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Muere el autor de la autocanast­a

Lorenzo Alocén fallece a los 84 años en Barcelona ● El aragonés disputó dos temporadas con el Real Madrid

- A. CLEMENTE - J. I. PINILLA

Palmarés

El pívot conquistó dos Ligas Nacionales y dos Copas del Rey

EI baloncesto español está de luto. Ayer falleció a los 84 años Lorenzo Alocén por causas naturales en Barcelona. Con su adiós se marcha un jugador único, el pívot más alto (1,94 metros) en la historia del Madrid hasta la llegada de Clifford Luyk (2,03) y el hombre que cambió para siempre las reglas de este deporte. El motivo, la autocanast­a que anotó en Italia ante el Ignis Varese en la ida de los octavos de final de la Copa de Europa. Ayer, cosas del destino, se cumplían 60 años de una acción que permitió a los blancos perder por la mínima (82-80) en tierras transalpin­as en el tiempo reglamenta­rio y dar la vuelta a la eliminator­ia en Madrid tras vencer por un contundent­e 83-62. La reacción de la FIBA fue rotunda: las autocanast­as intenciona­das serían sancionada­s con 1.000 dólares de multa y dos años de sanción.

“He perdido la cuenta de las veces que he contado la autocanast­a. Lo llevo con naturalida­d y humor. Es algo que me ha acompañado y seguirá siendo así. Pero es solo una anécdota de todo lo que viví como jugador”, explicaba Alocén al Heraldo de

Aragón, en el 55 aniversari­o de ese hito.

“Estaba orgulloso de haber logrado esa canasta, pero también lamentaba que la gente sólo se iba a acordar de él por ese motivo”, cuenta a Efe Óscar, el mayor de los cinco hijos que deja el Gigante de San José, que fue mucho más que esa jugada.

Nacido en plena Guerra Civil (4 de noviembre de 1937) en Zaragoza,

Alocén se estrenó tarde en el baloncesto, a

los 21 años, y por suerte: Antonio Burillo, jugador del Helios, se quedó impresiona­do por su altura y le propuso en plena calle que probase. Y ahí arrancó la carrera para un joven que compaginab­a las pistas con su trabajo como soldador. “Al principio era muy malo, pero tenía mucha garra y tesón. Cuando botaba la pelota casi la reventaba, pero aprendió los movimiento­s y mejoró. Era un anotador. Aprendió a jugar y tenía pocos movimiento­s, pero muy efectivos”, continúa su primogénit­o, que recuerda que su padre comenzó a jugar con alpargatas al no haber zapatillas de suela de goma de su talla, un 45 o 46.

De Zaragoza a Madrid, previa llamada de Raimundo Saporta y Pedro Ferrándiz. En la capital, levantó dos Ligas y una Copa en tan solo dos temporadas (1961-63). Una estancia corta debido a la muerte de su padre, que le hizo regresar a su Zaragoza natal para estar con su madre. Pero no había dicho su última palabra: en 1965 fue el máximo anotador de la Liga Nacional con su Helios y levantó una Copa más en el Picadero de Barcelona en 1968 antes de retirarse en 1974 con el Círculo Católico de Badalona. Y tras cumplir su sueño de participar en los Juegos de México en 1968. Fue 69 veces internacio­nal con la Selección. “Era muy buena persona y un jugador muy noble”, subraya Óscar. Adiós al hombre de la autocanast­a. Adiós al corazón del Helios.

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Alocén, a la derecha, con la Selección española.
Lorenzo Alocén bota el balón con la camiseta del Real Madrid, que lució entre 1961 y 1963. Alocén, a la derecha, con la Selección española.

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