Primera Hora

No hay una varita mágica para resolver la criminalid­ad, pero hay cosas que se deben hacer para intentarlo”

- JAY FONSECA

Este amigo policía, casi recién graduado de la academia, me dijo que le asignaron un caso de violencia de género en el campo y estaba solo en su patrulla. Era una de las tantas madrugadas donde el bajo mundo sabe que casi no hay agentes trabajando y apenas hay patrullas disponible­s si llamas al cuartel.

De hecho, hay cuentos corriendo de turnos completos donde solo ha habido una patrulla y un supervisor, y que si ocurre un crimen, ya no hay otros policías en esa comarca que puedan ir a atender otro evento simultáneo.

La alternativ­a era llegar e intervenir en la trifulca de pareja o esperar a que los ánimos se calmaran y tomar la querella luego. Según este policía, los casos que veía por Ley 54 muchos quedaban en nada, porque las parejas se reconcilia­ban. Pero esto no queda aquí, gracias a Dios ese día no ocurrió un asesinato por violencia de género, así que el policía fue activado para atender un robo en otro barrio llegando hasta casi al próximo municipio.

El policía arrancó solo en su patrulla, llegó a la tienda dónde ocurría el escalamien­to y por casualidad uno de los asaltantes se monta en el carro y chocó con la patrulla, logró detenerlo, pero el otro asaltante se escapó.

El policía temió por su vida, porque sabía que había al menos un pillo suelto y que podría venir a buscar que soltara al que arrestó para evitar que él también fuera preso. Después de todo, casi siempre los pillos que trabajan en común se sabe con quién andan y cómo andan, así que el policía sabía que había una alta posibilida­d de que llegara el pillo suelto a tratar de buscar liberar al arrestado.

El policía llamó por refuerzos, y esperó y esperó. El pillo suelto nunca llegó a liberar al otro, pero el refuerzo tardó una eternidad, casi una hora porque estaba en otro pueblo.

En resumen, el policía me confesó que tras esa experienci­a no volvió a llegar solo a una escena de robo, porque era mejor esperar que los asaltantes se fueran y que los perjudicad­os cobren del seguro y que él va a dar la querella.

Este relato que conté en mi columna de la semana pasada, lo repito con mayor detalle porque es la realidad con la que trabajan nuestros agentes: sin refuerzo, sin apoyo y sin un seguro de incapacida­d básico para cubrirles en caso de que sobrevivan, pero queden con merma de ingresos.

No hay que ser muy brillante para saber que los seres humanos actuamos conforme a los incentivos creados. Hasta en las películas lo vemos. Seamos sinceros con nosotros mismos. Si tenemos a nuestra Policía en esta situación de indefensió­n, no podemos pretender que lleguen a tiempo.

De acuerdo a la Reforma de la Policía, se supone que una patrulla no tarde más de nueve minutos en llegar a una escena de crimen, tal y como es el número promedio en los Estados Unidos. Ese es el estándar en otras jurisdicci­ones.

En Jay y sus Rayos X le pregunté al comisionad­o de la Policía cuánto es el tiempo de respuesta y dijo que eso no se sabe, pero estoy casi seguro que sí saben el tiempo de respuesta, pero es mejor no decirlo porque es tanto que estaríamos dándole ventaja a los criminales.

De hecho, la Reforma de la Policía le da las herramient­as a nuestro gobierno para que la Junta de Supervisió­n Fiscal no pueda intervenir en la administra­ción de los fondos del cuerpo de seguridad pública y se pueda destinar todo el dinero que sea necesario para pagarles a los policías lo que se amerita a fin de darnos seguridad a todos, incluyendo a uno de los miembros de la Junta que vive aquí y a los otros cuando vienen a las reuniones locales.

Pero, ¿en qué ha quedado la Reforma de la Policía? Esta reforma nos cuesta al menos $20 millones al año, la mayoría gastados en bufetes de abogados y procesos de documentac­ión.

Además, esta misma semana el líder de la Corporació­n de Policías Organizado­s y Seguridad (COPS), Jaime Morales, admitió que los delincuent­es piensan que la reforma tiene las manos atadas a los agentes y les permite cometer más delitos porque el policía no va a hacer nada por las demandas.

Si bien en 2011, tras una investigac­ión, el Departamen­to de Justicia federal publicó un informe concluyend­o que la Uniformada violaba los derechos civiles de los residentes de Puerto Rico de forma sistémica. El efecto de la Reforma Sostenible de la Policía “intimida” a los agentes y supervisor­es para que trabajen de una manera correcta, de acuerdo al presidente del Concilio Nacional de Policías (Conapol), Fernando Soler.

Gente, no hay una varita mágica para resolver el problema de criminalid­ad ni en Puerto Rico, ni en Estados Unidos, ni en Ciudad Gótica; pero, sin duda, hay un conjunto de cosas que se deben hacer para intentarlo, y una de ellas es exigir que el nuevo gobierno destine el dinero necesario para que los policías cobren un salario aceptable y que incentive a que otras personas quieran entrar a la academia para que no tengan que patrullar como llaneros solitarios.

No es muy difícil escribirlo, pero hacerlo es sumamente complicado. Hay que mejorar la educación, combatir la desigualda­d social y, sobre todo, demostrar que todos estamos en el mismo bote, no que hay unos privilegia­dos que por padrinazgo­s logran triunfos mientras el esfuerzo realmente no es lo que logra mejorar tus circunstan­cias.

Puerto Rico puede ser un paraíso, solo falta que cooperemos.

“Pero, ¿en qué ha quedado la Reforma de la Policía? Esta reforma nos cuesta al menos $20 millones al año, la mayoría gastados en bufetes de abogados y procesos de documentac­ión”

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