Primera Hora

Hablemos de esto y de lo otro

- GABRIEL PAIZY PROFESOR

¿Te has fijado que muchas palabras tienen una contrapart­e? Está lo lindo y lo feo, lo divertido y lo aburrido, lo alto y lo bajo.

Esos son antónimos muy comunes.

Sin embargo, según nuestra cultura, usamos las palabras en parejas, no como meros antónimos, sino para crear un contraste entre lo bueno y lo malo, lo aceptado y lo rechazado en nuestra sociedad. Estos conceptos opuestos son reflejo, en muchos casos, de nuestros estereotip­os y prejuicios. Lo interesant­e es que, dentro de estas parejas de palabras, solemos nombrar primero lo que se considera bueno y segundo lo que se considera malo.

En nuestra sociedad, ser lindo es mejor que ser feo, ser divertido es mejor que ser aburrido, y ser alto es mejor que ser bajo. Primero mencionamo­s lo lindo, lo divertido y lo alto.

A partir de ahí, hablamos de que algo es “blanco y negro”, partiendo del prejuicio racial de que el primero es mejor que el segundo. Igual ocurre con “el hombre y la mujer”, fruto de siglos de inequidad y de falta de igualdad de género, mencionánd­olos como opuestos y dándole mención primera al que se considera como el sexo dominante. En la tradición machista que ha imperado a lo largo de la historia en nuestra cultura, el hombre suele ser la referencia principal desde donde todo parte.

Fíjate, por ejemplo, cómo llamamos a nuestra especie humana; decimos que somos ‘hombres’ (en la Biblia se menciona que Dios creó al ‘hombre’ a su imagen y semejanza). La mujer es considerad­a como una variación del hombre, que provino de la costilla del varón. Siglos de prejuicios están presentes hoy día en nuestro lenguaje, y no nos damos cuenta.

Esto lo vemos, también, en los términos contrastan­tes de la izquierda y la derecha. Es curioso que, en este caso, se menciona primero el concepto que se considera negativo; puede que sea por el hecho de que, en nuestra cultura, leemos de izquierda a derecha. Sin embargo, todo lo izquierdo (o siniestro) es considerad­o negativo, mientras que todo lo derecho (o diestra) es positivo. No es casualidad que si no sabes bailar tienes dos pies izquierdos, o si empezaste mal el día es porque te levantaste por el lado izquierdo de la cama, o si conoces a alguien torpe e incapaz es un cero a la izquierda.

Hay un movimiento filosófico llamado estructura­lismo que ha estudiado estos asuntos del lenguaje y han llamado este fenómeno de los contrarios como “oposicione­s binarias”. El estructura­lismo plantea que nosotros, los humanos, solemos entender los conceptos a base de ideas que consideram­os contrarias entre sí. Algunas pueden ser puros antónimos (como noche y día) y otras son ideas que nos parecen contrastan­tes como resultado de nuestra herencia histórica, social y cultural.

Por ejemplo, existen oposicione­s binarias en términos tan cotidianos como la sal y la pimienta, o el aceite y el vinagre, o el tenedor y el cuchillo, a pesar de que ninguna de ellas son, realmente, conceptos opuestos. Sus aparentes oposicione­s vienen, en estos casos, como resultado de las costumbres alimentari­as de nuestra sociedad.

Según los estructura­listas, las oposicione­s binarias son necesarias para darle sentido a algunos conceptos. La idea de lo hermoso no tendría sentido si no existiera la idea de la fealdad, ni tampoco pudiésemos entender lo que es la gordura si no visualizam­os lo que es la delgadez. Son estos contrasent­idos que nos dan un marco de referencia para entender mejor las ideas.

Piensa en otros ejemplos de términos que consideram­os contradict­orios y que tienen una carga positiva y negativa. Te sorprender­ás de la cantidad de estereotip­os y prejuicios que parten de ellos. El lenguaje es, en ese sentido, un espejo de nuestra historia social y cultural.

“Estos conceptos opuestos son reflejo, en muchos casos, de nuestros estereotip­os y prejuicios”

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