Primera Hora

“La presidenci­a del Dr. Haddock se puede resumir como una de mucho ruido y pocas nueces. Triste final para este profesiona­l que pasará al olvido muy pronto, pues decidió ser un hombre invisible”

NORMANDO VALENTÍN

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

La Universida­d de Puerto Rico (UPR) se encuentra desde hace años en una mala racha. Se ha perdido el brillo que una vez tuvo y ello es de preocupars­e. A finales de mes, perderá a su presidente, tras ser despedido por la Junta de Gobierno del sistema. El mismo que lo contrató, se desprende de él, tres años más tarde.

En mi opinión, y creo que en la de muchos, el Dr. Jorge Haddock Acevedo fue una gran decepción. Ante la opinión pública, fue incoloro. Su voz no se oía y su figura no era vista. Decidió quedarse en las cuatro paredes de la institucio­nalidad. ¡Grave error!

Nuestra Universida­d necesita una voz enérgica que debata dentro y fuera. Que la opinión pública conociese el pensar sobre la eliminació­n de recintos, los elevados costos educativos, las determinac­iones de la Junta de Control Fiscal, entre ellas, el propuesto recorte de $94 millones. En fin, infinidad de temas que ameritaba o necesitaba de su presencia. Lamentable­mente, no lo hizo.

Se empeñó en ser “El Hombre Invisible”. Claro, si usted argumentar­a que su ausencia pública se compensaba con una vibrante acción en lo más íntimo del sistema, pues fenómeno. Pero no. Esto nunca ocurrió. No lo digo yo. Lo dice el ingeniero

Emilio Colón, presidente de la Junta de Gobierno de la Universida­d de Puerto Rico, quien aquilató la opinión de todos los miembros del organismo y, de manera unánime, votaron por separar al Dr. Haddock del cargo.

Serias fallas de supervisió­n le costaron el empleo. El ingeniero Colón explicó que Haddock invocó el desconocim­iento de la situación cuando se le enfrentó con la noticia de que el Recinto de Ciencias Médicas perdió su acreditaci­ón en el prestigios­o programa de neurocirug­ía. Es más, fue a través de los medios de comunicaci­ón que la Junta de Gobierno de la UPR se enteró de la pérdida de esa acreditaci­ón. Esto, queridos amigos, es inaceptabl­e.

Determinac­iones como la ocurrida no se toman de la noche a la mañana por parte de los entes acreditado­res. Pero el Dr. Haddock parece que no hablaba con el rector de Ciencias Médicas y ese campeaba por su lado, sin rendirle cuentas a nadie. De igual forma, se reportaron fuertes choques entre el Dr. Haddock y la Junta de Gobierno por el plan fiscal que debería someterse a la Junta de Control Fiscal.

Como si fuera poco, el saliente presidente mantenía mala comunicaci­ón con los trabajador­es del sistema. Hablamos desde la Hermandad de Empleados Exentos No Docentes, hasta los propios profesores.

Tampoco cumplió su promesa de crear una estructura más pequeña en la Administra­ción Central y lo que hizo fue crear más vicepresid­encias con pagas salariales muy saludables. Mientras ello ocurría, no cumplía con su promesa de allegar fondos externos para la UPR. Tal promesa fue la que más sonó al momento de anunciar su designació­n en el 2018, cuando se trajo de los Estados Unidos con un jugoso contrato, en el cual devengaría $240 mil anuales.

Anterior a ese contrato, un presidente cobraba $105 mil al año. Así que la presidenci­a del Dr. Haddock se puede resumir como una de mucho ruido y pocas nueces. Triste final para este profesiona­l que pasará al olvido muy pronto, pues como dije, decidió ser un hombre invisible.

“En mi opinión, y creo que en la de muchos, el Dr. Jorge Haddock Acevedo fue una gran decepción. Ante la opinión pública, fue incoloro. Su voz no se oía y su figura no era vista. Decidió quedarse en las cuatro paredes de la institucio­nalidad. ¡Grave error!”

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