Pongamos la acción donde se pone la palabra
En los pasados días la discusión pública ha girado en torno a crímenes atroces contra mujeres. Más allá del proceso judicial para hacerle justicia a estas víctimas de violencia de género, ¿qué se está haciendo para evitar que esto se repita? ¿Cómo se pueden atender estos problemas sociales? ¿Qué podemos hacer como ciudadanas y ciudadanos?
Hay muchas formas de atender el serio problema de violencia de género que, aunque algunos sectores quieran invisibilizar, es evidente que nos arropa en todos los niveles de la sociedad. Cuando surgen situaciones como estas y acaparan la atención pública, líderes de todos los sectores salen a expresar su preocupación y a prometer soluciones. Pero, ¿en qué quedan esas acciones?
De donde primero esperamos acción es del Gobierno y la Legislatura, donde nuestros representantes electos, deben tener esto como prioridad en sus agendas. Pero esto no excluye que todos y todas tenemos una responsabilidad social y debemos aportar a solucionar los problemas. Lo importante es tomar acción. No solo criticar y denunciar, lo cual es importante, pero no es suficiente.
Para dar ejemplos concretos, en el Senado actualmente hay más de nueve proyectos de ley radicados, que de una forma u otra atienden asuntos de violencia de género y discrimen, en diferentes modalidades, tanto en el entorno laboral como social. Sin embargo, estas medidas quedan atrapadas en la burocracia política y se tardan en convertirse en acciones y soluciones reales. Ante la situación de emergencia que vivimos, esta inacción es decepcionante. Si se están presentando soluciones, hay que ser responsables y atenderlas. No bastan los discursos de campaña y las argumentaciones en los medios. El pueblo exige acciones, no palabras.
Por otro lado, fuera del Gobierno también se puede adelantar mucho. Más allá de los núcleos obvios como el hogar y la familia, otros espacios como organizaciones sin fines de lucro y las comunidades juegan un papel crucial en atender los problemas sociales desde otras perspectivas. Por ejemplo, en el caso de la violencia de género y el discrimen, existen muchos proyectos comunitarios que proveen soluciones con resultados probados, utilizando las artes, la cultura, el deporte o la educación como herramientas de transformación social. Lamentablemente, estas iniciativas ciudadanas a veces son invisibilizadas, se les ponen trabas excesivas para obtener apoyo del gobierno y se reducen a meros proyectos aislados, aún cuando tienen el potencial de replicarse por toda la isla. Por ello, es importante que apoyemos estas iniciativas y nos involucremos en proyectos u organizaciones que trabajan causas con las que nos identificamos. De esta forma, aportamos desde otros espacios que, junto a las acciones del Gobierno, contribuyen a identificar soluciones multisectoriales y participativas.
En fin, el punto es que no podemos solo mirar, indignarnos, criticar y, al final, esperar que otros hagan. Debemos comenzar a cambiar esa mentalidad de inmovilismo ante los problemas que nos afectan. Ya ha quedado demostrado el poder que tenemos cuando salimos a la calle a exigir acciones. Debemos participar activamente en nuestra democracia. Nos toca exigirle a los legisladores y legisladoras que tomen acción y que cumplan con sus promesas y su responsabilidad. Nos toca mantenernos informados sobre los asuntos que nos afectan. Nos toca ser parte de las soluciones y aportar, desde todos los espacios que podamos. Por eso, todos y todas, en el gobierno y la sociedad civil, debemos poner la acción donde se pone la palabra.
“No podemos solo mirar, indignarnos, criticar y, al final, esperar que otros hagan. Debemos comenzar a cambiar esa mentalidad de inmovilismo ante los problemas que nos afectan”