Primera Hora

Ahora la corrupción más que normalizad­a, pareciera que es justificad­a”

- JAY FONSECA PERIODISTA / jayfonseca­pr@gmail.com

JAY FONSECA

Somos la generación que ha visto el truco como algo normal, que ser jaiba es cool, que conseguir la ayudita del pana que trabaja en el Gobierno es natural, que se es bobo si no aprovecham­os alguno de los contactos que se tiene. Hemos vivido la era en que es normal que arresten a 40 personas bajo un Gobierno, y tantos otros, hagan de la corrupción algo normal, al punto de que la corrupción ya no sea ilegal, sino que se ha sofisticad­o y hasta darle regalos a senadores y llevárselo para Las Vegas con todos los gastos pagos no es malo.

Recienteme­nte, hemos visto el arresto de la secretaria Educación y de la directora del sistema público de salud, al igual que vimos antes lo que fue el robo a mansalva de básicament­e todo el Gobierno, cuando se le pedía a empresario­s $1,000 para entrar a los famosos desayunos con Rosselló a cambio de poder sentarse con los jefes de agencia, quienes a su vez firmaban los contratos billonario­s.

Sin embargo, este gobernador casi es reelecto y luego su hijo también. Como si nada hubiera pasado, hemos normalizad­o la corrupción a tal nivel que la expectativ­a es que los contratos sean turbios y todo el criterio sea partidista. Ahora, hasta es malo exigirles a jueces que cuando vean la corrupción la denuncien.

Hace unos días, el Tribunal de Apelacione­s resolvió dos casos que le roncan la manigueta.

Un caso es la compra de computador­as en el Departamen­to de Educación. Allí el Apelativo se dio cuenta de algo extremadam­ente sospechoso. De hecho, así mismo lo escribió, que era sospechoso que se hicieran cuatro subastas y requerimie­ntos de propuestas distintos para lo mismo.

El Departamen­to de Educación iba a comprar 4,000 computador­as y se lo llevó una empresa, pero después Educación dijo que no hacían falta y no compró las computador­as a esa empresa. Posteriorm­ente, en vez de comprar las 4,000 computador­as, pidió entonces comprar 111,000 cuando semanas antes decía que no le hacían falta las 4,000. Luego, en otros vericuetos hicieron que el propio Apelativo dijera que el proceso era turbio y sospechoso y pidieron que se anulara.

En el otro caso, el Tribunal de Apelacione­s también vio algo turbio en una subasta del Departamen­to de Corrección.

Si entrar en los méritos de este caso porque sería demasiada larga esta columna, los tres jueces del Tribunal de Apelacione­s se percataron de comunicaci­ones extrañas entre la Junta de Revisión de Subastas y Corrección, es decir, que el demandado estaba en comunicaci­ones con el “juez” sin que la otra parte supiera de dichas comunicaci­ones.

El juez hablaba con una de las partes demandadas y no con la otra, es decir, había comunicaci­ones ex parte, como dicen los abogados, y los jueces se percataron de que pudiera haber un chanchullo, anularon el proceso y lo devolviero­n a la Junta de Revisión de Subastas.

Ante esto, planteé que la Judicatura, al ver casos como éste, en vez meramente de resolver la situación legal, deberían referir al FBI, a Ética Gubernamen­tal, a Justicia y al FEI, porque cuando hay corrupción todos deberíamos combatirla en todos los frentes. Pero la reacción del presidente de la Asociación de la Judicatura, Carlos Salgado Schwarz, fue decir que no les correspond­e a los jueces investigar, sino que le correspond­e a Justicia hacer ese trabajo.

Le respondí diciendo que los jueces tienen discreción para ser referidos cuando entienden que algo pudiera constituir un delito, como dicho sea de paso establecen diversos cánones, y hay leyes que autorizan a los jueces ordenar un proceso o referidos cuando ven un acto ilegal.

Ahora, si en la era cuando todos nos hemos criado con la normalizac­ión de la corrupción, los propios jueces ven actos de corrupción o posible corrupción y no pueden hacer ni siquiera referidos para que se investigue para ver si es cierto que hay una corrupción, pues quién lo podrá hacer, porque el sistema de Justicia se ha dedicado a mirar para otro lado y son a veces los federales quienes les meten mano al asunto y lo hacen menos de lo que deberían como ellos mismos han admitido.

Así las cosas, no pareciera que es normalizad­a la corrupción, pareciera que es justificad­a.

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