No tiene sentido el odio que hemos creado contra quienes reciben asistencia social”
Sí, yo sé que te ha pasado, que vas a hacer la compra y quien está antes de ti, gordito y colorao, tiene el carrito mucho más lleno que el tuyo y te saca por el techo cuando ves que paga con la tarjeta de la Familia, mientras tú lo pagas con el sudor de tu frente.
También sé que pasas por muchas comunidades mientras vas al trabajo y te molestas cuando andas en el tapón y otros parecen dormir en el aire acondicionado todavía. Sí, esa es la noción o percepción pública, pero no es la verdad, no de la mayoría.
Los datos lo comprueban y en la presentación del profesor de la Universidad de la Ciudad de New York, Héctor Cordero Guzmán, están para leerlos. Pero antes, repito que estoy prejuiciado a favor de la gente que coge cupones y trabaja.
Mi madre y mis abuelos recibieron cupones. Soy producto de los cupones. Mami trabajaba limpiando casas y recibíamos cupones. Se supone que no se trabaje a la vez que se coge cupones, pero de cupones no vive nadie. De eso te escribo ya mismo. Pero antes, vamos a los datos.
Los datos:
1. De toda la gente que coge cupones, el 45.1% está entre las edades productivas de 16 a 65 años.
2. 55 de cada 100 personas que cogen cupones son viejitos, niños/jóvenes dependientes o personas con alguna discapacidad documentada médicamente.
3. Por tanto, solo quedan 45 de cada 100 que podrían trabajar (están en la edad productiva y no están documentados como incapacitados).
4. De esas 45 personas, 4 no trabajan por edad (ejemplo: retirados de 59 años).
5. 4 están cuidando a algún familiar (viejitos, niños con impedimentos, etcétera)
6. 1 está discapacitado, no documentado.
7. 4 buscaron empleo mucho tiempo y ya se desanimaron tras no encontrarlo.
8. 18 están buscando empleo.
9. 4 son estudiantes. 10. 4 tuvieron alguna otra razón.
Restan, entonces, 6 de cada 100 personas que reciben los cupones y podrían estar trabajando, lo cual muchos hacen, pero en la economía informal. Un montón de gente que “no trabaja” realmente lo hace.
Aunque no hay estudios suficientes, la profesora María Enchautegui, para el Centro de la Nueva Economía, encontró que la mayoría de la gente “desempleada” labora desde la informalidad. En efectivo, en trabajos técnicos, de handy man/woman, haciendo patios, uñas, bizcochos, en el bajo mundo, etcétera. Estas personas no pueden vivir solo de los cupones, pero estos son insuficientes.
La presentación del profesor Cordero Guzmán añade que la persona promedio recibe solo $4.70 diarios si vive sola, $4.33 si son dos personas en el hogar, si son 3 solo $4 por persona y si son 4 personas en ese hogar $3.86 por persona. 93 de cada 100 personas que reciben cupones viven en hogares de tres personas o menos.
Nadie puede vivir aquí con solo $4 por día. Por tanto, estas personas necesitan trabajar por el lado para costear los otros asuntos de la vida, pero no pueden ganar mucho. Si pasan de ganar $400-$600 pierden otras ayudas necesarias de vivienda, plan médico, etcétera.
Si de verdad queremos resolver el problema de dependencia, hay que buscar que las ayudas como los cupones no se pierdan con el trabajo, como ocurre con la agricultura donde se puede trabajar y coger cupones a la vez sin penalidad. Eso requiere acción del Congreso y voluntad de Puerto Rico.
Claro que hay mucho charlatán por ahí, pero no tiene sentido el odio que hemos creado contra quienes reciben asistencia social.
Nosotros, junto con Estados Unidos, creamos las condiciones para la dependencia. Mientras se castigue al que produce y busca laborar, no esperemos resultados nuevos con mecanismos viejos.