en diciembre de 1982 firmó a Martínez motivado por sus instintos.
“Yo fui a Vega Alta a ver un juego Doble A para ver un receptor, al cual firmé luego porque ese día no estaba jugando. Pero me quedé viendo el juego y me llamó la atención la forma en que Edgar bateaba y se movía en tercera base, y luego del juego hablamos. Lo firme allí mismo, en un puente a la orilla de la carretera, encima del baúl del carro mío”, recordó Laboy, de 78 años.
El también exjugador de los desaparecidos Expos de Montreal, recordó que una vez firmado, entregó la documentación a su supervisor, el cubano Marty Martínez, quien se ocupó del resto del proceso y a quien se le acredita la firma de Martínez, cuyo brazo en tercera llamaba la atención, además de, por supuesto, su bateo.
“Para que tu veas. Yo no me equivoqué porque el otro muchacho que yo firmé era buenísimo, pero no pudo seguir jugando por una lesión. Pero tuve la suerte de que también firmé a Edgar, que yo espero que me lo pongan en el Salón de la Fama, porque él se lo merece”, dijo Laboy.
“Esto es cuestión de suerte. Tú ves las habilidades de un atleta, tú lo reclamas y lo sueltas a jugar el deporte que sea y, como dice el americano, ‘it’s up to him’. Él mostró unas habilidades, se dedicó al juego de pelota y mira donde está hoy. Siempre fue un pelotero muy disciplinado y muy humilde, al igual que sus abuelos”, agregó.
Según datos recopilados por el historiador y estudioso del béisbol, Jossie Alvarado, y según ha contado el propio Edgar en diversas entrevistas a través del tiempo, el doradeño, nacido en Nueva York, regresó a la Isla a vivir con sus abuelos en el barrio Maguayo de Dorado cuando sus progenitores se separaron siendo un infante. Once años más tarde, cuando sus progenitores se reconciliaron, decidió no regresar a Nueva York y quedarse en Dorado para ayudar a sus abuelos.
Allí se crió con diversos primos, incluyendo al también exjugador de las Grandes Ligas, Carmelo Martínez. Entre ambos bateaban todo lo que podían, incluyendo las gotas de lluvia que caían del techo.
En el 1982, a los 19 años, ya Edgar había perdido la esperanza de firmar como profesional y comenzaba a hacerse una vida normal. Laboraba en una farmacéutica con buen sueldo para su edad, te-
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Él mostró unas habilidades, se dedicó al juego de pelota y mira donde está hoy. Siempre fue un pelotero muy disciplinado y muy humilde”
COCO LABOY ESCUCHA QUE FIRMÓ A
EDGAR MARTÍNEZ
nía un auto nuevo, jugaba pelota Doble A y estudiaba administración de empresas en la American College (ahora American University).
Y de hecho, fue Carmelo el que tuvo que convencer a Edgar de que firmara como profesional por los $4,000.
“Para mí lo más que impresiona de Edgar son las ganas de superarse. Desde que era un niño, estuvo como que pasando diferentes pruebas. Cuando estuvo en ligas menores pasó pruebas difíciles porque no bateaba. Después con San Juan en el béisbol invernal le pasó lo mismo. Cuando estuvo en las Mayores estuvo lesionado nueve veces y en siete ocasiones distintas en el ‘disabled list’. Tuvo operaciones del hombro, de hamstring, de rodillas... y todo eso te saber que fue un pelotero con un carácter único”, dijo Alvarado, autor de un libro sobre Roberto Alomar.
“Ese carácter y ese espíritu lo descubrí hablando con su familia y en entrevistas con él, y me llama más la atención que cualquier número que haya logrado en su carrera”, dijo Alvarado.