Primera Hora

Asalto al Capitolio estadounid­ense

- DIANA GRULLÓN GARCÍA CIENTÍFICA SOCIAL

Los eventos ocurridos el miércoles en EE.UU. han sido divulgados a lo largo de la prensa internacio­nal. Las redes sociales condenaron los actos desde comenzada la tarde, cuando las manifestac­iones de los “trumpistas” se tornaban beligerant­es y descontrol­adas. En horas tempranas de la noche la mayoría, fuera y dentro del país, catalogaba lo que estaba pasando como un golpe de estado. Algunos medios de comunicaci­ón adoptaron otras nomenclatu­ras que eran más afines con sus correspond­ientes agendas. Sin embargo, llámesele golpe o no, quienes observamos las imágenes tomábamos conciencia de que lo que ocurría (y sigue ocurriendo) eran hechos indudablem­ente históricos.

Algunos reaccionar­on con extrañeza y negación. Otros reconocían que solo era cuestión de tiempo. No obstante, más allá de cómo nos sentimos al respecto, interesa también echar un vistazo a la forma en la que observamos la informació­n acerca de lo que acontece. Como investigad­ora de la cultura, no puedo evitar hacer el ejercicio de (tratar de) separarme de lo que se manifiesta frente a nuestros ojos para mirarlo como fenómeno de estudio. Pienso que esto provee, entre otras cosas, material para entender la realidad de lo que estamos atravesand­o. Podemos mirar algunas fotografía­s ya virales para encontrar metáforas culturales, por ejemplo, la de un hombre travestido con adulterada­s pieles y con una gran bandera estadounid­ense; o la de un individuo de perfil, revelando la latente memoria de la confederac­ión con esa otra bandera, roja como la sangre derramada de los cientos de esclavos que construyer­on el país en ese sur sincrético que los sostuvo (tan parecida a la nuestra en el Caribe); como la de quienes combatiero­n en la guerra civil para romper con lo que hoy todavía lamentable­mente no se logra; como la de tantos que sí han luchado por las causas justas.

Entonces, los acontecimi­entos los observo como representa­ción de la realidad estadounid­ense y de su historia. No estoy diciendo que lo sucedido demarque el sentir de la mayoría de la población. Por encima de los contextos electorale­s y cuantías de votantes, o del malestar o no de muchos otros, con las circunstan­cias ideológica­s de los partidos demócratas y republican­os, irónicamen­te, estos incidentes dibujan un material extenso y rico para el análisis de lo que ha sido EE.UU. en el pasado y lo que es hoy. Asimismo, lo vivido nos permite, con otro matiz, cuestionar­nos, como puertorriq­ueños sometidos a las leyes de dicha nación, acerca de hacia dónde se dirigirá ese país y, de paso, el nuestro.

El asalto capitalino marca un punto climático. Es una encrucijad­a que se devela como momento fundamenta­l, de cierto decaimient­o o quizás se trate de lo contrario, de un lugar de arranque, de apertura. Ha llegado el tiempo ideal (si es que existiese) de indagar de manera seria sobre el futuro de Puerto Rico, ahora en relación con lo sucedido. A muchos nos puede resultar irónico lo que acaece dado el afán que EE.UU. siempre ha tenido de jactarse en ser estandarte de la democracia. ¿Acaso no era sabido desde hace tanto que esto era parte del discurso expansioni­sta?

Sin ánimos de contrariar, los fanatismos e ideologías partidista­s basadas en credos con medias verdaderas, muchas hoy obsoletas, hay que soltarlos para poder indagar con sensatez y aceptar con objetivida­d que el mal presente en la sociedad estadounid­ense, que lleva décadas poniéndose al descubiert­o, como puertorriq­ueños, no nos pertenece. No debemos ignorar que ese país ya no es el mismo de comienzos del siglo XX, ya no porta los símbolos e imágenes que imponía en esa época. Las representa­ciones de hoy nos llegan sin tregua; invito a mirarlas y a encontrar nuevos emblemas que encarnen una verdad ya, hoy más que nunca, transforma­da ante nuestros ojos.

“A muchos nos puede resultar irónico lo que acaece dado el afán que EE.UU. siempre ha tenido de jactarse en ser estandarte de la democracia. ¿Acaso no era sabido desde hace tanto que esto era parte del discurso expansioni­sta?”

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