Primera Hora

NORMANDO VALENTÍN

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

Tenemos un paraíso lleno de recursos naturales envidiable­s, pero si no ponemos de nuestro empeño, mataremos esta gran joya”

Puerto Rico es conocido en algunos ámbitos como la Isla del Cordero. El nombre viene de su escudo de armas, el cual tiene un cordero descansand­o sobre un libro con los siete sellos del Apocalipsi­s. Ello, en clara alusión a San Juan. Data de 1511 y es el segundo más antiguo de las Américas. El cordero es símbolo de reconocimi­ento que nuestra isla está en manos de Dios, herencia de nuestra vieja tradición cristiana. Pero mi hermano, desde hace un tiempo parece que estamos en manos de otras personas. Hago referencia a este símbolo patrio, pues confieso que el coraje ha nublado mi mente de un tiempo para acá.

Me ronda la cabeza proponer un cambio. Cambiar el cordero por un lechón. Sí, leyó bien. Un lechón. Nuestra isla ha sido atacada por un grupo de personas sin escrúpulos que se ha dedicado a convertir este hermoso terruño en un corral de cerdos. De un tiempo para acá sufrimos de una pandemia de garabatos de pintura que arropa carreteras, casas, edificios y cualquier estructura sobre la que se pueda pintar. Tome, por ejemplo, la avenida Piñero, la avenida Roosevelt, el expreso Las Américas, la Baldorioty de Castro o cualquier otra y podrá “recrear” su vista con un escenario dantesco de palabrotas, números, frases o simplement­e garabatos de todos colores, afeando nuestro entorno. La plaga está distribuid­a en toda la zona metropolit­ana.

A ello, tenemos que sumarle la abundante cantidad de edificios abandonado­s que se convirtier­on en canvas de nuestros inspirados o alucinados “artistas”. Contamos con estructura­s privadas, gubernamen­tales o hasta aquellas que en algún momento albergaron estructura­s de gobierno. Los inquilinos se fueron y poco importó a los dueños darle un cuidado mínimo.

Para ponerle la tapa al pomo, tenemos vías de rodaje llenas de hoyos, así como aceras y paredes antiruido con abundante sucio. Sumado a unas zonas verdes que solo son podadas cuando el “yerbaje” toma una tonalidad de selva.

Me pregunto, ¿qué ha pasado con las divisiones de ornato del DTOP, Carreteras, municipios y otras instrument­alidades? Reconozco que existe una crisis de dinero. Pero, ¡caramba, ya esto es el colmo!.

También pregunto. ¿Dónde están los recursos de seguridad pública y privada que no actúan para detener a estos “grafiteros”?. Sus “obras” son lo suficiente­mente grandes para deducir que se tomaron un buen rato y que no actuaron solos. En todo este tiempo no he escuchado de una sola detención de estos vándalos.

De igual forma, los ciudadanos tenemos responsabi­lidad. No todo se le puede dejar al gobierno. He visto vertederos clandestin­os en lugares donde no deben estar. Cerca de mi trabajo paso por un tramo que el municipio de San Juan y sus empleados lo han recogido tres veces. Al poco tiempo vuelven y lo llenan de basura. ¡Por Dios! Lo mismo hacen con edificios abandonado­s cuyo alrededor está lleno de basura de irresponsa­bles.

Esto debe ser un campanazo para todos. Tenemos una isla hermosa. Un paraíso lleno de recursos naturales envidiable­s, pero si no ponemos de nuestro empeño mataremos esta gran joya. Muchos turistas que nos visitan por vez primera deben fruncir el seño como señal de desagrado.

Es hora de que esta problemáti­ca se convierta en tema de conversaci­ón. Es hora de establecer estrategia­s desde la comunidad donde convivimos, hasta los más recónditos lugares de la ciudad. No permitamos que nuestro 100 x 35 se convierta en la Isla del Puerquito.

“De un tiempo para acá sufrimos de una pandemia de garabatos de pintura que arropa carreteras, casas, edificios y cualquier estructura sobre la que se pueda pintar”

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