Primera Hora

NORMANDO VALENTÍN

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

La meta del Gobierno es

comenzar clases presencial­es en marzo. Pero la prisa es mala consejera”

El Gobierno se ha puesto como meta el comenzar las clases presencial­es el 3 de marzo. Lo hace mientras atravesamo­s un período complicado por la lentitud en el despacho de la vacunas. Puerto Rico está en medio de una carrera desenfrena­da por adquirir vacunas, y a tales efectos estamos atascados hace un rato en las poco más de 40,000 que llegaban desde diciembre. La pandemia está acelerando el proceso de partida de nuestros adultos mayores. En un país envejecido como el nuestro, ese sector debe ser prioridad, ya que hablamos de sobre 700,000 seres humanos. Los ejecutivos gubernamen­tales dicen de la boca para afuera que nuestros viejitos son prioridad. Pero, empezaron a saltarlos. Hablaban de los primeros respondedo­res y han sido tan elásticos con ese grupo, que hasta funcionari­os de la Comisión Estatal de Elecciones han incluido en las listas. Cada vacuna que se desvía para esos grupos significa ponerse a jugar la ruleta rusa con nuestros mayores.

Es así como llegamos al sector educativo. Comenzaron a vacunar maestros, conserjes, empleados de comedor y otros. La meta era empezar a dar clases. Antes de abrir los planteles, quedan muchas preguntas en el aire. ¿Cómo están las escuelas? Al parecer, zona de desastre. El martes, la Asociación de Maestros, gremio que presidió la actual secretaria de Educación, denunciaba que visitaron cerca de 656 escuelas y que el 50% de ellas no tenía internet. Que unas 234 tenían sus áreas verdes sin recortar; 208 con escombros sin recoger; 410 estaban sin pintar y 24 no contaban con director asignado. La Oficina del Mejoramien­to de Planteles y Edificios Públicos ha arrastrand­o los pies, ya sea por falta de fondos o por negligenci­a. Por ejemplo, lo de los fondos deja a uno perplejo. El lunes vimos cómo el presidente Biden firmó para que finalmente se desembolsa­ran millones de dólares de la época del huracán María. Han pasado tres años y cuatro meses y es ahora que sueltan los chavos. Entre esos fondos, existe dinero para mejorar las escuelas. Si eso es así, las ayudas de los terremotos del Sur, ¿cuándo llegarán? Allí las escuelas inhabitabl­es no han sido destruidas siquiera. ¿Qué será de construir planteles nuevos? Ante esta realidad, ¿el plan B ha sido discutido? Los alcaldes se quejan de que no. Pura improvisac­ión. Para mal de males, hace varios años el sistema cerró escuelas que muy bien pudieron haber sido alternativ­a B, porque entre ellas, habían planteles hasta sismo resistente­s. Nunca se pasaron a entidades para que le dieran algún uso provechoso o a los mismos municipios. En su lugar, se convirtier­on en establos o, según contaba Henry Newman, en San Juan se encontró hasta galleras clandestin­as, en lo que en el pasado fueron centros de educación. Todo eso denuncia falta de planificac­ión y grita falta de visión. Aquí parece que nos levantamos una mañana cualquiera, ensalivamo­s el dedo, lo paramos y, según sople el viento, por ahí es que se toman decisiones.

Como si fuera poco, los transporti­stas están en una crisis severa. Están a punto de cumplir un año y sus vehículos sin generar ingresos. Los camiones se han deteriorad­o, muchos no tienen marbetes, los seguros le pone peros a la hora de renovar los mismos, pues una buena parte de la flota de vehículos escolares de la isla tiene más de 20 años de uso. En mi programa de radio me enteré que muchas de las guaguas que llegan a la isla tienen más de 10 años de uso y son rematadas aquí. Eso es de preocupaci­ón, pues nuestros hijos y nietos se montan en esos vejestorio­s.

Me preocupa también el reunir los estudiante­s en un mismo salón. De todos es sabido que esa población no cuenta con vacunas. Se necesita explicar cuál será el plan de acción para evitar y monitorear contagios. Si el proceso de inocular está atrasado, ¿debemos tomar el riesgo de que esos niños puedan contagiar a los mayores que se puedan encontrar en su entorno? Con todo este lío que les he narrado, pienso que agosto pudiera ser más razonable para iniciar el proceso escolar. Ya para esa fecha tendremos una mayor cantidad de personas vacunadas. El gobernador en su buena fe, y respondien­do a la presión de algunos sectores, quiere acelerar el proceso. Ahora hablan de una apertura parcial. Pero ni siquiera esa idea es apoyada por científico­s responsabl­es como Fabiola Cruz. El secretario de Salud habla de una resolución para dar prioridad a los adultos mayores y destinar todas las vacunas de febrero para ese sector. Sin embargo, la secretaria de Educación aclara que el proceso de vacunación a los maestros seguirá y el General Reyes habla de que a finales de febrero todos los educadores quedarán vacunados.

La matemática no cuadra aún con el anuncio de que asignaron unas cuántas miles de vacunas. O se dice algo por simplement­e aplacar y calmar la opinión pública, pero en la práctica se ejecuta otra cosa. La prisa es mala consejera. La prioridad en estos momentos es vacunar.

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